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Carta abierta a la izquierda no concertacionista


Estimados amigos, compatriotas y ciudadanos: intervengo haciendo uso del derecho inalienable a expresar mi opinión como ciudadano de la izquierda antineoliberal, porque pareciera que llegó el momento del debate constructivo y de la unidad en la acción a un nivel superior.



Pocos son los momentos como éste en que la sociedad vive en lo cotidiano de manera tan clara y simultánea la crisis de un proyecto político y el carácter antipopular de un modelo económico. Por encima de anuncios presidenciales previsibles -con altura de miras- (*), difícil no ver lo evidente: que cada vez son más los ciudadanos trabajadores, empleados, estudiantes, pobladores, los que experimentan en carne propia la incapacidad de la Concertación para resolver sus problemas básicos de transporte, vivienda, trabajo, educación, salud y ambientales.



Tal situación no puede dejar impasible a la Izquierda. Al contrario, es el momento en que la izquierda plural, las auténticas, pero aún dispersas, las obreras, las reticentes a la política democrática, la humanista, la comunista, la cristiana, aquella con un sesgo militarista incluso, la movimientista o izquierda social que sólo quiere construir poder en la base y desconfía de la política, la que todavía le presta oído a los cantos de sirena concertacionistas, se rindan a la evidencia de la necesidad de actuar y pensar unidos.



Es tiempo de emprender con paso seguro el camino del debate interno, abierto, fraterno, amplio, organizado, caluroso, democrático, enriquecedor y sin dogmas, en pos de la necesaria unidad. Hay que incluir y no excluir. Para luego presentar un programa antineoliberal y democrático; una propuesta de país para el 2009.



El ideal -el objetivo de carácter estratégico- es construir un nuevo partido de ciudadanos de la Izquierda antineoliberal que nos congregue, incluya y atraiga en su seno las diversas identidades políticas de izquierda: las anticapitalistas, socialistas democráticas, autóctonas, republicanas, laicas, cristianas y ecologistas. Sólo un referente unitario, presente en cada rincón ciudadano del espacio nacional, que ejerza un poder de atracción organizativo e ideológico insoslayable -un efecto bola de nieve- y con el cual se identifiquen militantes, organizaciones sociales y tendencias políticas, podrá obtener el apoyo de la población, de los intelectuales, de las capas medias y despertar el interés en la juventud rebelde y anarquista.



Es con todas estas voces, identidades y experiencias que podremos construir un relato de acción, poder y esperanza y proponer las soluciones para resolver los problemas urgentes y estratégicos.



No es político ni productivo movilizarse desordenadamente sólo en las coyunturas álgidas. Éstas se desinflan y luego cunde el desaliento sin acumulación de consciencia ni energía militante.



Porque si hay algo que hemos constatado quienes creemos en la igualdad y en la democracia social, política y económica; en el socialismo: es que las coyunturas para salir del estado de minoría y levantar cabeza, para canalizar el descontento social y darle una perspectiva junto con ofrecer soluciones reales pasan, y luego se pudren y, a río revuelto… ganancia de las derechas. Y las derechas, por mucho que se vistan con el ropaje de seda populista; derechas autoritarias, neoliberales y represivas, quedan.



Sin embargo, no es claro para todos los chilenos -demasiados ocupados en ganarse la vida, cansados, con salarios que no alcanzan, prisioneros de las redes del acceso al consumo, mal informados- que es el Régimen Político postdictadura y su legitimidad la que se resquebrajan. Que tanto el sistema político de representación binominal como el modelo económico neoliberal chileno están al servicio de elites minoritarias que usufructúan privilegios políticos y económicos. Hay que explicar y argumentar constantemente que la gobernabilidad a la concertacionista: de reformas con cuentagotas, superficiales y no estructurales, sin movilización popular y de concesiones vergonzosas a los dueños de la riqueza, es la que la está conduciendo al fracaso la gestión de la Presidenta Bachelet.



Todas las leyes que el país necesita son deformadas en algún recoveco por el ala derecha neoliberal o timorata del concertacionismo y luego saboteadas por la derecha dura en el Legislativo. Es la mecánica que el espíritu del Pacto legislativo recién propuesto por Viera Gallo y Velasco busca sólo transparentar para salvar en apariencia un dispositivo productor de leyes que está trabado. Es la continuidad del mito del »pacto» que desarma una vez más a la débil izquierda concertacionista. En definitiva, sólo son promulgadas las que son digeribles y solubles por y en el Régimen Político y su pivote económico, el Modelo neoliberal, además de las que corresponden a una visión autoritaria del orden público.



