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Reflexiones socialistas


Para nadie es un secreto que el gobierno de la Presidenta Bachelet enfrenta una serie de dificultades que bien podrían verse severamente reflejadas en las próximas elecciones municipales y con mayor intensidad aún en las presidenciales.



El problema es muy grave pues si el desenlace es desfavorable no sólo afectará a la Concertación como fórmula de gobierno, sino que también a las posibilidades de género inauguradas por éste gobierno. El autoritarismo conservador y reaccionario de la derecha caerá sobre el liderazgo femenino, en todos los ámbitos de la vida social. No olvidemos nunca que la derecha es una sola a través del tiempo, la derecha no quería mujeres en las universidades y se opuso al voto femenino, hoy está al acecho.



Como socialistas debemos preguntarnos tres cosas; cuál debe ser nuestra actitud ante las dificultades, cuál es el núcleo de estas dificultades y qué se debe hacer para superarlas.



Se propone que debemos ofrecer incondicionalidad al gobierno, esto quiere decir que cualquiera sean las medidas gubernamentales y sus resultados deberíamos expresar público y entusiasta respaldo. Esta propuesta se contradice claramente con la propia oferta programática de nuestra presidenta, que señaló su gobierno como inclusivo y de la más amplia participación ciudadana.



La incondicionalidad devalúa éticamente a quien la proporciona pues ella implica su propia negación como ser pensante y no se constituye en ayuda alguna para quien la recibe pues un coro de incondicionales nunca han resuelto ni resolverá problema alguno.



Debemos colaborar creadoramente con el gobierno si éste considera útil nuestro apoyo.



Las dificultades del gobierno son nuestras dificultades, por lo menos en lo que dice relación con sus efectos, pues si el barco se hunde lo haremos con él, aunque nunca hayamos puesto la mano en el timón.



Veamos las causas, las lógicas de desarrollo de las dificultades.



La presidente Bachelet llegó a ser candidata de la Concertación contra la voluntad del establishment concertacionista. Este quería continuar con la lógica conservadora y burocrática, uno para ti uno para mí, ¿el pueblo?, el pueblo siempre votaría al final por nosotros.



Al término del gobierno del Presidente Lagos hacía sentido común que su gobierno había sido un gobierno de derecha, con alguna sensibilidad social, que había desarrollado y profundizado el modelo neoliberal y que llegó tantear las posibilidades de la impunidad, indultando al autor material del asesinato de Tucapel Jiménez.



Se percibía en el ambiente la voluntad ciudadana en el sentido que las cosas girarán en un sentido progresista, sobre todo la igualdad, exiliada de toda la transición, debía ser parte de nuestras futuras políticas publicas.



Chile es un país que preocupa y duele. No nos puede dejar indiferentes el que 843 mil chilenos vivan con menos de 530 pesos diarios, de acuerdo a las siempre atemperadas encuestas Casen, que la cesantía tenga carácter de paro estructural y que, por sobre las eufemísticas cifras oficiales, tenga entidad real de dos dígitos, en Chile se busca un empleo como quien busca una limosna, con cuanta indignidad se obtienen los trabajos. De su parte, don Vitorio Corbo, neoliberal nombrado Presidente del Banco Central por el presidente Lagos, señala públicamente que si la tasa de desocupación baja se aumentarán las tasas de interés para desincentivar la inversión y evitar que la economía se recaliente produciendo inflación. Esto es ideología y embuste puros, de lo que se trata realmente es que no quieren que aumenten los salarios para que la tasa de ganancia del capital no baje.



Las gigantescas ganancias del empresariado se fundan en la cesantía, la pobreza y el sufrimiento de nuestro pueblo.



El 79% de la clase trabajadora gana menos de 300 mil pesos mensuales, más chilenos ganan hoy el miserable sueldo mínimo que hace 17 años, simultáneamente las familias patricias de los Luksic, los Angelini y los Matte entran al superclub de los millonarios a nivel mundial.
Don Sebastián Piñera puede alcanzarlos, si llega a ser presidente su tranco puede alargarse. ¿Que haría con la información privilegiada del Estado, algo distinto de lo que hizo con la de Lan Chile?



Nuestras riquezas mineras y particularmente el cobre son literalmente saqueadas por transnacionales extranjeras que ni siquiera pagan impuestos. Esto no podía continuar, la renacionalización del cobre debía venir.



Nuestra capital es la más depresiva del continente. Nuestros jóvenes caen masivamente presa del alcohol y las drogas, cualquier espectáculo público deriva en hechos de violencia, las frustraciones, sufrimientos y humillaciones de nuestro pueblo erupcionan muchas veces en forma anómala.



