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No desaprovechemos esta oportunidad


Necesitábamos que los jóvenes reclamaran como jóvenes, en mayo del año pasado, para que «descubriéramos», y de qué forma, la crisis de la educación. Durante mucho tiempo, tratamos de convencer y convencernos de que todo iba bien, incluso mejor que antes. Abruptamente y sin más la realidad cayó sobre nosotros: tenemos un sistema que no sirve mucho, reproduce y condena a una mala educación a quienes más necesitan de una buena educación.



Agobiados porque este último grito de alerta surgió desde los estudiantes y no desde los profesores y los intelectuales, constituimos un Consejo para analizar el tema. Se arriba a un Informe. Cuestionado o no, la obra queda y se transforma en tareas, medidas, acciones y leyes. Creemos siempre -con un dejo legalista y algo de inocencia culposa- que la ley soluciona lo que la porfiada realidad se niega a obedecer.



¿Qué buscamos con estas medidas legales? (Proyecto de Ley General de Educación, LOCE, etc.). ¿Sabemos cuáles son los problemas centrales que afectan a la educación? ¿Tenemos conciencia de lo que ellos implican y de los recursos que involucran (personas, tiempo, financiamiento)?



¿La mala calidad de la educación se relaciona solamente con los sostenedores privados que lucran, mientras que los públicos trabajan y van pérdida? ¿En eso se resume todo? ¿Es posible, con US$ 55 per cápita/alumno en cada mes de gastos corrientes, producir la buena educación que se requiere para los más necesitados? ¿Los establecimientos privados exitosos de nuestro país funcionan con ese presupuesto?



¿Es posible que un país con uno de los mayores índices de desigualdad social en el mundo, lo corrija mediante el sistema educativo y con ese gasto per cápita?



Muchos de los problemas que afectan a nuestra educación están vinculados a un déficit de democracia en la sociedad y en cada una de sus instituciones; ello significa que la crisis de la educación es un síntoma de crisis de la sociedad chilena.



En los últimos 40 años, Chile pasó de una atención preferente y ejecutora del Estado en educación a una secundaria (Estado subsidiario), sostenida en una LOCE que aún regula la gestión y financiamiento del sistema educativo, basada en el criterio de libre competencia para administrar la educación. La educación, conceptualmente, pasó de ser un derecho a una mercancía. En ella el ciudadano dejó de estar el centro de la preocupación y atención.



La cultura del mercado con sus valores (competencia, lucro, eficiencia, etc.), coloniza la sociedad, replegando y escindiendo (fracturando) la cultura de la ciudadanía democrática, sus valores (justicia, bien común, respeto a los derechos fundamentales), cambiando el eje de la relación entre economía y sociedad. En vez de subordinar la economía a los cánones y valores de la democracia, se produce el efecto contrario: ésta regula los otros ámbitos de lo social, y por ello fragmenta y destruye la esencia de la democracia, reduciendo a los ciudadanos a la mera satisfacción de necesidades elementales.



Es llamativo que los dos temas esenciales de controversia giren en torno a la posibilidad de seleccionar/no seleccionar estudiantes y al cobro (con lucro por esta actividad). Son elementos complejos para debatir en dos líneas, pero aún así pensemos: en Chile vivimos desde hace décadas un creciente proceso de desigualdad social, su resultado es que cada vez hay menos interacción social entre los diferentes y más con los iguales: ¿Cómo vamos a poder generar una sociedad estable si no sabemos relacionarnos entre los diferentes? Por el contrario, alimentamos la sospecha ante los que no son iguales, vemos en ellos una amenaza antes que una posibilidad. de hacer comunidad.



Respecto del otro tema. No siendo el lucro un acto perverso en sí mismo, ¿por qué debatimos acerca del lucro y no respecto del cumplimiento de los principales objetivos del sistema educativo?



Esta es una gran oportunidad de reconstruir un espacio común y fortalecer nuestra democracia. Desde la esquina cerrada de cada uno, es claro el resultado: perderemos una vez más la oportunidad, eso si dejando claro y culpando a los otros de esta situación ¿Y, donde queda mi responsabilidad? ¿Nuestra responsabilidad?



En democracia somos responsables de nuestros actos: individuales y sociales.





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Sebastián Donoso y María Angélica Oliva. Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional- Universidad de Talca.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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