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Las platas de Moya


Las AFP vienen presionado por adelantar la aprobación del permiso para subir el límite de inversiones en el exterior de los fondos de pensiones. Dicha propuesta está contemplada en el proyecto de reforma de pensiones y ha recibido el apoyo entusiasta de la derecha, pero asimismo de parlamentarios de la Concertación en la Comisión de Hacienda del Senado. Hasta el momento, el Gobierno se ha negado, preocupado de lograr la rápida aprobación del proyecto como un todo, evitando que la presión de las AFP logre desglosar las reformas que las afectan, las cuales corren peligro de quedar para las calendas griegas. El problema para los afiliados es más serio, puesto que la propuesta misma de subir el límite de inversión en el extranjero es de una irresponsabilidad temeraria, que pone en serio riesgo a la mayor parte de los fondos. Se argumenta que la inversión de los fondos en el exterior permite aumentar su rentabilidad y diversificar el riesgo. La verdad es exactamente lo contrario, como la experiencia demuestra hasta la saciedad. Aparte de ello, trasladar la mayor parte de los fondos al exterior es altamente inconveniente para la economía del país.



La cartera de inversiones actual de las AFP es ya extremadamente riesgosa, puesto que más de la mitad de los afiliados tiene más de la mitad de sus fondos invertidos en renta variable. Ello se agravaría seriamente en caso de subir el límite en el extranjero -que el proyecto propone aumentar desde 30% en la actualidad a 80%-, puesto que dichas inversiones son casi todas en renta variable. No es efectivo que la inversión en renta variable ofrezca una rentabilidad de largo plazo significativamente superior a alternativas más seguras. El índice Dow Jones (DJ), que mide el precio de las acciones en la bolsa de Nueva York, el mercado bursátil más profundo y confiable del mundo, promedió un 1.9% anual de incremento real entre los máximos inmediatamente anteriores a las crisis de 1929 y 2000. Los lectores pueden comprobar, en cualquiera de los periódicos internacionales, que entre ambas fechas, el DJ aumentó 41 veces, mientras el índice de precios a consumidor estadounidense se multiplicaba en 10 veces, lo cual arroja un aumento neto de 3.51 veces para el DJ, que a su vez equivale al referido 1.9% de incremento anual promedio, lo que se puede verificar con una simple calculadora.



Los dividendos, crías y otros beneficios adicionales no alteran este resultado de modo significativo. El rendimiento de largo plazo de las inversiones bursátiles resulta aproximadamente equivalente al crecimiento de la economía en general, lo cual parece lógico por lo demás, puesto que las ganancias bursátiles no salen del aire. Sin embargo, dicho crecimiento de largo plazo no es sino un promedio de alzas y bajas constantes y más o menos pronunciadas, puesto que las bolsas son la variable de mayor fluctuación en la economía, al ser sensibles a todo tipo de movimientos y especulaciones. Por otra parte, se ha comprobado que no ha existido operador alguno que haya logrado «ganarle al mercado» en un plazo tan largo, es decir, los índices promedio de las bolsas como el DJ han superado la rentabilidad lograda por todos los fondos de inversiones o inversionistas individuales en el largo plazo. Muchos logran ganancias transitorias en las bolsas, a veces espectaculares. Por ejemplo, los fondos de pensiones chilenos invertidos en renta variable han crecido significativamente desde que se inició la operación de los multifondos el 2002. Sin embargo, como todo el mundo sabe, las bolsas pueden subir y subir pero, al igual que los árboles, nunca alcanzan a tocar el cielo sencillamente porque, de cuando en cuando, bajan, y a veces se derrumban de modo catastrófico.



Por estos motivos, cualquier inversionista responsable sabe que es muy arriesgado mantener en bolsas más allá de una proporción menor de su cartera. Una política de inversiones conservadora resulta aún más imperativa en el caso de los fondos de pensiones públicos, puesto que es completamente inaceptable que el Estado permita que se ponga en riesgo los ingresos de los adultos mayores, o permita que se discrimine entre aquellos que acierten la suerte de jubilar cuando las bolsas están altas y aquellos otros que pierdan parte importante de sus ahorros en alguna crisis económica. Sistemas de pensiones basados en la capitalización han tenido fracasos estruendosos a consecuencia de colapsos bursátiles y crisis económicas. Por mencionar sólo algunos de los más bullados, Francia había adoptado un sistema de capitalización que entró en bancarrota tras la crisis de 1929, tras lo cual fue necesario reconstruir el sistema de reparto. Los fondos de pensiones del Reino Unido perdieron hasta un 70% de su valor en 1997 tras la crisis en Asia, donde estaban invertidos en su mayor parte, y los pensionados han ganado importantes juicios -el último hace pocas semanas- que obligan al gobierno a reponer parte de dichas pérdidas, por no haber legislado previamente para impedirlas. En el caso argentino, la debacle de las AFJP tras la reciente crisis ha culminado en que hace pocos días -a fines de febrero de 2007-, el parlamento aprobó una reforma que permite a los afiliados regresar al sistema de reparto y establece un tope de 1% a las comisiones cobradas por las administradoras, entre muchas otras reformas de gran importancia. Los fondos de pensiones que han logrado sortear los vaivenes de los mercados financieros a lo largo de los años tienen políticas que valoran ante todo la estabilidad en el largo plazo. Los fondos suizos, por ejemplo, son propietarios de buena parte de los bienes raíces en algunas ciudades de ese país, el de Singapur mantiene grandes inversiones en bonos gubernamentales, y aún el modesto fondo de pensiones que administra el INP en Chile- que actualmente supera los 40,000 millones de pesos y pertenece a las antiguas cajas de previsión – mantiene inversiones en instrumentos de renta fija muy seguros que han logrado rentabilidades estables superiores al 6% anual.