Liderazgo incluyente, participación ciudadana, sociedad inclusiva, el sol despuntaba en la cordillera, con rostro y perfume de mujer.



Los nombramientos de ministros en Hacienda, Relaciones Exteriores e Interior mostraron tempranamente y a las claras que el progresismo, no hablemos ya de izquierda, no sería el invitado principal en los tiempos que se avecindaban.



El conflicto de los pingüinos, a cuyo calor surgieron muchos nuevos dirigentes socialistas, desnudó el carácter neoliberal, clasista, reaccionario e ineficiente de nuestra educación. Sin embargo, y a pesar de que en un momento esto hizo consenso en toda la sociedad, el gobierno no asumió la demanda social para desmantelar el neoliberalismo y hacer de nuestra educación un derecho ciudadano que diera a esta un carácter público, laico, democrático y gratuito. Se dieron largas al asunto y luego, casi un año después, se envío al Congreso un proyecto con cierto verbalismo en contra del afán de lucro pero que no cambia la sustancia del modelo.



El neoliberalismo en la educación sobrevivió a pesar de estar todas las condiciones para su desmantelamiento. La educación clasista, la educación como negocio continuará.

El Plan Transantiago



En la edición del 12 de Febrero, dos días después de su lanzamiento publiqué (yo lo mandé el mismo día 10) un artículo en los diarios El Mostrador.cl y El Clarín digital titulado «Transantiago: El Titanic ha zarpado» en el que se lee:

«Cuando se planteó la idea de instalar un megaproyecto que modernizara el transporte público de pasajeros en Santiago, no se podía dejar de apoyar la idea, toda vez que la necesidad de aquello se nos aparecía como una nítida exigencia de la realidad. Las cosas no podían seguir como estaban.



Lamentablemente, en la construcción e implementación del proyecto se ha formado un cóctel peligroso: debilidades técnicas, demasiados intereses privados por sobre los públicos, graves improvisaciones, concentración del rubro en manos extranjeras y una relación incestuosa entre lo público y lo privado, ausencia de los usuarios en todos los niveles de decisión, desprecio absoluto por el pequeño empresario chileno. Tengo el fundado temor de que las cosas empeoren de un modo desastroso».




¿Dones proféticos? No; la certeza del que conoce una materia.



Desde el punto de vista de la gestión se trata simplemente que la mínima prudencia exige que no se vaya a aprender de un tema desde responsabilidades ministeriales; hay que saber antes. El partido tiene militantes muy capacitados en materia de transporte público de pasajeros, hay un compañero que incluso ha sido asesor de transporte público de importantes gobiernos europeos, ninguno de ellos fue llamado a colaborar.



Desde el punto de vista del diseño lo esencial es que el neoliberalismo inspiró todo. Y así, hasta los rancios terminaron tratando de coger su tajada. Los usuarios no contaron para nada y el Estado debe pagar a los bancos su rentabilidad mínima asegurada, para ello se piden ahora gigantescos recursos estatales. Neoliberalismo puro y duro. Toda la gestión quedó en manos privadas y los empresarios desmintieron una vez más el dogma neoliberal de su supuesta eficiencia. Lo que se requiere ahora es una empresa estatal de transporte público y no perseverar en el error.



Transantiago no fue mi único tema de formulación de escenarios futuros. El 11 de abril publique otro artículo en diario electrónico El Mostrador.cl, se lee allí:

«En el Chile de hoy no existe, afortunadamente, posibilidad ni necesidad de golpes de estado, pero si se gobierna con la derecha, para la derecha, con los criterios de la derecha se termina reprimiendo como la derecha. Algo hay ya de esto. Cosas aún puntuales es verdad, pero las hay. El subsecretario del Interior exhibiendo los machetes de un grupo de danza afro como armamento subversivo en la USACH, algo dice».



A la semana siguiente un obrero en huelga de una empresa forestal cayó bajo las balas de Carabineros. La posición del gobierno fue conocida por todos. La viuda dijo que su marido ganaba un sueldo miserable, todo Curanilahue acompaño el dolor de la clase trabajadora explotada por inmisericordes forestales.



Protección social, sistema de previsión social. ¿Se terminará de una vez por todas con los irritantes privilegios de las Fuerzas Armadas que son las únicas que no están en el sistema de AFP, y que permiten por ejemplo, que un militar pueda jubilar a los 40 años de edad?, nada se sabe.



Se propone permitir a las AFPs puedan invertir ahora el grueso de nuestros ahorros en el extranjero. El sistema privado de pensiones fue justificado en sus orígenes con la idea que permitiría estimular las inversiones en el país.



