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El gabinete del desencanto: un nuevo escenario


Las tres ideas directrices con las que la mandataria fue elegida —paridad de género, gobierno ciudadano y un Estado con un tinte más social— fueron sacrificadas en el altar del nunca definido y siempre oportunista «pragmatismo político».



Como la política es el arte de lo posible, a condición de tener la voluntad de pasar a la práctica, tales líneas de trabajo hubieran podido traducirse en una cantera de proyectos sociales innovadores que contribuyeran a potenciar el ímpetu democrático: de pluralismo informativo; de financiamiento de centros culturales juveniles con miras a un Congreso de la Juventud; de subvenciones al arte, la cultura y al cine joven; de clínicas y centros de salud para mujeres; de una vasta red de bibliotecas, de un sistema de previsión público que garantice un ingreso decente para una vejez digna, etcÂ…



Fue lo que nos motivó a llamar a votar en la segunda vuelta por la candidata concertacionista. También había que impedir el triunfo del magnate neoliberal Sebastián Piñera, y ver…



Aunque emanan de la doctrina tercerista y liberal, las ideas-fuerza incomodaban profundamente a un círculo sui generis: el del establishment neoliberal y católico-conservador-masculino, tanto concertacionista como aliancista.



Quedaron como lo que fueron en boca de los operadores políticos que nunca buscaron implementarlas de manera innovadora: consignas para ganar votos. Hecho que no escapa a la perspicacia de la ciudadanía que manifiesta su decepción ante los dos bloques políticos sistémicos, tanto en las encuestas como en las conversaciones cotidianas de los hogares donde habitan los jóvenes del país. Los que más tarde expresan, a su manera, el malestar social incubado en las familias, exacerbado por la crisis del Transantiago.



Adolescentes y jóvenes manifiestan ruidosamente a quienes quieran escucharlos: aquí estamos, pero entre las elites (las políticas y la oligarquía propietaria) del país y nosotros hay una fractura social que se agranda.



En el plano político llama la atención la incapacidad de los parlamentarios de izquierda de la Concertación en articular una posición socialdemócrata auténtica que defienda las reivindicaciones sociales e impida la derechización en un marco de aumento del descontento con las políticas neoliberales. Las correlaciones de fuerzas no son inamovibles. Por ejemplo, el que se le dé luz verde a un Contralor apreciado por las derechas y se bloquee la ruta al mismo cargo a un demócrata republicano-liberal propuesto por la ex ministra Paulina Veloso desprestigia al ritual de la política de los acuerdos.



Es incomprensible que los sectores progresistas de la Concertación se aferren al antidemocrático sistema binominal, al igual que las derechas, como si fuera un seguro de vida.



La democracia está gobernada por el principio de incertidumbre. No reconocerlo la transforma en un sistema de privilegios de castas. Si en las sociedades contemporáneas el espacio de debates ciudadanos se reduce a las opiniones expresadas en el dispositivo mediático (los propietarios de medios de comunicación chilenos caben todos en la misma Limusina) y si las corrientes políticas que atraviesan la sociedad no tienen representación en el parlamento, el sistema político excluyente se transforma en un mecanismo generador de crisis sociales y políticas recurrentes.



En tales sociedades, los medios crean el suceso, pero los ciudadanos procesan de manera crítica la información (o la desinformación por omisión).



La poderosa simbología de niñas con la banda presidencial atravesada en el pecho el día de la asunción al poder de la primera chilena elegida presidenta, sirve para atestiguar hoy el profundo desencanto de miles de ciudadanas cuyas expectativas de mujer estallan en añicos. Una vez más, se impusieron los mismos intereses conservadores. Una vez más, se arrinconan los derechos y las reivindicaciones de género de la mitad de Chile.



Reivindicación democrática de mujer y política religiosa



En una de sus primeras salidas públicas el flamante Ministro Viera-Gallo visitó al más alto dignatario de la Iglesia Católica y le ofreció de regalo pascual una promesa. No sólo el aborto terapéutico continuará siendo un delito, sino que su despenalización y el derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo (1) no serán discutidos en el parlamento binominal chileno, le aseguró el ministro de Estado al cardenal arzobispo de Santiago, Monseñor Francisco Javier Errázuriz. Así, sin que las ciudadanas fueran consultadas, se ponía término a una reivindicación democrática de las mujeres de Chile.



Bien lo saben las militantes de la Concertación: el derecho al aborto (2) (negado por el poder patriarcal culpabilizador del clero en un contexto de retorno del oscurantismo religioso) es un derecho universal de las mujeres conquistado en los países democráticos (liberales) después de arduas movilizaciones sociales a finales del siglo pasado. Ironía de la política: el derecho a disponer libremente de su cuerpo, el primer paso de la emancipación de la mujer para acceder a la igualdad, les es negado hoy por el «progresismo liberal» a la chilena.



Mutis por el foro en los Think Tanks «liberales» (los intelectuales de Expansiva de ambos sexos). Ellos y ellas no opinan sobre el tema. Aunque el derecho a ejercer un control sobre su propio cuerpo (clave de la autonomía) sea un principio de base del liberalismo filosófico. De este modo, el liberalismo a la chilena es reducido a la más mínima expresión ideológica del economismo vulgar: la de la restringida libertad individual para emprender en el mercado en un contexto de reducción de la influencia social del Estado.



