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Francia: Las variables e incógnitas de la primera vuelta


Ahora les toca a los franceses elegir a su próximo presidente, y a un par de días del inicio de la primera vuelta, la situación se ve bastante compleja, por decir lo menos. ¿Por qué? Porque entre 40 y 50% de los electores, según los estudios realizados, declaran que todavía no saben por quien votar.



Es cierto que los candidatos sobran. La mayoría de los analistas se enfocan en los cuatro «grandes», uno de los cuales terminará ineluctablemente en el sillón presidencial: Ségolčne Royal (Partido Socialista), quien garantiza el sueldo mínimo de 1.500 euros, el aumento de las pensiones, la creación de empleos para los jóvenes, el incremento del rol activo de las regiones, y apoya el matrimonio gay; Nicolas Sarkozy (Unión por un Movimiento Popular), quien se propone regular los flujos migratorios con la creación de un Ministerio de la Inmigración y defiende la flexibilización del mercado laboral; Franí§ois Bayrou, presidente de la Unión Democrática Francesa, y candidato del centro, partidario incondicional de la Unión Europea y de la economía social de mercado; y el infalible -aunque octogenario- Jean-Marie Le Pen (Frente Nacional), quien sigue basando su campaña sobre la limitación de la inmigración y el reestablecimiento de la pena de muerte.



Pero no se puede despreciar el peso de los otros candidatos en medio de tantas controversias e incertidumbres. A la izquierda, Marie-George Buffet (Partido Comunista), Arlette Laguiller (Lucha Obrera), Dominique Voynet (candidata ecologista), Gérard Schivardi (Partido de los Trabajadores), Olivier Besancenot (Liga Comunista Revolucionaria), y José Bové (representante de la izquierda liberal y antiglobalización); y a la derecha, Philippe de Villiers (Movimiento por Francia), que retiraría la circulación del euro en Francia y se presenta además como ferozmente opuesto al matrimonio homosexual, y Frédéric Bihous (partido Caza Pesca Naturaleza y Tradición).



En Le Monde del 12 de abril, Alain Garrigou, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Paris X – Nanterre, aseguraba que «la indecisión es en gran parte una creación de los sondeos». Según él, cuando se realiza una encuesta, se les pregunta a los electores no solamente quien es su candidato favorito sino también si están seguros de su preferencia, lo que induce una respuesta negativa. Esa nueva formulación de la pregunta resultaría, según Garrigou, del miedo de los especialistas a equivocarse en sus estimaciones, después de lo que ocurrió en las elecciones del 2002.



En otras palabras, los sondeos reflejan más la manipulación realizada por sus productores, como consecuencia de sus propias dudas, que las opiniones de las personas sondeadas. Considerando solamente los cuatro candidatos más fuertes, llegamos a seis combinaciones posibles para la segunda vuelta, con 12 órdenes de llegada para los dos primeros candidatos y 24 para los cuatro. Frente a ese nivel de incertidumbre, los electores prefieren quedarse callados cuando se les ofrece la posibilidad de hacerlo, una reacción perfectamente entendible.



No somos pocos los que ya están dispuestos a quitarle un voto a Buffet o a Laguiller en la primera vuelta para dárselo a Royal, y así evitar una segunda vuelta Sarkozy-Bayrou, o peor, una segunda vuelta donde Le Pen estuviera presente, lo que nos obligaría a votar entonces a favor de Sarkozy o Bayrou, según el caso, para descartar el Frente Nacional. Es decir, el mismo escenario que mantuvo a Chirac en la presidencia, en las elecciones del 2002, con más de 82% en la segunda vuelta, una cifra que no reflejaba una victoria sino un rescate.



¿Qué significan entonces los sondeos en un contexto tan intricado, y con parámetros que no expresan la opinión verdadera de los ciudadanos sino su miedo a algo peor? Es difícil definir en qué momento resuelven a quien van a dar su voto, por lo tanto cada sondeo publicado lleva consigo más confusión y más indecisión. Los estudios de sociología electoral son más fiables que los sondeos realizados a la salida del metro, pero justamente por eso se publican sus resultados un par de años después de las elecciones y no durante la campaña.



La prensa francesa, en las últimas semanas, mencionó reiteradamente que se han realizado más sondeos durante esta campaña que en 2002, en parte porque ha crecido el número de institutos de sondeos, y también porque los partidos se apoyan cada vez más en los mismos sondeos para desarrollar su campaña. También señaló que ha aumentado el número de ciudadanos que se niegan a revelar sus intenciones de voto, lo que reduce la fiabilidad de las cifras. Sin embargo, los porcentajes que adornan cada día las portadas son adictivos: el enfoque está en las estadísticas y no en los debates, en las cifras y no en los contenidos, en señales manipuladas y no en temas de fondo. A unos días de la primera vuelta, el electorado francés está tratando de huir de la embriaguez de los sondeos, porque sabe por experiencia que la resaca puede ser acerba.



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Sylvie Moulin, Académica y cronista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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