El proyecto de educación pública basado en el principio de la igualdad puesto a la orden del día por el movimiento secundario estudiantil es deformado por ‘expertos’ para perpetuar el lucro en el sistema educativo; la ley penal antijuvenil busca criminalizar a la juventud pobladora con sanciones y penas retrógradas; se postergan leyes que refuercen la negociación y la defensa de los derechos colectivos de los trabajadores; se conceden rebajas tributarias a las empresas pertenecientes a los grandes grupos económicos; se evita legislar para que los grandes contaminadores paguen por la depredación ambiental; se criminaliza a las jóvenes embarazadas que rechazan que se les imponga la maternidad no deseada; se retrasa la puesta en marcha de una política pública de nuevas energías; no se promueve ni financia el pluralismo informativo; se desampara social y jurídicamente a la infancia y la juventud fragilizada por la pobreza material e intelectual; se le niega el derecho a voto a los chilenos que residen en el exterior; no se condonan las deudas habitacionales de los ciudadanos en estado de precariedad; se pospone la nacionalización de los recursos naturales agotables, etc. Es lisa y llanamente un comportamiento legislativo aberrante, que Marx designó como ‘cretinismo parlamentario’.



El colmo, en un país con excedentes del orden de los 22.000 millones de dólares se priva a los ciudadanos de un bien común fundamental como el transporte público cuyo objetivo es permitir el desplazamiento de la fuerza laboral indispensable para mantener la actividad económica empresarial y estatal. Mientras que el país necesita urgente clínicas de salud con sistemas modernos, de maestros y de escuelas públicas equipadas para el aprendizaje de los niños con dificultad escolar, la prensa oligarca, en un acto de risión, hace gárgaras en sus páginas con el tema de la felicidad.



¿Acaso el sentimiento de bienestar para alcanzar la felicidad no comienza cuando las necesidades fundamentales como el transporte para ir a trabajar o estudiar, así como las demandas salariales para acceder a condiciones que permitan lograr bienes materiales e intelectuales, o el deseo de previsión para una vejez digna y el acceso universal a la salud y a la vivienda, están satisfechas para todos?



En este cuadro revelador de tendencias que recorren el país social, político y económico, la gran mayoría de los chilenos asisten de espectadores a las incoherencias de la Concertación y a la ofensiva legislativa y retórica de la derecha, que se articula cada vez más para retomar directamente las riendas del poder sin compartirlo con nadie. Grupos de ciudadanos reaccionan airados ante las inepcias de los tecnócratas. Lo hacen con conatos de rebelión social provocados por el mismo sistema. Pero sin perspectiva de acumulación de fuerzas. Mientras la derecha se frota las manos, pautea sus medios y prepara sus huestes.



Y cuando de política exterior se trata, ya es hora de que Chile apoye los procesos de defensa de la soberanía de los pueblos y naciones latinoamericanos acosados por la ofensiva ideológica conservadora y oscurantista orquestada desde Washington y el Vaticano y promovida por los propietarios de los grandes medios de prensa latinoamericanos.



Nuestra tarea es repolitizar la sociedad y darle un sentido ético a la vida ciudadana



El umbral de tolerancia de la población frente a las aberraciones de la política es alto. Es un síntoma de doble filo porque la apatía fragiliza el poder ciudadano y refuerza el poder oligárquico. Lo que no significa que no se exprese la cólera colectiva en contra del ejercicio inepto y arbitrario del poder cuando se instala el sentimiento de que se colma el límite del maltrato y de la injusticia social.



Un límite ha sido traspasado que nos debe obligar a meditar acerca de la función ética-política de la izquierda en una democracia y a cuestionar la aparente normalidad de la gestión de crisis según la política dominante: la muerte de un trabajador por tiros de carabineros en el conflicto que oponía al sindicato maderero con el grupo Angelini y su empresa Arauco, no se saldó con una acusación constitucional en contra del responsable institucional directo del uso de la fuerza represiva, es decir, el Ministro del Interior, Belisario Velasco, como es el procedimiento normal en las democracias auténticas que funcionan. Flaco favor a la idea de una República donde manda la Ley. Una razón más para exigir la presencia de una izquierda en el parlamento chileno que bregue por una nueva Constitución democrática que tendrá que ser redactada por una Asamblea Constituyente.