Por supuesto, para eso están las clínicas privadas: para lucrar con el mercado del aborto clandestino. Hipocresía de las clases pudientes que obligan a sus hijas a abortar mientras que sus representantes políticos conservadores les imponen a las hijas de las clases asalariadas el estigma de una maternidad no deseada o el riesgo de la muerte y la enfermedad después de un aborto practicado en instalaciones poco seguras.



Las preguntitas de la prensa anglosajona



Fueron los cuestionamientos de la prensa internacional los que hicieron temblar a los hombres de palacio, preocupados por la «imagen país». Sin embargo, los análisis del liberal y demócrata cotidiano de la costa Este de EEUU, The New York Times, y del boletín neoliberal de información de las elites globalizadas, el británico The Economist, si se los lee entre líneas, mostraban más sorpresa que críticas.



¿Cómo es posible que se haya permitido el «laissez faire» de la corrupción en un país vitrina del neoliberalismo? ¿Por qué los tecnócratas de un modelo neoliberal exitoso son tan ineptos en la aplicación del modelo de «alianza público-privado» fruto del cerebro de los teóricos del mercado para administrar un bien público como el transporte ciudadano en una metrópolis tercermundista como Santiago? ¿No es demasiado que los estudiantes tengan que ir a la huelga para exigir la corrección de los excesos del mercado en la repartición de un bien público como la educación? ¿Cómo es posible que un neoliberal de clase como el ministro Velasco no entienda que hay momentos en los que hay que invertir la plata de Chile en el país y en programas sociales porque de lo contrario se rompe la cohesión social necesaria para que los asalariados produzcan y las empresas lucren?

Los dos grandes medios periodísticos citados y otros como el Herald Tribune, además de organizaciones de gobernanza global como el FMI, la OMC y el Banco Mundial, están preocupados porque en una América Latina socialmente reivindicativa e inestable se les agriete el modelo neoliberal chileno. En un mundo conectado las imágenes de descontento social dan la vuelta al mundo. Además, en la batalla de las ideas el neoliberalismo aparece perdiendo algunas plumas debido al aumento creciente de las desigualdades y a la profunda crisis ecológica de la cual es el primer responsable.



La renovación del pacto conservador y las opciones del PC



Es evidente que el «izquierdismo renovado» administra demasiado bien los intereses del capitalismo globalizado. Pero el riesgo que trae aparejado el celo neoliberal es la vida peligrosa. Frente a tanta insensibilidad ante las demandas sociales insatisfechas, la paciencia de los ciudadanos se agota.



Por eso vinieron las correcciones, pero reforzando al equipo neoliberal con el ministro Cortázar y los hombres de Expansiva-Velasco. Por lo tanto, nada indica que los tecnócratas en el poder junto con el hábil operador que es Viera-Gallo, —el hombre que encarna la renovación del pacto entre las elites concertacionistas y aliancistas—tratarán de implementar las transformaciones necesarias para responder a las demandas sociales.



Demandas que apuntan todas a la exigencia de igualdad social y a la democratización del país. Y, de manera específica, a ampliar los derechos sindicales de los trabajadores, a la equidad de género, a la educación pública de calidad, a la preservación de la vida sana mediante un impuesto especial a las empresas destructoras del medio ambiente y al consumo de lujo, al reconocimiento de la autonomía del Pueblo Mapuche y a una política exterior que no dependa de la voluntad del canciller de turno, sino de un debate argumentado de los ciudadanos de una nación inserta en el mundo latinoamericano.



Es la coyuntura en la que cobra sentido y cabe preguntarse si el Partido Comunista de Chile está aceptando y negociando demasiado rápido las tibias reformas que buscan preservar la esencia del binominal, pero sin construir un amplio movimiento por la democratización política. Es legítima entonces la siguiente hipótesis de trabajo: el binominal modificado, si no es reemplazado por un sistema de representación proporcional, se erigirá de «facto» en un muro de contención de las demandas de democratización de la sociedad chilena aumentando los grados de conflictividad del régimen post-dictadura.



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(1) La mayoría de los casos de aborto están ligados a causas sociales, a la angustia del futuro, a las carencias y a la falta de condiciones para el ejercicio de una maternidad y paternidad responsables, a leyes laborales que no defienden los derechos de los trabajadores, particularmente de las mujeres que viven la explotación y el trabajo precario.



(2) El derecho a decidir libremente el número de hijos y del momento para tener o no es un derecho fundamental reconocido en la Convención de la ONU acerca de la eliminación de la discriminación contra la mujer. Además, en el boletín de Amnistía Internacional puede leerse: «la ofensiva que ataca los derechos de las mujeres en materia de sexualidad y de procreación, ha sido dirigida por grupos cristianos conservadores apoyados por EE.UU. y cuenta con el apoyo del Vaticano y de algunos Estados de la Organización de la Conferencia Islámica».



Leopoldo Lavín Mujica. Profesor, Département de philosophie, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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