Lo peor, este es el único país en el mundo en que el fondo previsional lo conforma sólo el aporte del trabajador y la empresa y el estado nada aportan. Somos el alumno aventajado del neoliberalismo.



Se designa a un contralor de derecha, consejeros del Consejo de Defensa del Estado, miembros de la Corte Suprema de la misma orientación.



La depreciación acelerada no era otra cosa que aumentar las ganancias por la vía de rebajarles los impuestos a las grandes empresas de nuestro país. Y las grandes empresas son pocas y se conocen LAN Chile se apresta a aumentar en un 50% su dotación de aviones de ello nuestro est6ado le regalaría la mitad.



Todos los problemas del gobierno tienen un nítido hilo conductor la falta de voluntad política por romper con el neoliberalismo. Este es el nudo gordiano de todas las dificultades.



Si se mantiene la administración del modelo neoliberal las cosas terminarán de un modo desastroso.




Para terminar debo referirme a nuestra dirección partidaria elegida en el Congreso de La Serena de 1971 que encabezaron los compañeros Carlos Altamirano y Adonis Sepúlveda.



Se difunde el mito que la conducta del PS de Chile fue de obstrucción al gobierno del presidente Allende y determinante en su caída. Una falsedad monumental.



La imagen de una dirección socialista enloquecida que sin cálculo de riesgo alguno propone el enfrentamiento armado contra las Fuerzas Armadas, revisado los hechos con rigor histórico se nos muestra como una simple imagen producto de la guerra sicológica desatada por los adversarios de la izquierda chilena.



La dirección que encabezaron Carlos Altamirano y Adonis Sepúlveda consiguió éxitos notables, como por ejemplo, obtener un recaudo electoral del 22% nacional, una red de locales partidarios en todo el país, instaló 14 radios y 6 periódicos o revistas de difusión pública, construyó una plantilla militante y formada doctrinariamente de no menos de 80 mil personas y la mayor bancada parlamentaria de su historia, llegó incluso, y en aquellos años, a incorporar la computación en el trabajo orgánico interno y, por sobre todo, logró poner, junto a otras fuerzas de izquierda, democráticamente en cuestionamiento la existencia misma del capitalismo en Chile. Es, sin lugar a dudas, el momento más alto del desarrollo orgánico y político del PS.



Un grupo de irresponsables chapoteando en el delirio ideológico no habría alcanzado en menos de tres años estos enormes avances políticos y orgánicos. Esto explica, y muy bien, el que Allende no tomara decisiones sin considerar al PS, no se trataba de un gobernante pusilánime amarrado a las pretinas partidarias, sino el reconocimiento de un actor de primer orden de la política nacional.



El PS nunca intentó crear un poder alternativo a la legalidad existente. Es por ello que cuando el Regional Concepción, junto al MIR y el MAPU de esa ciudad forman una Asamblea Popular, alternativa a la institucionalidad republicana, esa experiencia es inmediatamente desautorizada.



Las divergencias entre Allende y el PS se dieron en el plano de la táctica. Su mayor tensión se manifestó en relación al regional Santiago Centro que sacaba a quioscos el diario «La Aurora de Chile» y que en el plano nacional de la veintena de dirigentes del Comité Central sólo tenían recepción en tres o cuatro de sus integrantes.



Creer la tesis absurda de que el discurso del 9 de Septiembre del senador Altamirano en el Estadio Chile desata el golpe es olvidar no menos de diez años de sistemática intervención norteamericana en Chile, es no considerar los cientos de atentados terroristas de la ultraderecha, el boicot sistemático a nuestra economía, el acaparamiento para crear el desabastecimiento, el embargo de nuestra producción de cobre en el exterior, los acuerdos sediciosos de la Cámara de Diputados, la instalación sistemática de dictaduras en toda América Latina.



El PS y su militancia demostraron en la hora definitiva su lealtad al presidente Allende. Todos quienes combatieron en La Moneda y sus alrededores, así como en los cordones industriales el 11 de Septiembre de 1973 son/eran militantes socialistas.



El compañero Carlos Altamirano tenía razón cuando expresando la voluntad de millones de chilenos proponía la instalación democrática del socialismo en Chile merece por ello todo nuestro respeto y consideración.




Respeto a todos los que lucharon por un mundo mejor.



Honor y gloria al compañero Salvador Allende y a todos los que dieron su vida por nuestros nobles ideales.



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Roberto Ávila Toledo. Miembro del Comité Central del PS de Chile, abogado y Concejal de la Municipalidad de Cerro Navia.



* Intervención en el pleno del Comité Central del PS del 2 de junio de 2007.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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