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Las condiciones de alternancia política en Chile


Para una cierta tradición de la ciencia política, la consolidación de la democracia se vincula con la posibilidad y la probabilidad de alternancia política. Adam Przeworski señala en este sentido, que la consolidación de la democracia deviene cuando los perdedores de una contienda electoral entienden razonablemente que pueden revertir esta condición en un futuro próximo. De este modo, los desenlaces de la competencia electoral y las soluciones a los conflictos sociales en sentido amplio, se definen por su condición de estados contingentes o provisionales. A esta condición Przeworski la denomino «incertidumbre institucional o estructural».



El desarrollo político en Chile se encuentra a nuestro entender, entrampado por la improbabilidad de producir alternancia, esto es, un recambio en la composición del actual bloque hegemónico.



Bajo este diagnóstico identificamos cinco obstáculos estructurales para generar alternancia y recambio en el poder en nuestro sistema político.



Primero, una sistemática pérdida de cohesión de la derecha que se explica por la retracción de la convergencia entre corrientes corporativa (Jaime Eyzaguirre), autoritaria (Alberto Edwards, Mario Góngora) y neoliberal (Sergio de Castro y Chicago boys). El citado proceso de aproximación ideológica en el sector fue potenciado por el trabajo doctrinario y estratégico de Jaime Guzmán en la década de los setenta y ochenta. Fue efectivamente Guzmán quien tendió puentes entre tradiciones tan disímiles e incluso antagónicas como las mencionadas, para que cristalizara organizativamente la derecha post-dictadura.



No obstante, la hegemonía sin contrapeso de la corriente neoliberal al interior de la derecha, o dicho de otro modo, la falta de recambio entre los tres proyectos históricos que componen la nueva derecha en Chile, se ha transformado en el factor principal de erosión de las lealtades en el sector. Dicho fenómeno podría explicar la conflictividad interna de la Alianza y la marginalidad potenciada «desde adentro» de los Longueira boys.



En segundo lugar, la derecha manifiesta una persistente facticidad que se expresa en el rechazo a la construcción de mecanismos institucionales para resolver sus conflictos internos. El peso de lo fáctico no sólo es una consideración para entender el modus operandi de la derecha respecto de otros sectores, sino también para entender sus tendencias autodestructivas. En este sentido, la convergencia potenciada por Guzmán estaba en lo cierto cuando suponía que al final del día, por disímiles que aparecieran gremialistas y chicagos, ambas eran familias políticas que operaban de manera anticonstructivista.



En tercer lugar, la incapacidad de la derecha para identificar, cooptar o construir una mayoría social de respaldo para su proyecto histórico, en el marco de la actual estructura de valores de la sociedad civil en Chile. La buena noticia podría ser que, desde el punto de vista empírico, estudios internacionales como World Values Survey muestran que la sociedad chilena todavía puede caracterizarse mayoritariamente por valores definidos como tradicionales. La mala noticia en cambio, es que dado que programáticamente la transición a la democracia en Chile significó la aceptación transversal de un proyecto asimilable a la derecha, el mayor desgaste «simbólico» lo sufrirá precisamente este sector.



En cuarto lugar, aparece como un factor que dificulta la alternancia, el vacío político generado por la inexistencia de una izquierda auténtica y relevante capaz de liderar los procesos de cambio y la critica al status quo. La ausencia de un proyecto contra-hegemónico en la izquierda queda al descubierto con la falta de «realismo político» de ciertos grupos de la izquierda extraparlamentaria y también, con el «colaboracionismo» vacío de proyecto, que se observa en ciertas actuaciones del PC frente a las prácticas cooptativas de la Concertación. En este sentido habría que preguntarse: ¿Cuál será el grado de lealtad que el PC tendrá con la Concertación de prosperar la reforma al sistema electoral que permite su inclusión en la arena parlamentaria? ¿Qué efectos generará esta inclusión del PC en la conflictividad social y las tendencias a la anomia observadas en el último tiempo?



Finalmente, la dificultad estructural para la alternancia en Chile se profundiza por la ausencia de ideas y la falta de institucionalización de las ciencias sociales. Esta situación se expresa en el bajo grado de autonomía de ciertas disciplinas respecto del discurso hegemónico, la proliferación de los «sociólogos y politólogos de palacio» y las tendencias al parroquianismo o feudalización en la discusión académica. Particularmente, la falta de independencia y de institucionalización de las ciencias sociales se explica por la existencia de una práctica profesional entendida como «carrera personal», por el control ejercido desde las estructuras políticas sobre los recursos para realizar investigación crítica y por la persistencia de «barones» al interior de las disciplinas que en su mayor parte han sido los «padres fundadores» de la matriz política de la transición.



En consecuencia, aumentar las oportunidades para la alternancia de proyectos históricos y el recambio en el bloque hegemónico en Chile supone modificar una o más de las cinco problemáticas estructurales que han sido descritas. La sola alternancia de partidos en el gobierno, en cambio, deja a la irrelevancia de la política y la anomia social, a la vuelta de la esquina.



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Marcelo Mella Polanco. Licenciado en Historia; Magíster en Ciencia Política y Doctor en Estudios Americanos. Coordinador de la carrera de Licenciatura en Estudios Internacionales, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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