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Fortalecer relaciones comerciales con China


En 1845, el presidente Manuel Bulnes efectuó un gran aporte a la «Lista de Primeros» que -con el paso de los años- ha ido moldeado la relación entre Chile y China. En aquel entonces, mientras en Oriente se celebraba la llegada del Año de la Serpiente, el insigne militar que durante su mandato ordenó la toma y posesión del Estrecho de Magallanes, nombró al primer cónsul de nuestro país en China «para supervisar el derecho de comerciar sobre el mismo pie de igualdad que cualquiera otra nación».



A poco de recibir sus cartas patentes, Gideón Nye Junior izó la bandera chilena en el frontis de uno de los inmuebles ubicados en Cantón (hoy Guangzhou), a pocos metros de la bullante vida que se generaba en los muelles próximos al río Perla, convirtiendo nuestro pabellón patrio en el primero de Latinoamérica en flamear junto a los emblemas de algunos países europeos y de los Estados Unidos, todos los que desde algún tiempo ya habían identificado a China como uno de sus mercados más rentables.



Otros hechos históricos se le han ido agregando a esta «Lista de Primeros», los cuales son frecuentemente empleados por altos jerarcas del Partido Comunista local, de la Asamblea Popular o del gobierno chino, al momento de iniciar cualquier tipo de encuentro con un huésped proveniente de nuestro país. Ningún «Primero» es más valorado por las autoridades locales como el reconocimiento que el gobierno del presidente Salvador Allende le hizo a China, en 1971, cuando, apartándose de la tradicional política latinoamericana -exceptuando a Cuba-, dispuso el cese de las relaciones diplomáticas con el gobierno en Taipei y procedió a establecerlas con el de Pekín, «el legítimo representante de los intereses del pueblo chino».



Ha sido esta «Lista de Primeros» que -en alguna medida- le facilitó el camino a Chile para convertirse a fines del 2005 en el primer país individual del mundo en rubricar un acuerdo de libre comercio en bienes con la cuarta economía del planeta. Una herramienta vital para incrementar el flujo bilateral de bienes, priorizando desde el lado chileno la «descobrización» de la relación, teniendo en cuenta que más del 70% de lo que nuestro país le vende actualmente a China está compuesto por el metal rojo.



Chile es, ciertamente, más que la presente canasta de productos que comercializa directamente a China, compuesta principalmente por menos de 35 bienes y hacia allá apuntan las iniciativas tales como la campaña imagen país en la ciudad de Shanghai, cuyos objetivos y alcances fueron presentados hace algunos días a altos funcionarios del gobierno de dicha ciudad, incorporando al evento a personalidades del sector empresarial y académico de la misma.



El arte, por medio de las esculturas de piedra y fierro de Palolo Valdés Bunster, también forma parte de la ecuación que Chile ha puesto en marcha en Shanghai. Esta busca cautivar a un pueblo que está siendo sometido a una vorágine de imágenes y sonidos externos, en instancias que sus ingresos aumentan dramáticamente y el país entero se apresta a ser partícipe de los próximos Juegos Olímpicos y, en el 2010, de la Exposición Universal. Son ya más de 260 millones los ciudadanos chinos que se encuentran percibiendo ingresos similares a los de una persona de clase media en Chile. De ahí que su «potencialidad» como consumidor de vino, salmón, truchas, queso y fruta, haya pasado a convertirse en una «realidad» que debe ser aprovechada ahora mismo, pues hay varios otros que tienen la misma sed e interés por China. La competencia es amplia y los tiempos para destacarse son cortos cuando el dinero abunda y los mercados son tan atractivos como es el que hoy vive el Año del Cerdito Dorado.



Un modelo probado



Ahora bien, en los mismos días que el cónsul chileno iniciaba sus labores diplomáticas y comerciales en Cantón, uno de los cinco clanes más prósperos de la ciudad decidió reunir entre sus integrantes la suma requerida en oro y plata, con el propósito de enviar a emisarios especialmente escogidos con destino a San Francisco y adquirir ahí la necesaria tecnología para iniciar la modernización de la alicaída flota mercante china.



