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El Papa y Bush unidos, jamás serán vencidos


En forma quizás inesperada, recientemente América Latina ha estado muy presente en las agendas de los grandes poderes mundiales, lo que ha significado acentuar las visitas de funcionarios de estado, así como el de los dos lideres más conservadores en el actual panorama mundial, como son el presidente de Estados Unidos, George Bush, y el conductor de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI.



Ya tuvimos a Bush en gira por varios países en el mes de marzo, y el 12 de mayo acaba de terminar una mini gira de John Negroponte por los países de Panamá, Colombia, Ecuador y Perú. A esto se suman reuniones muy importantes con instituciones preocupadas del desarrollo latinoamericano del Secretario de Comercio Carlos Gutiérrez (una coincidencia de nombre patética con el autor de este artículo), de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice y el vicepresidente adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental Charles Shapiro.



En todas estas, el mínimo común ha sido la actual trilogía de la política estadounidense, es decir: el libre comercio, la democracia representativa y la lucha contra el terrorismo. Así entonces continúa en la dirección de incentivar estas líneas programáticas en cada uno de los países, y de la misma forma atacar en forma virulenta a aquellos que no comparten las visiones en la exacta dimensión que la Casa Blanca estima como la correcta. La visita de Negroponte estuvo marcada por el alto interés en protocolizar definitivamente los Tratados Bilaterales de Libre Comercio con Panamá, Colombia y Perú y revisar las situaciones de tensión política y comercial con Ecuador. Esta línea es de la máxima importancia para el despliegue de la política económica de Estados Unidos hacia la sub región, una vez que el ALCA ha sido definitivamente sepultada. Poder confirmar estos tratados bilaterales le dará un reposicionamiento interesante en el Area Andina, tal cual lo planteó el mismo Negroponte, ya que se suman a los acordados con América Central y México transformando la ribera pacífico en un articulado económico que está en condiciones de competir con la asociación del Asia- Pacífico, y teniendo a Estados Unidos como engranaje fundamental de éste.



La otra cara de la moneda está dado por el insistente discurso en relación a aquellos gobiernos que no están en su totalidad por esta dinámica y han buscado mecanismos alternativos en la lucha por el crecimiento y el desarrollo y que han tendido a incentivar políticas de integración propias, así como un fuerte acento en la recuperación nacional de materias primas y por el control y regulación de las inversiones transnacionales en la economía doméstica. Los ataques sistemáticos y la denostación de esos esfuerzos gubernamentales, llevan constantemente a que altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos se refieran a ellos en forma agresiva y preocupante, por las amenazas encubiertas que proyectan, haciendo temer los momentos más álgidos de la política de guerra fría que la Casa Blanca promovió en los años setenta, ante opciones políticas que no eran del agrado ni del interés nacional de Estados Unidos.



Un ejemplo reciente de esto son las declaraciones del día 10 de mayo, ante una subcomisión senatorial, de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice quien declaró en relación a Venezuela: «desafía casi todos los intereses de las políticas estadounidenses, incluyendo el mercado libre y la nacionalización de industrias». Debido a esta cuestión fundamental, en la actual proyección regional de la política estadounidense, Venezuela implica una «verdadera amenaza para las economías abiertas, los mercados libres y la democracia en América Latina».



Reténgase el concepto empleado de «amenaza» para referirse a los impactos que la actual política venezolana implica para la región. En el tramado conceptual en boga, una definición como ésta tiene implicancias en el campo de la seguridad, por lo tanto susceptible de ser analizada y codificada en términos militares.



Algo muy parecido pero quizás en un juego de palabras más imbricado, a principios de mayo en un discurso ante el Consejo de las Américas, un grupo empresarial con sede en Washington, el Secretario de Comercio dijo que algunos funcionarios de la región de América Latina han secuestrado el término Justicia Social para aplicarlo a las políticas socialistas; bajo esta clasificación hacen promesas vacías y crean resentimiento. Según Gutiérrez «la auténtica justicia social es dar a todos la misma oportunidad de tener éxito».



En esta reciente gira por el área andina, El vicesecretario de Estado John Negroponte declaró que Estados Unidos desea avanzar una agenda positiva con países del Hemisferio Occidental en materia de comercio, democracia y los esfuerzos para combatir las amenazas transnacionales. Ninguna nación, por sí sola, puede enfrentarse a amenazas tales como el terrorismo y el narcotráfico, dijo el 9 de mayo durante un encuentro con la prensa local en Quito.



Además, para el caso de Colombia y en general el tráfico de drogas en la región, se mantiene el énfasis en los aspectos represivos, que se suman a la permanente lucha contra el terrorismo como otro de los pilares de la política hacia la región, la cual debe seguir el camino de la asociación y cooperación militar y judicial con Estados Unidos.



Charles Shapiro, funcionario del Departamento de Estado, afirmó a fines de abril ante la Subcomisión del Hemisferio Occidental de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes que es fundamental asegurar un ambiente de seguridad, que se concentra en la lucha contra los grupos terroristas y traficantes de narcóticos. En esa misma dirección los funcionarios de gobierno colombiano han asegurado que la continuidad del éxito de estos planes y programas depende en buena parte de la continuación de los fondos de apoyo estadounidense. Esto asegura que en los próximos años, Colombia, será un engranaje clave en la lucha global que George Bush lleva contra el terrorismo y el narcotráfico, tanto para la seguridad propia de Estados Unidos como en las políticas regionales del hemisferio occidental.



Para esto se ha renovado en una segunda fase, la iniciativa que se conoció como Plan Colombia, iniciada en el año 2000, dando paso a un plan para los años 2007 a 2013 que se conoce como «Estrategia para fortalecer la Democracia y promover el Desarrollo Social».



A esta constante demonización de nuestra región, se ha sumado en estos días el Papa Benedicto XVI, quien con asombrosa similitud de conceptos se ha referido a países que tienen «formas de gobierno autoritarias o sujetos a ideologías que se creían superadas». Habiendo participado en la CELAM, la misma que en la década de los sesenta del siglo XX generó una interesante renovación del papel de la Iglesia en una América latina sumergida en una profunda crisis estructural, aprovechó para emitir profundos juicios políticos sobre los modelos de desarrollo que han escogido democráticamente diferentes pueblos.



No fue suficiente su discurso conservador sobre los tradicionales temas valóricos, sino que se sumó a la cabalgata cruzada de George Bush. No basta con decir que critica los sistemas capitalistas y marxistas, cuando claramente experiencia marxista en la región no se vislumbra (más allá que los demagogos de siempre asimilen nacionalización a marxismo), y en cambio nuestros pueblos han sido sometidos por décadas a la voracidad del capitalismo a ultranza, entre ellos particularmente el modelo chileno.



A esto se suma su colonial alusión al mundo indígena, el que hoy cobra renovado protagonismo en aquellos países que son la mayoría de la población y buscan ser consecuentemente actores esenciales en la búsqueda de nuevos derroteros de igualdad y justicia social. Varios dirigentes indígenas brasileros cuestionaron al Papa por considerar sus dichos como arrogantes, irrespetuosas, equivocadas e indefendibles, incluso como un paso atrás en las declaraciones que el Papa Juan Pablo II había emitido en 1992 en relación a la evangelización de América, donde incluso pidió perdón por los errores cometidos.



Nuevamente asistimos a la unión del poder terrenal y espiritual para cruzarse en la libertad y justicia para los pueblos.





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Carlos Gutiérrez P. Director del Centro de Estudios Estratégicos. Miembro del Consejo de Populáricos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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