Como ha propuesto el economista Ricardo Ffrench-Davis, es perfectamente posible generar instrumentos de inversión en el país que ofrezcan rentabilidades interesantes y altos niveles de seguridad. Por ejemplo, es posible financiar la expansión de Codelco y ENAP, o generar un fondo de largo plazo de desarrollo de las PYMES en el cual el riesgo individual se promedie sobre un conjunto muy numeroso de prestatarios. Por otra parte, es posible asimismo diversificar el riesgo sin que salga un solo peso del país, mediante mecanismos de intercambio – los llamados «swap» – con fondos de pensiones extranjeros de magnitudes similares al chileno. Una propuesta de este tipo fue hecha en un seminario convocado por la propia «Comisión Marcel.»



Más allá de la calidad de sus inversiones, los sistemas basados en la capitalización -Chile es el único en el mundo donde las pensiones contributivas dependen exclusivamente de este mecanismo, lo cual hasta el momento no cambia la reforma en curso, mientras en todos los demás países son complementarios a los sistemas de reparto-, descansan en buena medida en las variables más fluctuantes de la economía, como son las bolsas de valores y los tipos de interés. Por este motivo, son incapaces de ofrecer pensiones definidas, lo que se agrava si la política de inversión de los fondos es irresponsable, como ocurre en el caso chileno y que ahora se pretende agravar aumentando las inversiones en el exterior. Los sistemas de reparto, en cambio, han sido capaces a lo largo de un siglo y medio de ofrecer pensiones definidas y dignas a poblaciones adultas mayores proporcionalmente mucho más numerosas que la chilena, porque descansan en el flujo más estable de la economía, que son los descuentos a los salarios. Éstos a su vez dependen del número de trabajadores asalariados ocupados y del nivel medio de salarios, que son variables muy estables y que crecen casi siempre – incluso durante las crisis se han mantenido o disminuido levemente y luego vuelto a crecer. En el caso chileno, en 1981 las cotizaciones previsionales alcanzaban para pagar todas las pensiones y sobraba un tercio, y desde entonces han venido creciendo -, a una tasa muy alta y estable, que duplica el crecimiento del número de adultos mayores.



Frente a evidencia tan contundente e irrefutable como la presentada ¿cómo se explica que los economistas, los medios, cuadros técnicos de gobierno, y algunos políticos, apoyen a las AFP y acepten asumir políticas tan arriesgadas como inconvenientes como la comentada? Lo que ocurre, como todos saben, es que hay grandes intereses privados que desde 1981 se vienen apropiando del inmenso flujo que representan las cotizaciones previsionales. Entre 1990 y 2005, éstas representaron casi la mitad del PIB del último año, y un quinto de las mismas se las embolsaron las propias AFP, aseguradoras y corredores relacionados. Todo el resto, más los intereses ganados, han ido a parar en su mayor parte a un puñado de apenas 12 grandes conglomerados que operan en Chile – entre ellos los dueños de las AFP -y 8 corredoras en el extranjero, quiénes actualmente tienen en su poder la mitad del fondo de pensiones. Si algunos entran en falencia como ocurrió en los años 1980, o se derrumban las bolsas de valores como ocurrió en 1997, el 2000 y nuevamente ahora, los fondos invertidos sencillamente se evaporan. No existe garantía estatal alguna que resguarde a los afiliados de estas pérdidas, simplemente se recortan sus pensiones. Las AFP asumen la representación de estos intereses y presionan al parlamento, como ha denunciado en estos días el propio Marcel, para desglosar el proyecto del gobierno, aprobar rápidamente lo que les conviene o no les afecta, y postergar las reformas que buscan poner algunos límites a sus abusos.



El desplome de la bolsa de Shangai en estos días ha repercutido en todo el mundo y está en pleno desarrollo, está resultando en pérdidas inmensas para los fondos de pensiones chilenos y está mostrado la inestabilidad de las inversiones en el extranjero. Hay que tomar en cuenta que los medios de prensa internacionales han venido alertando sistemáticamente acerca de estos riesgos, incrementados hasta un nivel que nadie conoce ni se atreve a predecir por la importancia que han adquirido el mercado de derivados, los denominados «hedge funds,» y los llamados fondos de capital privado o «private equity,» que operan ambos prácticamente en la oscuridad y al margen de toda regulación y a cuyas manos sin duda van a ir a parar más fondos de pensiones chilenos si se aprueba el aumento del límite de inversiones. Ojalá que este llamado de alerta, así como las razonables reformas aprobadas en estos días por el parlamento Argentino, refuercen la decisión del gobierno hagan entrar en razón a algunos de nuestros legisladores, de modo que resistan las presiones de las administradoras y defiendan la estabilidad de las futuras pensiones de los afiliados, resguardando de verdad su valor – y protejan de paso su propia dignidad.



Conviene preguntarse si existe una sola persona de fortuna que mantenga la mayor parte de sus inversiones en el extranjero o en instrumentos de renta variable. Por el contrario, de seguro todos la prefieren «donde sus ojos la vean,» buena parte en bienes raíces, instrumentos de renta fija y otras alternativas confiables. Ninguno hace con su dinero lo que pretenden que se autorice a las AFP con los dineros de «Moya». El parlamento tiene la palabra para impedirlo.



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Manuel Riesco. Economista (mriesco@cendachile.cl).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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