Para ellos, las expediciones por las costas de África, Asia e incluso tal vez de América realizadas por los enormes veleros que navegaron bajo el mando del insigne eunuco Zheng He, eran historias del pasado. Para hacer frente a la mayor velocidad de los veleros construidos en Escocia o en la costa este de los Estados Unidos, a muchos de los cuales se les habían instalado motores a vapor, era una cuestión de vida o muerte para sus intereses comerciales modificar dramáticamente los modelos de construcción que aquel entonces eran empleados para la fabricación de buques mercantes y de guerra en China.



El cambio que el clan visionaba para China se iniciaba con un viaje a los Estados Unidos, con cofres de oro destinados a comprar planos y, en la medida de los posible, una fragata. Esta sería navegada hasta Cantón, donde se le realizarían todo tipo de pruebas que ayudarían a ingenieros navales chinos a diseñar y construir un buque local capaz de competir de igual a igual con embarcaciones españolas, francesas, británicas y estadounidenses, en el transporte de mercaderías tales como té, porcelanas, sedas y metales preciosos. Al acortar la brecha tecnológica, se incrementarían las ganancias por efecto de menos tiempo en la mar para estos apetecidos productos chinos.



La apuesta modernizadora que realizó el clan trajo excelentes resultados. A poco tiempo de comenzar sus operaciones comerciales con navíos basados en el modelo estadounidense, otros puertos de la costa china se incorporaron a surtir a las poblaciones del interior con productos provenientes de occidente, más en Europa y en América, se potenció un flujo de mercancías y también de personas provenientes de oriente.



El modelo empleado por el clan cantonés en el sentido de incorporar tecnología y experiencias de otras latitudes para el desarrollo interno surtió un efecto positivo que irradió más allá de las fronteras de China. Bien no sería la última vez a través de la cual China aprovecharía un adelanto tecnológico para dar un salto cuantitativo en términos industriales y, porqué no decirlo, social también.



«El clan chileno»



Aquel mismo espíritu emprendedor que le permitió a los clanes de Cantón acceder a la tecnología requerida para fortalecer la presencia china en sus mercados externos, como así también poder recaudar mayores ingresos por concepto de los bienes que ellos transaban con empresarios occidentales, es el mismo está hoy detrás de algunas iniciativas públicas y privadas chilenas.



Éstas buscan construir sobre lo sembrado gracias a la «Lista de Primeros», en particular los beneficios que se han abierto al productor y exportador chileno por medio del Tratado de Libre Comercio en bienes. Son ciertamente los pioneros que están abriendo camino para que sus pares opten por un mercado que está llamado a ser el más importante para Chile en la próxima década.



Actualmente, China es nuestro segundo socio comercial y mantenemos un superávit en la balanza comercial de varios miles de millones de por medio. A través de iniciativas tales como el proceso de «Ciudades Hermanas», en donde se busca potenciar el intercambio de productos como así también fortalecer la confianza y el conocimiento por medio de actividades culturales y académicas entre localidades chinas con sus pares de nuestro país (Guangzhou-Viña del Mar; Pingxiang-Copiapó; VIII Región-Chengdu y Qingdao-Puerto Montt, son algunas de las actuales «Ciudades Hermanas»), la ruta para que China se convierta en nuestro primer socio comercial es muy expedita.



Muchas veces se ha definido la relación Chile-China como una que históricamente ha estado basada en individualidades. Compañía Sudamericana de Vapores y la adquisición de la naviera Norasia; CODELCO y su relación comercial con China Minmetals; Banco de Chile y la instalación de la primera oficina de representación de un banco latinoamericano en la capital, Beijing; Andrónico Luksic y su interés por desarrollar la industria vitivinícola local por medio de un leasing de tierras en la provincia de Xinjiang, son todos ejemplos concretos de éstas individualidades que, de paso, poseen características similares a la realizada por un clan cantones en el siglo XIX.



