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La diplomacia paralela


El país ha visto en días pasados un acalorado debate sobre la política exterior de Chile, originado por una reunión entre una delegación del Partido Socialista y altos representantes políticos argentinos, seguida de sendas declaraciones del presidente de esa colectividad subrayando su impacto positivo y criticando abiertamente a la Cancillería.



Llama la atención la virulencia y entropía política de las reacciones, tanto de los detractores como de quienes apoyan y realizan este tipo de gestiones, por cuanto ellas forman parte del cuerpo normal de dispositivos de relación y vínculos entre países y organizaciones en el mundo moderno, y porque su frecuencia y utilidad ha generado ciertas reglas no escritas de discreción y cuidado para manejarlas, que la política criolla parece ignorar.



La gasificación de la reunión en Argentina y el alarde en torno a sus resultados, impulsado por el presidente del PS, lesiona la imagen política del gobierno chileno, proyectándola con un perfil de incompetencia.



No parece adecuado que la gestión sea voceada como un éxito político, ya que en esencia estaba destinada a aliviar un problema del gobierno y no a crearle uno nuevo, con una disputa interna en torno al canciller. Las reglas no escritas de la diplomacia paralela indican que el bajo perfil público, la insinuación política y la prudencia, son esenciales para su ejercicio. Y claves para obtener, finalmente, resultados que fortalezcan al país que se representa.



Llama también la atención la mirada extremadamente provinciana de la oposición, que somete todo a la especulación y el cálculo político interno para debilitar al gobierno, con una nula visión de Estado. En este caso, las relaciones diplomáticas con un vecino que, más allá de la contingencia energética, son complejas y muy importantes en diversas materias de interés común.



La relación de Chile con Argentina no se agota en la provisión de gas que, a estas alturas, también es un problema – y grave- en el propio país transandino. Resulta difícil no reconocer y agradecer que, en medio de una crisis con 17 personas muertas por una implacable ola de frío, además de racionamientos en sus abastecimientos internos, Argentina haya mantenido parte de los flujos de gas hacia Chile.



Ello es el resultado, entre otras cosas, de una red de relaciones y confianzas construida en años de cooperación e intercambios, tanto económicos como políticos, entre los cuales seguramente están las amistades de los personeros de diferentes partidos. Esto constituye un capital adicional que debe cuidarse y aprovecharse.



Y si bien es preocupante que la Cancillería no exhiba ni la visión ni la calidad técnica que permitiría utilizar en su totalidad esta potencialidad, peor es que algunos dirigentes políticos se encierren en visiones instrumentales o de corto plazo, sin una cabal comprensión de los instrumentos de política exterior que tiene el país.

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