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Mayo: Celebraciones que no son


El pasado Primero de Mayo conmemoramos el «Día de los Trabajadores», instituida en todo el mundo en homenaje a los mártires de Chicago. La fecha es propicia para reflexionar acerca de la importancia del capital trabajo en el desarrollo de los países. También, el 13 de Mayo, celebramos el «Día de la Madre», como homenaje a la protagonista del ciclo de la vida. Desgraciadamente, como muchos otros símbolos, los significados de ambos episodios se han desvirtuado en función de intereses subalternos de sus disminuidas organizaciones, los primeros, y por la mercantilización de los sentimientos humanos, los segundos.



En referencia a la precariedad de las organizaciones de trabajadores, tenemos una Central Unitaria de Trabajadores (CUT) que no representa más del 11% de los trabajadores del país, además de la existencia de otras organizaciones menores, como muy bien lo ha señalado el último informe de la OIT sobre Chile.



Es lamentable que la redemocratización del país, no haya asumido la tarea de restituir el tejido social de los trabajadores de la ciudad y del campo, como si el trabajo organizativo en esa esfera desmereciera la actividad pública de líderes y pseudo líderes políticos, sin que ello signifique que se esté propiciando el intervencionismo de los partidos en estas organizaciones.



Es cierto, la autonomía de los movimientos sociales debe resguardarse, pero es responsabilidad de los partidos generar cuadros dirigentes para actuar y fundirse en las instancias de lucha y de representatividad social, ya que así cumplen su papel de instrumentos de acción entre la sociedad y el poder constituido. No hacerlo, es sencillamente no creer en los trabajadores organizados.



La democracia necesita la presencia activa y unitaria de los trabajadores, con organizaciones capaces de representar con fuerza e independencia los intereses de sus asociados, los mismos que fueron actores importantes en la lucha contra la dictadura. y que se les ignora al momento de la distribución de la riqueza, fruto de sus esfuerzos.



Ojalá que en un futuro cercano, podamos celebrar este día con organizaciones potentes y unitarias, dirigidas por nuevas generaciones de dirigentes que, teniendo presente a Luis Emilio Recabarren, Clotario Blest o Tucapel Jiménez, los ilumine y le devuelvan al movimiento sindical su pasado de gloria que les hizo respetados en la vida nacional, recuperando su capacidad de incidencia en el rumbo económico del país, actitud que tanto se necesita para salir del neo-liberalismo en que estamos entrampados.



Por su parte, el «Día de la Madre», es fecha difícil de olvidar, no por los sentimientos que ella entraña, sino más bien por la atosigante publicidad que el comercio despliega con este motivo.



Este brutal bombardeo publicitario, nos conmina a recordar que el Dios de la época es el «mercado» y es obligación sagrada entregarnos a él, para lo cual se apela sin ningún respeto a esa noble figura. Tenemos, entonces, que en vez de ser un día de reflexión sobre la familia en torno a ese ser fundante de la misma: la Madre, se transforma en un festín de regalos materiales que, más que demostrar afecto, releva el éxito económico de los hijos. Así, la cultura de la fatuidad que se difunde, cabalgando en los medios masivos de comunicación, transforma los nobles objetivos de esta fecha.



Lo que ellas representan no amerita ser trajinado por el mercantilismo desbocado; representan la vida misma, hacen nacer, cuidan, desarrollan y defienden esas vidas sin fijarse en los sacrificios implícitos de esos actos. Por ello, es doloroso observar la manipulación que se hace de su existencia y presencia, en nombre de libertades que atropellan los valores superiores que ellas encarnan.



Consustancial con el modelo de desarrollo que nos han impuesto, se desarrolla una bazofia cultural que apunta a enajenar mental y valóricamente a los ciudadanos, en que se inscribe la distorsión del significado de esta fecha. Por ello, pensando en nuestras madres, debiéramos hacer el esfuerzo de sobreponernos a esta subcultura material, internalizando el mensaje de amor, bondad y solidaridad que sabe expresar con sus gestos y cariño. Sería el presente más preciado y permanente que, sin duda, recibirían en silencio.



Los sentimientos encontrados que estas celebraciones representan el estado de ánimo de una sociedad capturada por un neo-liberalismo que ella no eligió.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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