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Alicante: Cruce de rutas con Benedetti, Chile y la Historia


A la Universidad de Alicante, concurrimos con el profesor Joan del Alcázar y el historiador Gonzalo Cáceres para hablar del Chile de la dictadura y de la democracia. Hubo un cierto corte generacional en la concurrencia. Los mayores preguntaron por la memoria y los más jóvenes se interesaron en la desigualdad, la falta de economía industrial, de clase media inventando servicios, del conflicto mapuche.



Interés por Chile, el país del fin del mundo, en una Universidad regional que muestra dinamismo. De hecho, nos invitó el Departamento de Humanidades y el Centro Benedetti, que realiza seminarios y publicaciones sobre literatura, historia y cultura de nuestros países (entre otros, me encontré con un álbum de la familia Reyes de Neruda y ensayos de Ana Pizarro).



Lo más notable fue llegar al Centro abarrotado de cajas de cartón: Ä„Tres mil libros que Mario Benedetti poseía en su departamento de Madrid y donó a la Universidad de Alicante, la cual desde 1989 se interesó en el legado prosístico y poético del uruguayo!



Los vínculos los generan personas. La directora, Carmen Alemany, visitó al vate en Montevideo, y su nostalgia, agudizada con la muerte de su mujer, y los años, le hicieron rechazar una nueva visita a esta ciudad mediterránea, pero donar su biblioteca peregrina a la Universidad que lo leyó, escuchó y lo hizo Doctor Honoris Causa.



Así, de pronto, nos vimos hurgueteando en los libros de Benedetti -novela, teatro, poesía, historia-. Ä„Vaya ciudad de rutas sentimentales de allá y de acá! Con razón, el profesor que nos invitó, José Miguel Santacreau, escribió con Fernando Pérez el libro «Las Rutas de la Humanidad», que con razón remarca las huellas que dejan las migraciones, las conquistas, las rutas comerciales, religiosas y políticas en el desarrollo de las comunidades.



Alicante es un cruce, allí a medio camino entre Sevilla y Barcelona, viendo pasar romanos, cartagineses (estamos frente a África), fenicios, visigodos, castellanos, y por cierto, a muchos viajeros a las nuevas Indias de nuestra América. El libro de Santacreu llega hasta las rutas simbólicas de las monedas helenas o las peregrinaciones de los shiitas en Persia.



Pero detengámonos en un momento en las rutas del exilio. Claro que marcan. La renovación de la izquierda en Chile fue en parte significativa por su exilio. El Mediterráneo marcó en el «desplazamiento» a literatos chilenos como José Donoso y Roberto Bolaño. Chile, a su vez, es el «asilo contra la opresión» para las familias republicanas que Neruda embarca en el Winnipeg en la Guerra Civil. Pensamos en Castedo, en Nemesio Antúnez, Roser Bru, y en Balmes con el arte contemporáneo.



Sí, fue el exilio el que ha generado vínculos entre las costas de Catalunia y Valencia y el fin del mundo. Susurros en los pueblos que se encarnan en tradiciones nuevas con los «desplazados» (¿ o Gonzalo Vial habría escrito la misma historia sin Castedo, o habría llegado el arte moderno al confín de la tierra con el mismo ímpetu sin la tríada de catalanes?). Son las rutas, que en esta novedosa interpretación, tienen una verdad en ascuas con los alcances de la nueva era digital y la disolución del concepto de localización, y por tanto de desplazamiento, para entrar en una conversación en que el nuevo nodo es el que atrae en su comunicar.



Benedetti, por cierto, lo escribiría mucho mejor; les diría que la historia rota, la humanidad inventada como «pueblo que camina» , sigue uniéndose en el placer de celebrar un buen gol de un «puntero izquierdo». En Alicante, Sancreu conoce de los catalanes en Chile, y la crítico Alemany sabe de la nueva narrativa chilena y le apasiona el fútbol tanto como a Benedetti.





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Esteban Valenzuela van Treek, diputado por Rancagua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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