Los integrantes de la Cámara de Comercio Chile-China no se quedan atrás cuando de emprendimiento se trata o cuando intentamos identificar integrantes del «clan chileno». En los últimos meses han organizado más de algún encuentro de alto nivel empresarial, con miras a darle mayor musculatura a una relación bilateral de carácter integral. Aunque aún una individualidad en el esquema que debe constituirse para acercarnos más a China, sus integrantes están abriéndole paso a Chile en Oriente y, a la vez, cambiando la forma que nuestra sociedad entera ve y siente a China.



Un llamativo ejemplo de una obra individual de Chile en China ha sido el trabajo de investigación en terreno que efectuaron equipos especializados de Sanidad Naval. Tras un período de pruebas y rigurosos exámenes técnicos, hoy los hospitales dependientes de la Armada de Chile han incorporado equipamiento médico que es de calidad similar pero -lo más importante- adquirido a un precio muy menor al europeo y norteamericano. El ahorro alcanzado por la Armada en la compra de este tipo de insumos médicos ha permitido evaluar el incrementar prestaciones a las miles de personas que acuden anualmente a los hospitales navales en Chile.



Por su parte, empresas constructoras de nuestra zona austral, anticipándose a los requerimientos técnicos asociados a la ampliación de nuestra infraestructura energética y caminera, se encuentran en negociaciones avanzadas para incorporar equipos pesados fabricados por una de las principales firmas a nivel mundial de maquinaria, la cual en el 2006, comercializó en Asia Central, África, Europa y América del Norte, equipos por un monto superior a los US$4 mil millones. La empresa -CMEX- también está interesada en proveer de equipos bomberiles a localidades cuyas autoridades y voluntarios no cuentan con los recursos requeridos para adquirir carros fabricados en Europa o en los Estados Unidos.



Casos como el de éstos audaces empresarios patagónicos son aún contados con los dedos de la mano en Chile. La mayoría aún debe vencer el temor que subsiste en nuestro país sobre la calidad de equipos producidos en China, algo muy parecido a lo que le sucedió a Japón en la década de los sesenta o a Corea del Sur en la década de los ochenta. Hoy, son muy pocos a los que no les agrada un producto diseñado y producido en Japón o Corea. Dentro de muy poco, siguiendo el ejemplo que ha iniciado Derco con automóviles SUV producidos en China, la población chilena tendrá otro apetito por los bienes de capital manufacturados en esas latitudes y que le otorgan un valor agregado a nuestro actual esquema de desarrollo.



La relación Chile-China está lo suficientemente madura para dar un salto tanto cualitativo como cuantitativo en términos de intercambio comercial. Para surtir el efecto que en su momento buscaron los integrantes de un clan cantonés en los Estados Unidos, se requiere de una estrategia concreta, dotada de los medios profesionales y financieros, más de la decisión institucional asociada a cualquier política sustentable.



Los requerimientos de infraestructura energética, recreacional, caminera, portuaria, educacional y hospitalaria se pueden transformar fácilmente de ser un peso para nuestra sociedad a una oportunidad para darle mayor sustancia a una relación bilateral que, por el lado chileno, se está basando en la compra de bienes de consumo -como poleras, pantalones y pantallas de plasma- por sobre aquellos que perduran en el tiempo y le otorgan un mayor brío a nuestras políticas públicas.



El Año del Cerdito Dorado se caracteriza -según especialistas- en favorecer a quienes emplean sus talentos y energía en la búsqueda de mayores conocimientos. Se trata de un Año en donde quienes poseen coraje y una visión de liderazgo, ciertamente triunfarán. Por todo, está dado que éste bien puede ser el año en que Chile entero opta por irse «al chancho» con China. El camino está claramente abierto, por la «Lista de Primeros» y expedito, por individualidades comprometidas con un mejor presente y mañana.





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Mario Ignacio Artazaes Segundo Secretario del Servicio Exterior. Actualmente cumple funciones en la Embajada de Chile en Beijing.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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