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Energía nuclear y geopolítica


Llama profundamente la atención que coincida el anuncio del Presidente de los EEUU, George Bush, quien antes de su viaje a Brasil, anunció una fuerte inversión en etanol, la que busca también reducir en un 20% su dependencia del petróleo venezolano, con las presiones ejercidas por un reducido pero influyente sector de la Concertación sobre la Presidenta Michelle Bachelet, obligándola -a contrapelo de sus compromisos- a iniciar estudios de factibilidad para el desarrollo de energía nuclear.



Se abre una discusión sobre el futuro energético y el tipo de modelo de desarrollo nacional, la que tiene implicancia en nuestra relación vecinal y con la geopolítica que se juega hoy entre los EEUU y América del Sur, en temas como el gas, petróleo, petroquímica y la producción de biocumbustibles, biodisel y etanol para la sustitución y mezcla con el petróleo. No es ajeno a lo anterior, la propiedad y explotación de recursos naturales y los derechos del agua dulce para la expansión de tierras para cultivos, agroindustria y minería.



El lobby y la presión creciente en favor del uso de la energía nuclear afectarán progresivamente nuestra relación vecinal. Con Bolivia, se corre el riego de establecer un falso dilema que debilitará aún más las posibilidades de construir una sólida y viable voluntad política de las máximas autoridades del Estado chileno, así como del capital vinculado a la energía y del pueblo chileno en su mayoría, para avanzar en resolver los temas pendientes, en particular respecto de su reivindicación marítima soberana. No se trata de la lógica de negociar gas por mar para resolver el asunto, pero no nos engañemos: para asegurar un acuerdo bilateral sólido y de futuro tenemos que resolver simultáneamente la legítima reivindicación marítima boliviana con la necesidad de Chile de proveerse de gas de manera permanente y confiable.



Por otro lado, en nuestra relación con Perú, el tema del gas tiene también un componente importante. Las empresas Suez Energy y Gas Atacama han anunciado recientemente una importante inversión privada en el norte de Chile para construir una planta de regasificación, la que complementaría la planta de resagasificación de Quintero. Así, Chile y sus empresas podrán comprar gas a barcos metaneros provenientes de Camisea en Perú (Consorcio en el cual tiene una importante participación Sonatrach de Argelia) en un futuro próximo. Recientemente, la Compañías Estatales de Petróleos del Perú y Brasil (Petroperú y Petrobrás) han anunciado la inversión para la construcción de una Planta de Petroquímica y la construcción de un gasoducto que llevará el gas natural de Camisea hacia la planta de petroquímica, sea en Matarani (Arequipa) o Ilo (Moquegua). El futuro gasoducto estará a cargo de Petroperú y el grupo Suez Energy y podría extenderse hacia Tacna. Es decir, dejaría abierta la posibilidad de conexión por el lado chileno.



Tiene razón el senador Alejandro Navarro: ¿Por qué dejarnos llevar por un falso dilema sobre energía nuclear y no enfrentar seriamente nuestras posibilidades de resolver los temas pendientes con Bolivia y encarar seriamente nuestras necesidades de suministro de gas? ¿Por qué no invertir seriamente en estudiar el GNL y sus proyecciones futuras en el mercado internacional ¿Por qué no analizar con real voluntad política y técnica nuestra vinculación con el gasoducto del sur que impulsan Venezuela, Brasil y Argentina?



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Esteban Silva Cuadra, analista Internacional


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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