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Tragedia, mitos y aplausos para la ministra de Defensa


Acto I: Cuando los ciudadanos santiaguinos sufren las consecuencias de la falta de planificación del Transantiago y se ven obligados a salir a ganarse la vida en condiciones caóticas, los medios informan que un helicóptero que opera el Ejército de Chile para tareas de defensa de la soberanía nacional —pero que pertenece a la Nación— fue utilizado como medio de transporte, por decisión del Comandante en Jefe, para trasladarse junto con un ramillete de invitados personales de Sebastián Piñera del Parque Tantauco a Quellón.



Allí en Tantauco, a mediados de enero, un grupo de treinta selectos visitantes pudo admirar con total quietud la belleza del patrimonio ecológico de la Patria, en manos privadas del acaudalado empresario y eventual presidenciable de la derecha.



Acto II: Mientras que el Comandante en Jefe del Ejército debe responder al Gobierno acerca de las circunstancias de la utilización de bienes estatales en el marco de una campaña de relaciones públicas de un político que retoca su imagen, con miras a la contienda electoral futura, los familiares de los 45 conscriptos muertos en la tragedia de Antuco, que se encontraban a cargo del Ejército, es decir en servicio militar activo, realizan un peregrinaje para honrar las jóvenes vidas sesgadas por la impericia y la irresponsabilidad de algunos oficiales.



El coro (como lo hacía en las tragedias griegas recordando el contexto de vida de la Polis): «Ä„Oh General, las almas de los jóvenes aprendices de guerreros que se agitan en nuestros sueños, cuyas vidas y cuerpos os encomendamos, requieren más atención que los enredosos agasajos de Creso, de su dinero y su poder».



(En la polis griega antigua, las virtudes militares eran el resultado de una formación ética de los efebos (antes de ser ‘hoplitas’) y, el honor… que se ganaba en duras batallas, podía ser manchado por la imprudencia, la ‘hubris’ (la desmesura) y la debilidad de carácter del Estratega jefe. La Asamblea de ciudadanos podía despojar al jefe militar de los honores y del poder de mando. Incluso, el gran Pericles no escapó a las furias ciudadanas.)



Acto III. La ministra Vivianne Blanlot, estoica en su cargo público, deja en claro que nadie puede impedir a un General de la República de viajar a cualquier punto del país (Chile es un país libre) donde se lo invite, pero que no deben utilizarse los bienes públicos de la nación para uso y traslado personal.



Más claro imposible.



El Coro : «Te perdonamos ministra de haber asistido a las obsequias del sátrapa mayor, te apoyamos hoy por proclamar la verdad… en momentos difíciles de dolor personal, la bajeza de los mensajeros realza tu valor».



Acto IV: Sebastián Piñera, según El Mercurio (13.02.07), «calificó de una ‘pequeñez incomprensible’ la eventual reacción del Ejecutivo y dijo que la ministra debería preocuparse de temas ‘más importantes'».



Cuando el error de apreciación es sistemático y reiterativo se impone descubrir la matriz genealógica del mismo. No es la primera vez que el señor Piñera considera normal borrar la línea divisora entre interés personal y bien público. Porque utilizar bienes públicos con fines privados, que redundan en ventajas personales con respecto a otros ciudadanos, era ya en la Grecia democrática un signo de mal augurio para la vida de la Polis y para la philia (la amistad cívica).



Para terminar, cabe hacer un largo paréntesis. Recordar que el mito y la tragedia griega cumplían funciones pedagógicas y sociales. La más elemental era explicar, a los jóvenes ciudadanos, las pasiones de los hombres y los dioses.



Por ejemplo, en la figura mítica de Mercurio-dios o Hermes, los jóvenes griegos y futuros ciudadanos aprendían a desconfiar de la duplicidad del discurso o doble lenguaje. Hoy hablaríamos de desinformación. El engañar con recursos discursivos a los hombres más inteligentes e incluso a los mismos dioses era un atributo íntimo de su ser (de Mercurio-dios).



El mito cuenta que Mercurio o Hermes, hijo de Zeus y de la ninfa Maďa, nació de manera inesperada en una gruta del monte Cyleno mientras los hombres y los dioses dormían. Obtuvo de su padre el título de ‘mediador y mensajero’ entre los dioses y los hombres, y entre los dioses del Olimpo y los del Hades (infierno). Es el dios de todo tipo de palabra. Pero, según la mitología griega, la función de Mercurio como inmortal es engañar, seducir con el discurso y sobar el lomo en el sentido del pelaje de sus interlocutores. Zalamero, no titubea en inventar estratagemas para de repente, en una vuelta de carnero, de improviso, atacar (*).



Lo poemas homéricos narran que siendo un infante de pecho, Mercurio/Hermes se desprende de sus pañales para robarle una parte del rebaño a su hermano Apolo y esconderlo en la caverna de Pylos. Mercurio descuartiza dos bestias en doce partes para dárselas a los dioses mayores del Olimpo y granjearse sus simpatías. Luego, soborna a Batos, un testigo de la fechoría, para que no lo denuncie. Pero éste lo denuncia a Apolo que se dirige a la gruta a quejarse a la ninfa Maďa (la madre) de las andadas de Mercurio. Maďa introduce a Apolo en la gruta para mostrarle como el niño Mercurio duerme, inocente y plácidamente en su cuna. Juzgado por el tribunal del dios supremo Zeus, Mercurio/Hermes alega su inocencia con tanta persuasión que hace estallar en carcajadas a Zeus, que lo perdona.



Con respecto a la tragedia, los grandes autores como Esquilo, Sófocles o Eurípides, comprometidos democráticamente en la vida política de Atenas, tienden al espectador una suerte de espejo trizado donde cada reflejo proyecta una imagen susceptible de múltiples y legítimas lecturas. La diferencia con el historiador es que éste debe someterse a la realidad, mientras que el autor trágico ejerce su función crítica por el distanciamiento y la puesta en escena, lo que le permite transformar en héroe al meteco o al ciudadano o magistrado estoico, en desmedro del rico armador naviero, del estratega, o del político demagogo y seductor.



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(*) Ver: 1. Les grandes figures des mythologies, de Fernand Comte, Bordas S.A. Paris 1988, 255 páginas, 2. La Grčce au sičcle de Périclčs (V av. J.-C.), Robert Flaceličre, Hachette, Paris, 1959, 375 páginas.



Leopoldo Lavín Mujica, Département de philosophie, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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