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Bulgaria y Rumania: Los nuevos socios de la UE


El pasado 1 de enero se formalizó el ingreso de Bulgaria y Rumania como miembros de pleno derecho de la Unión Europea (UE). De este modo, la UE cuenta ahora con 27 miembros, y con una población total de cerca de 490 millones de habitantes, de los cuales Bulgaria aporta 7,7 millones, y Rumania 22 millones.



El objetivo de ingresar a la UE venía siendo contemplado como un propósito estratégico y, consecuentemente, como una prioridad absoluta de las políticas exteriores de ambos países, prácticamente desde el mismo momento en que a fines de la década de los ’80 colapsaron los regímenes comunistas que los gobernaban y se reestableció la democracia en ambas naciones.



El tiempo transcurrido desde entonces a la fecha es demostrativo de que se trató de un proceso de negociaciones arduo y complejo, en cuyo transcurso varios destacados Estados miembros plantearon abiertamente sus reservas sobre la conveniencia de aceptar la incorporación de Bulgaria y Rumania, aduciendo entre otros reparos que ello implicaría rebajar las exigencias para el ingreso de nuevos socios, los que hipotéticamente podrían poner en riesgo la estabilidad de la UE. Dada la presunta incapacidad fáctica de los candidatos para cumplir cabalmente con las exigencias políticas, institucionales, económicas y financieras propias del referente.



Cabe consignar a este respecto que tanto Bulgaria como Rumania poseen al momento de sus incorporaciones al bloque un Producto Interno Bruto equivalente al 40% del promedio de la Unión Europea. Dicha cifra, en términos de ingreso per cápita, representa USD$10.000 en el caso de Bulgaria, y USD$9.400 para Rumania.



De modo que tanto Bulgaria como Rumania debieron poner en marcha sendos y acelerados procesos de reformas para lograr ponerse a tono con los estándares exigidos. Buena parte de los cuales apuntaron a garantizar, a través de un conjunto de medidas legislativas de amplio consenso político interno, el predominio de un sistema plenamente democrático, plural y transparente de gobierno, así como el funcionamiento de un modelo de desarrollo económico de mercado.



Evidentemente, la exitosa puesta en marcha de tales reformas no solamente ha implicado cumplir con condiciones y exigencias externas con miras a la UE, sino además y, por sobre todo, dotar de un fuerte impulso modernizador a la vida política y económica interna de ambos países.



Actualmente, tanto Bulgaria como Rumania exhiben instituciones democráticas en pleno e incuestionable funcionamiento. Adicionalmente, los dos países presentan economías que experimentan fuertes y sostenidos procesos de crecimiento y expansión.



Bulgaria y Rumania exhiben actualmente tasas de crecimiento por encima del promedio europeo. La economía rumana creció 8% en el 2006 y se espera que esta cifra bordee la misma cifra o incluso alcance un guarismo levemente superior en 2007. Mientras tanto, Bulgaria, que creció 6% en 2006, se espera que el presente año al menos mantenga estable dicha cifra.



Tanto los actuales niveles de crecimiento como las promisorias expectativas futuras que vaticinan analistas expertos se fundan especialmente en el flujo de inversión extranjera, que está llegando de manera incesante y diversa hacia Bulgaria y Rumania, preferentemente desde países europeos como Francia, Italia, Alemania, Holanda y España, entre otros, así como también desde China e India. Dicha inversión se deja sentir en las distintas esferas de las economías, con efectos favorables sobre la producción y los servicios, y con un creciente impacto positivo sobre el mercado laboral búlgaro y rumano.



Sin embargo, según se puede observar, el esperado ingreso de ambos países a la UE no significa que los respectivos gobiernos hayan asumido que pueden dar vuelta la página o bajar los brazos en materia de reformas. Así lo han entendido, tanto el gobierno socialdemócrata búlgaro, encabezado por el presidente Georgi Parvanov, como la coalición de centro derecha que gobierna Rumania, y que lidera el Presidente Traían Basescu.



Búlgaros y rumanos, luego de las celebraciones por un acontecimiento tan esperado, y en el que se depositan tantas expectativas, ni siquiera se han tomado un respiro y han mantenido intacta la energía del paso reformador y modernizador. Sobre todo, en aquellas esferas que se aluden como materias pendientes y de solución compleja, y que son los algunos de los mismos asuntos que en su momento la propia UE levantó como banderas amarillas. A saber, la modernización del sector agrícola, la lucha contra la corrupción y el adecuado funcionamiento de las instituciones judiciales.



Finalmente, cabe mencionar que la localización geográfica de ambos países implica que ahora la UE pueda ampliar y proyectar sus lazos con Europa Oriental y Asia Central. El bloque ahora pasa a limitar con el Mar Negro, zona de importancia estratégica en relación con los nuevos proyectos relacionados con la siempre acuciante cuestión de la distribución de energía. De igual modo, el ingreso de los nuevos miembros implica por su intermedio el reforzamiento de la presencia del bloque europeo en la Región de los Balcanes.





Carlos Parker es embajador en Rumania, concurrente en Bulgaria

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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