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Lecciones de la apuesta china por África


Hace poco, en algunos de los pasajes que conforman uno de los tres sectores designados para residencias y oficinas diplomáticas en la ciudad-capital de la República Popular China – Sanlitún- era común ver a distintas horas a decenas de jóvenes de origen africano amontonados en torno a una escalera o bajo la luz de un farol, haciéndole gestos de invitación a quien les prestará atención.



Las malas lenguas frecuentemente comentaban sobre la comercialización de droga o la venta de artículos de marca falsificados por parte de aquellos jóvenes africanos, que antes lucían vestimentas similares a las que se le ve a la población estadounidense en barrios como The Bronx, South Philly o East L.A., emulando con sus tenidas, tatuajes y brillantes joyas a estrellas del baloncesto tales como Lebron James o James Kidd.



Un paseo hoy por ese mismo sector revela un cambio asombroso en términos arquitectónicos y, porqué no decirlo, en cuanto a lo que se refiere a la presencia de aquellos jóvenes africanos. La transformación de Sanlitún ha sido tan dinámica, como lo que está obrando China en África. Y eso se siente al caminar por aquellos pasajes que anteriormente eran esquivados, al notar que esos mismos jóvenes que antes deambulaban en busca de algún negocio, sienten estar beneficiándose del cambio que vive su continente por medio de la nueva relación que está construyendo con China, pues en lugar de estar sentados sobre la acera escuchando su Mp3 u Ipod, hoy se les nota circulando por el barrio previstos de otro espíritu.



Esto, tal vez porque, al igual a como en aquellos mismos espacios de Sanlitún se han levantado edificios de acero y vidrio, restaurantes y otros inmuebles, principalmente orientados a satisfacer las necesidades de consumo de millones de turistas extranjeros, con motivo de la realización de los Juegos Olímpicos, en agosto del 2008 y la Exposición Universal, a partir de mayo del 2010, China está jugándose por una contundente apuesta hacia la modernización del continente que ha sabido más de guerras civiles, exterminio de poblaciones y subdesarrollo que cualquier otra región poblada de nuestro planeta.



Ahora bien, el ejemplo de la transformación estética del barrio en donde se encuentra ubicada nuestra propia legación diplomática en la cuarta economía del mundo, está así ligada visualmente a la apuesta que está haciendo China en Africa, continente que luego de la conclusión de la guerra fría y de la presencia de otras motivaciones libertarias al momento de evaluar hacia dónde de deben llevarse a cabo inversiones multimillonarias por parte de occidente, está pasando por un período de olvido a nivel global, con catastróficos resultados para sus pueblos, medio ambiente y frágil estabilidad económica.



Sin imaginarlo, junto a los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal, África está formando parte de la ecuación que le permitirá a China recuperar de manera efectiva aquel sitial de influencia histórica que le cupo, hasta la incursión de las potencias europeas en su territorio durante el siglo XIX.



El interés de China por un continente multicultural, étnica, religiosa y geográficamente diverso, se ve hoy alentado por la presencia de un referente común cuando de interlocución con otras regiones o países se trata, cuestión que en el nuestro, es difícil poder identificar para el establishment político chino ante la no participación de Cuba en el principal órgano multilateral interamericano o por la existencia de una institucionalidad que aún no ha logrado reunir a los más de treinta países que componen América Latina, bajo una sola voz o programa de acción.



De ahí que aunque existe voluntad política por acrecentar las relaciones de distintas características entre China y sus socios latinoamericanos, principalmente motivados por el intercambio de commodities a cambio de bienes de consumo, la estrategia que persigue el país en desarrollo más importante del planeta por África es ciertamente más amplia y abarca un sinnúmero de campos de cooperación e inversión, alentados por una institucionalidad de fácil acceso y abierto a recibir inversión o a probar bienes de capital y tecnología que para el mercado en América Latina, son aún percibidos como de calidad inferior a la estadounidense, europea o japonesa.



Las periódicas visitas de trabajo al continente por parte de los principales actores de la política china, encabezados por el presidente Hu Jintao y el premier Wen Jiabao; el establecimiento de una ruta aérea entre Beijing y Lagos, Nigeria; la construcción y el lanzamiento del primer satélite para los usuarios de internet y comunicaciones específicamente africanos, el NIGCOMSAT -1; la condonación de US$2.7 mil millones de deuda que tenían los países menos desarrollados del continente con China; acceso preferencial para exportaciones de varios países africanos al mercado chino; proyectos de inversión en ejecución o por ser próximamente materializados por un valor superior a los US$12 mil millones; el establecimiento de un fondo conjunto Banco de Desarrollo Chino/African Development Bank Group (algo como nuestro BID, en términos latinoamericanos), y la designación de un enviado especial del gobierno del presidente Hu Jintao para encargarse de temas tales de interés regional, como el desastre humanitario de Darfur, son tan sólo algunos de los ejemplos concretos que forman parte de la contundente agenda pro-desarrollo y estabilidad que está llevando a cabo China, hoy, en África.



