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Día Mundial de la Eficiencia Energética


Suerte que existe un Día Mundial de la Eficiencia Energética que interrumpa el concierto de recomendaciones no sustentables para satisfacer un paradigma consumista del uso de la energía, y postular iniciativas que pretenden condicionar negativamente el desarrollo equilibrado de las regiones de Chile (como el desarrollo nuclear o la edificación de megacentrales hidroeléctricas) o que poco o nada tienen que ver con sus necesidades. Así se cuentan proyectos de generación eléctrica que pueden traumatizar tanto la vida de comunidades locales como la de ecosistemas, y así también la demanda eléctrica en el Sistema Interconectado Central (SIC) marcó un incremento de 6,5% durante 2006, aun cuando la economía creció apenas 4,2%.



O sea, si hay una variación del acoplamiento entre crecimiento económico y demanda energética, esta tendencia agudizó el absurdo: Primero, gastamos cada vez más energía en ser ineficientes y derrochadores, y segundo, las llamadas «regiones» deben sacrificar su desarrollo para beneficio de Santiago. Además, la política energética del país sigue fuertemente determinada por la agenda de un sector privado que, al tener como central motivación al lucro, descansa al registrar utilidades gigantescas.



Vivimos en el país latinoamericano donde la ineficiencia energética es más aguda, y si consideramos el hecho de ser los más débiles de la región en materia de suministro, la tendencia tiende además a minar los esfuerzos por paliar la crisis que nos afecta. En eso se funda la necesidad de revertir este círculo vicioso que está lejos de ser «natural» al crecimiento. El parámetro está dado por países desarrollados que han conseguido importantes logros, y por estudios recientes que calculan que nuestro país puede liberar casi 500 MW. Es decir, el equivalente a la generación de la represa Ralco.



El potencial por sector es de 25% en alumbrado; entre 9 y 20% en vapor industrial; 10% en refrigeración; 7,5% en electricidad en congelados de pescado; 18% de ahorro de diésel en calentadores de productoras de alimento; entre 25% y 40% en electricidad y climatización en hospitales, etcétera. Pero es preciso estudiar periódicamente la situación real de la oferta y la demanda energéticas, a efectos de actualizar las políticas de eficiencia y fijar estándares más altos para la construcción, los vehículos, los motores eléctricos y los electrodomésticos. Hay ejemplos notables que refutan la existencia de una relación directa entre demanda energética y crecimiento económico.



En California, por ejemplo, las medidas aplicadas durante una década por la Comisión de Energía (similar a nuestro Programa País de Eficiencia Energética, pero con un presupuesto de US 300 millones anuales) significaron que hacia 1990 el crecimiento de la demanda eléctrica cayera de 7% a 2%, con una economía que se mantuvo estable en su nivel de desarrollo, entre 3% y 4%, lo que anuló la necesidad de construir nuevas centrales generadoras y alejó el miedo a los apagones.



Pero ¿qué significa usar de manera eficiente la energía?. Es obvia la diferencia con ahorrar, porque se trata de maximizar el aprovechamiento de este recurso, sin comprometer el nivel de crecimiento económico ni el bienestar y la comodidad de las personas. En el ámbito doméstico, es la diferencia, por ejemplo, entre preferir una ampolleta eficiente y no una convencional, que ilumina menos y a la larga implica pagar más por el consumo eléctrico. Hay muchas recomendaciones y por eso el llamado es a informarse.



El fin de obtener entre 10% y 15% de la energía nacional a través de medidas de eficiencia en los próximos 10 años (1% a 1,5% anual) es, sin embargo, conservador y ha sido ampliamente superado por los programas a nivel internacional, que logran eficiencias de 5% a 10% en sus inicios y luego de 3% anual. Aun así, un programa conservador permitiría a Chile generar energía a través de nuevas tecnologías, gestión inteligente y manejo de la demanda, desarrollando así, una cultura inexistente en el país.



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Sara Larraín es directora de Chile Sustentable

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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