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Resultados de una gira anunciada: Bush y América Latina


Tal cual lo había planteado en un artículo anterior respecto de las desmesuradas expectativas que se hacían sobre la gira de George Bush por algunos países de América Latina, ésta ha confirmado que la Casa Blanca no tiene proyectos estratégicos para la región, que vayan en dirección de corregir o enmendar los rumbos impuestos por la ortodoxia liberal y el impacto que han tenido en los ámbitos económicos y sociales, así como el empecinado diagnóstico de los formuladores de políticas estadounidenses que sólo ponen énfasis en aspectos reactivos, tratando de forzar las realidades en dirección de aquellos temas que solo son de interés norteamericano.



Los énfasis que George Bush puso en cada país visitado tienen que ver con su agenda en relación con la región (energía, narcotráfico y migración), frente a la cual no demostró mayor interés en buscar fórmulas que pudieran ser compartidas y por lo tanto beneficiosas para ambas partes.



Una vez más busca la subordinación y no la cooperación para enfrentar problemas que también son nuestros, pero que requieren ópticas distintas para lograr los éxitos que con mucha urgencia se necesitan.



Para el caso de Brasil y su política energética alternativa, hubo acuerdos en la lectura del problema y el desarrollo de la opción de la masificación del etanol, llegando a postular la unión de sus fuerzas para incentivar el aumento de la producción y por lo tanto de su uso. Pero un paso fundamental quedó trabado ante la negativa estadounidense de disminuir las tarifas aduaneras provenientes de la explotación de la caña de azúcar, como había sido una petición explícita del presidente Lula. Recordemos que las tarifas, actualmente son de 54 %. Con esto se mantienen los límites a la exportación brasileña y consecuentemente protegen a los productores de Estados Unidos, manteniendo el doble estándar en política económica de los subsidios indirectos.



En Colombia se hicieron sentir a toda voz la petición del gobierno de Uribe para que se comprometiera a acelerar la ratificación del acuerdo de libre comercio entre ambos países, que sigue detenido en la Cámara de Representantes de Estados Unidos y que hoy enfrentará mayores complicaciones debido a la mayoría demócrata, que ha tendido a mirar con más detención el conjunto de aspectos involucrados en el acuerdo.



Pero el principal anuncio tuvo que ver con el aporte del gobierno norteamericano en la lucha contra el narcotráfico. A pesar de que las evaluaciones del proceso no son del todo positivas, Estados Unidos se comprometió a hacer un nuevo aporte de US$ 3.900 millones para los próximos siete años, que se suman a los ya entregados US$ 5.000 millones que se han hecho desde 2000. Lamentablemente, esto significa prolongar el Plan Colombia bajo los actuales esquemas de represión y militarización de la lucha contra el narcotráfico, sin llegar a soluciones integrales y estructurales.



Esto aparece contradictorio, en el marco de una política regional en la lucha contra las drogas, con la fuerte disminución de los recursos que Estados Unidos asignaban a la lucha contra el narcotráfico en la zona del Caribe. En el marco del Encuentro Regional sobre Drogas, realizado en Santo Domingo el 16 de marzo para promover la cooperación entre los Estados de la sub región, se denunció que el aporte del gobierno de la Casa Blanca se ha restringido en 62 % desde septiembre de 2001.



En su paso por Guatemala, que es el principal aliado de Estados Unidos en Centroamérica, el tema central fue copado por los problemas migratorios. George Bush planteó una reforma completa a la ley de inmigración antes de agosto de este año, pero dejó en claro que no iba a existir una amnistía al respecto. Lo que hace prever que se mantendrá la persecución y deportación de ilegales (aunque lleven muchos años viviendo y trabajando en Estados Unidos), como ha venido ocurriendo en los últimos meses, con la expulsión de decenas de miles de guatemaltecos. En todo caso un aspecto que no será del todo sencillo, como lo planteó el mismo presidente, pues no era fácil pesquisar y expulsar a más de trece millones de latinos, que se considera están en condiciones de ilegales en territorio norteamericano.



Algo similar fue el tono del encuentro con el presidente mexicano, que a su vez hizo reclamos muy fuertes por la construcción del muro fronterizo y la alta demanda de drogas en el pueblo norteamericano, lo que impacta negativamente en México pues contribuye de manera importante al crecimiento de la criminalidad en el país azteca. Como ha sido sostenido por todos los especialistas de la región, si Estados Unidos no ataca fuertemente el consumo que se desarrolla en su propio territorio, no tiene expectativas de éxito su política antidroga en suelo latinoamericano.



Así, el balance de la gira de Bush no arroja nuevos ni positivos elementos a la política que ya viene desarrollando hace años. Es más, se encontró con nuevas polarizaciones, que van desde las manifestaciones en su contra en cada lugar que visitó, hasta la «contra gira» realizada por el gobernante venezolano, Hugo Chávez, que visitó otros lugares emblemáticos a los cuales les ofreció paquetes de ayuda y solidaridad más concretas que las aportadas por el presidente estadounidense.



Pretender que Estados Unidos tenga una política coherente y beneficiosa hacia América Latina supondrá esfuerzos más grandes y sistemáticos que los realizados por George Bush, partiendo por modificar los ejes fundamentales de su política hacia la región, tener una mirada más cooperativa y menos impositiva, y resguardándose de no replicar lenguajes ni acciones propias de la época de la Guerra Fría, especialmente hacia aquellos países que son gobernados por presidentes que buscan estrategias alternativas de desarrollo para sus pueblos.



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Carlos Gutiérrez P. es director del Centro de Estudios Estratégicos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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