Así, el continente que muchas veces ha dependido de la voluntad de estrellas de la farándula mundial, como es el caso de la cantante Madonna o la dupla de artistas de Hollywood de la talla de Brad Pitt y su mujer, Angeline Jolie, para encontrar fondos para alimentarse o acceder a fuentes de agua sin riesgo de contraer enfermedades que ciegan o que provocan la principal causa de muerte entre sus hijos, la diarrea, la República Popular China está optando por incursionar activamente en toda África, con resultados que, en un corto plazo, ciertamente acapararán las miradas del mundo desarrollado, ya que al combatir frontalmente la pobreza, aislamiento y deficiencias en el campo de la infraestructura, la balanza de poder se estará inclinando en forma lenta, pero segura, hacia Beijing.



Lo anterior, porque en el ámbito multilateral cada país es un voto, no dependiendo del tamaño del mismo para ejercer el mismo derecho que el más poderoso o influyente. Con China como socio activo de su plan de desarrollo, la presión por votar en contra de una moción presentada por un Estados Unidos será -ciertamente- menor.



La enérgica apuesta de China por África trae consigo algunas lecciones para quienes siguen de cerca la creciente interacción de Beijing con América Latina. Esto porque, a pesar de las numerosas señales de aproximación que el país de oriente ha dado en los últimos años para dinamizar sus relaciones integrales con esta región, salvo contados ejemplos, principalmente materializados en Cuba y Venezuela, América Latina en general aún pareciera estar dilucidando el «cómo» en lugar del «vamos», con China, con los variados efectos que esto trae en materia de inversión, proyectos de cooperación en el ámbito científico y tecnológico; infraestructura y educación, por nombrar algunas áreas que requieren de un mayor dinamismo en nuestra región, si acaso pretendemos superar conjuntamente nuestro principal enemigo, la pobreza, la inseguridad y la desigualdad.



Analistas chinos han incluso llegado a opinar que el interés efectivo de América Latina hacia China se ve dificultado ante la negativa de varios en la región por no aproximarse activamente hacia Beijing, por temor a lo que puede llegar a opinarse al respecto en esferas gubernamentales y empresariales en nuestro vecino del norte.



Chile tiene una fuerte voz de liderazgo por ejercer al momento de implementar una aproximación efectiva a nivel regional con la República Popular China. A consecuencia de una relación basada en la confianza y credibilidad, nos constituimos en el primer país individual latinoamericano que logró potenciar sus relaciones con el Asia, mediante la implementación de una estrategia circunscrita en convertir a Chile en una plataforma para el resto de la región de América Latina, sustentados sobre el Tratado de Libre Comercio en bienes y, en un plazo cercano, en la segunda etapa de esta acción liberalizadora, en el campo de los Servicios e Inversión.



Contamos además con acuerdos de libre comercio con varios otros socios asiáticos, tales como Corea del Sur y Japón, todos quienes están actualmente mucho más activos que nosotros en China, principalmente en el campo de las inversiones, por lo que ciertas ventajas tendríamos al momento de liderar un proceso que busque una inserción inteligente y planificada de nuestra región en aquel mercado donde existe una creciente clase media, compuesta hoy por algo más de 240 millones de personas, quienes habitan principalmente unas 16 ciudades. Más, 18 ciudades y provincias chilenas mantienen acuerdos de hermanamiento con sus pares chinas, constituyéndose en potentes generadores de propuestas concretas para una integración efectiva a nivel bilateral como también, regional.



La señal que ha dado China hacia África, unida a los resultados alcanzados a la fecha, mediante la implementación del plan de inserción que inició hace pocos años por medio de la organización en Beijing de una Cumbre de Presidentes inédita en la historia del mismo continente africano, constituyen material interesante al momento de evaluar hacia dónde deben los países latinoamericanos enfocar su accionar con China.



Los trascendentales pasos que están dando mutuamente China y África en el ámbito de la salud, educación y el comercio, deben servir de aliciente para que nosotros, en lugar de acrecentar lejanías, las cuales a la larga tienden a debilitarse por la existencia de estrategias individuales de desarrollo, evaluemos si acaso debemos efectivamente potenciar mecanismos vigentes con miras a que se centren en aprovechar lo mejor que la globalización tiene hoy por ofrecer: el Asia Pacífico, partiendo la ecuación de integración y éxito, por China.



Porque al igual a como ha ocurrido en el barrio de Sanlitún, Chile y América Latina también quieren ver a sus jóvenes lejos de las aceras y, en su lugar, beneficiándose de una relación integral con un socio en el Asia Pacífico que presenta todos los ingredientes para poner en marcha una agenda ganadora, de futuro compartido.



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Mario Ignacio Artaza. Primer Secretario del Servicio Exterior actualmente cumple funciones como Director de la Oficina Comercial en la Embajada de Chile en la República Popular China

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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