Lo que acaba de suceder en Francia debe también hacernos reflexionar y madurar. La derrota de la izquierda antineoliberal francesa fue rotunda. Cada grupo que la compone actuó de manera autista, por lo tanto, se presentó dividida a la elección presidencial. Aquejada de sectarismo –la enfermedad senil del izquierdismo moderno– fue incapaz de presentar una candidatura unitaria. El magro porcentaje (1,93) obtenido por el Partido Comunista Francés (PCF) lo borró literalmente del mapa electoral y de nada le sirvieron las pocas alcaldías de las cuales dispone. Los grupos ecologistas y otros grupos de la extrema izquierda también obtuvieron porcentajes insignificantes. Quién logró un mejor porcentaje (4,08%) fue la izquierdista LCR debido a su inserción real en las recientes movilizaciones y a la elocuencia de su joven candidato.



Hoy, la sociedad francesa está gobernada por un político autoritario que se apropió de las ideas y valores de la extrema derecha de Le Pen y que supo ir a buscar votos de muchos trabajadores con un discurso populista y xenófobo. El Partido Socialista Francés, en crisis abierta, con la elite dirigente dividida (los elefantes) osciló entre un discurso a la Blair (el tercerismo) y un discurso republicano y progresista de centro. La misma situación se repite en otros países. En Italia, el Partido Comunista Italiano se integró a la Democracia Cristiana. En Alemania toda medida de reactivación de la economía por la coalición democristiana-socialdemócrata implica atacar las conquistas del mundo del trabajo y precarizar el empleo.



Por lo tanto, donde no hay izquierda sólida, articulada, unida y legitimada en la acción, los ciudadanos la rechazan; prefieren a regañadientes el »voto útil» y triunfa la derecha o gobiernos centristas sin voluntad de cambio. Porque muchos prefieren o se dejan atrapar por el discurso de la flexibilidad del trabajo, del Orden y las falsas promesas del gran Capital de los grupos industriales y financieros al de la democratización antioligárquica de la sociedad.



Pero esas son tendencias que se pueden revertir. Con la claridad del análisis primero. Eso implica que a la luz de estos hechos los compañeros comunistas chilenos tienen que reflexionar seriamente acerca de lo sucedido en Francia si quieren sacar lecciones y ocupar el lugar que les corresponde en la batalla antineoliberal y desembarazarse de toda ilusión de cambiar el signo centrista y neoliberal de la Concertación. La misma responsabilidad les incumbe a todas las otras orgánicas y grupos. Esto se hace con las únicas armas del debate fraterno, con altura ética debido al carácter titánico de la tarea y con la buena voluntad por delante.



En el escenario que se esboza en Chile de aquí al 2009 falta esa voz clara que asuma de manera inteligente su tarea histórica de defensa inclaudicable de los intereses de los sectores populares. Que haga la síntesis entre las luchas obreras, estudiantiles, pobladoras, de los deudores habitacionales, de las revindicaciones específicas de las mujeres, del Pueblo Mapuche, ecologistas, y que las transforme en urgencia programática, en pedagogía que potencia la movilización social.



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(*) Digan lo que digan los portavoces de la Concertación, las medidas anunciadas por la Presidenta en su Mensaje eran absolutamente previsibles. Además, no les quedó otra por la fuerte presión social … y la de sus propios políticos temerosos de la baja de popularidad y de la pérdida de sus cómodos sillones parlamentarios. Es la ética política la que los deja mal parados. Estar obligado por razones de gobernabilidadad a inyectar dinero social no es lo mismo que hacerlo en el marco de una inexistente perspectiva estratégica de transformación estructural. Las medidas fueron tomadas después de consultar al empresariado y preservando el Modelo de regulación neoliberal. Ahora bien, éste es y será, junto con el régimen político, un factor de conflicto social permanente. En una columna nuestra publicada en El Mostrador.cl el 9 de Enero de 2007, escribíamos: »Pero el gobierno Bachelet tiene el poder de gastar. Quedarán para mediados de año los fuegos de artificio que serán desplegados en la carrera preelectoral anunciada. Los altos excedentes cupreros concentrados bajo la forma de superávit fiscal en manos de la tecnocracia estatal le permitirán a la Concertación poner plata en medidas sociales puntuales. Sin planificación estratégica, tales programas se inscribirán en una lógica electoralista».





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Leopoldo Lavín Mujica, Profesor, Département de philosophie, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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