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Mayor compromiso social


La desastrosa puesta en marcha de Transantiago no sólo ha sido un duro golpe para el Gobierno en términos de que se ha puesto en cuestionamiento su capacidad técnica y de gestión. Lo más oprobioso, sin duda, ha sido el reclamo de miles de santiaguinos, especialmente de los más modestos, que se han sentido profundamente afectados en su dignidad como ciudadanos. Esto debe resultar especialmente doloroso para la Presidenta de la República, quien no sólo representa una promesa de transformación en lo que es la cultura tradicional de nuestro país, especialmente la política, sino que también, y creo que por sobretodo, un compromiso intenso con políticas de cambio social y de mayor equidad.



Los problemas de Transantiago, muy a nuestro pesar pero con razón, han implicado poner en duda dicho compromiso por mayor equidad y la real sensibilidad con que se aborda desde el Gobierno, especialmente por parte de las autoridades de Hacienda, el diseño e implementación de las políticas públicas.



Por lo mismo, la envergadura de los problemas y desafíos que hoy debemos afrontar como país, y el debido cumplimiento de los compromisos de gobierno adquiridos por la Concertación, no dejan espacio para rencillas inútiles ni tampoco para dudas sobre hacia dónde debe apuntar nuestro foco. Chile necesita hoy crecer más y mejorar nuestros niveles de productividad, si se espera alcanzar prontamente mayores grados de desarrollo, pero por sobre todo requiere reformas económicas y sociales que permitan disminuir la vergonzosa brecha de equidad que existe en nuestro país que, junto con condenar a la menesterosidad a miles de chilenos, precisamente por esta razón se convierte en un impedimento para la implementación de proyectos de modernización que, como Transantiago, apuntan a mejorar la calidad de vida de toda la comunidad.



El Gobierno y la Concertación deben recobrar la confianza del pueblo en su compromiso efectivo con una visión del desarrollo que apunta de modo central a la justicia social, es decir, a la erradicación de la pobreza y a una mejor distribución de la riqueza, y a una mayor calidad de vida para todos, sin dejar de lado por cierto los aspectos de crecimiento y modernización que son, por lo demás, elementos que, bien orientados, sustentan lo primero.



El Gobierno debe, entonces, como cuestión inmediata, poner todos sus esfuerzos en sacar adelante durante este año la reforma previsional, que de resultar exitosa significará una gran ayuda para uno de los sectores más precarizados de nuestra sociedad; avanzar en una reforma a la educación que asegure mayor calidad de educación a todos los niños chilenos, especialmente a los más pobres; establecer un estatuto jurídico-económico para la pequeña y mediana empresa que les permita desarrollarse de manera sostenida y tranquila, lo que no sólo implica facilitar su financiamiento, sino que también asegurarles capacidad de competencia, atendidas sus propias características.



Adicionalmente, se deben abordar las cuestiones pendientes en temas de especial complejidad: reforma tributaria, desconcentración económica, ciudad y territorio, nueva política habitacional, desarrollo tecnológico e investigación, política energética. A ello se suman las reformas institucionales relativas a regionalización y desarrollo municipal, que dicen relación con problemas agudos de discriminación e inequidad por razones territoriales.



Quedan aún casi tres años de mandato de la Presidenta Bachelet, tiempo en que se puede hacer mucho en la línea de lo expuesto. Para ello, y como cuestión esencial, requerimos reforzar y renovar nuestra vocación y convicciones como Concertación y Gobierno.



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Eduardo Abedrapo. Vicepresidente PDC


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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