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Libertad de expresión y Chávez


En enero de 2007, cuando Hugo Chávez asumió como presidente de Venezuela, exclamó mientras le ponían la banda presidencial: «socialismo o muerte». De eso escribimos aquí una columna analizando aquella famosa frase que por varias décadas exclamaba también su amigo Fidel Castro al final de sus discursos y que Chávez la repitió, dejando sellado el futuro ideológico de todo su gobierno (ver Socialismo o muerte)



Ahora ya se sabe, luego de varios meses de mandato, que Hugo Chávez posee el control absoluto de todo los poderes del Estado venezolano. Con la absoluta mayoría en la Asamblea Nacional, ésta le ha concedido -en casi 5 minutos de discusión- el poder de un emperador o un dictador absoluto. La medida de cerrar el canal más antiguo de la televisión venezolana, RCTV, por ser «un medio anticomunista, burgués, y golpista» no ha sido una razón suficientemente convincente para ninguno de los medios masivos occidentales que han reclamado por la clausura ni menos para una importante cantidad de gente en Venezuela, incluyendo las manifestaciones de estudiantes que han salido a protestar por la antidemocrática medida.



Cuando el gobierno venezolano ha intentado explicar ante el mundo el cierre de aquel canal, sus emisarios (como ventrículos de Chávez) han argumentado lo siguiente: «el cierre fue porque su programación introducía formas extrañas de cultura que enajenaban las costumbres y creencias del pueblo venezolano». Esta tesis es la que repiten algunos medios de la izquierda tradicional junto a los teóricos que insisten que «el neoliberalismo es una epidemia que hay que exterminar» junto con un obsesivo «antiimperialismo norteamericano» causante de todos los males que sufre América Latina. Por eso, el «socialismo bolivariano» de Chávez atrae como un imán a una izquierda (nostálgica) e intelectual ubicada en el Primer Mundo, y también el Tercer Mundo, puesto que ven que la utopía es posible ahora no sólo en Venezuela sino en Nicaragua, Bolivia o Ecuador.



Hace unas semanas, exactamente el 2 de junio, mientras estaba en Brasil, los periódicos de aquel país publicaron una fuerte declaración de Chávez contra el gobierno brasileño. Resulta que el Congreso brasileño publicó una declaración firmada por la mayoría de esa rama del gobierno, donde están representados diversos partidos políticos, incluidos los de derecha o de izquierda. La declaración rechazaba el cierre de la emisora venezolana RCTV y denunciaba, a su vez, un serio futuro para los medios masivos venezolanos que «opinaban distinto» al gobierno allí.



La reacción de Chávez fue inmediata, y que publicaron todos los periódicos en Brasil aquel sábado 2 de junio pasado: «Primero Brasil tendría que volver a ser una colonia de Portugal antes que yo me retractara de mi decisión de cerrar RCTV». El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, mucho más diplomático y menos arrebatado, y sin una pizca de racismo, ni menos del neocolonialismo explícito que estaba en el exabrupto de Chávez, respondió: «Nuestro Congreso no representa al gobierno de Brasil sino que está formado por una diversidad de opiniones libres, y ellos tienen su derecho a opinar como ocurre en nuestro país que, a pesar de los problemas que tenemos, valora profundamente la libertad de expresión».



Sin embargo, esa misma noche viendo el canal por cable en mi hotel había un reportaje a un grupo solidario con el «socialismo de Chávez». Entrevistaban a un profesor universitario de Londres y le preguntaban qué opinaba su grupo de solidaridad con Chávez sobre el cierre de RCTV. La respuesta, un poco más sofisticada, usando términos marxistas, hablaba sobre la alienación de los medios masivos al pueblo, el imperialismo de la información, o citaba luego cómo el modelo neoliberal alienaba con su sociedad del espectáculo. Finalmente, repitió lo que dicen los voceros de Chávez (y Chávez mismo). Textualmente dijo el intelectual inglés desde Londres: «el cierre fue porque su programación introducía formas extrañas de cultura que enajenaban las costumbres y creencias del pueblo venezolano. Y creo que el gobierno de Chávez tiene el derecho de hacer aquello porque el pueblo allí lo quiere».



Sigue siendo curioso que se quiera justificar aquel cierre, o la batalla contra la política antineoliberal obsesiva de Chávez, imponiendo la valoración de un sistema «socialista» que él asume como la única alternativa al «neoliberalismo global». Aplicando así ideas dictatoriales (y de partido único) que no han funcionado. Sólo hay que estudiar, no tan detenidamente, lo que ocurrió en el socialismo real del este Europeo y su colapso total posterior.



La ausencia de libertad de expresión, desde los inicios del socialismo ruso por ejemplo (y el cubano ahora o el de Corea del Norte), fue (y es) una de las principales fallas intrínsecas del partido único, sea el sistema llamado socialismo, fascismo, o dictadura militar.



Otro asunto que Chávez, y sus seguidores e intelectuales europeos, norteamericanos, o latinoamericanos, ven con obsesión es que el imperialismo norteamericano es la causa de todos los problemas del planeta, especialmente de vivir bajo un neoliberalismo global injusto, además de manipular todos los medios masivos para «alienar» a medio mundo. Ä„Parece que CNN es el único canal global que todos vemos obligados! ¿Y qué pasa, por ejemplo, con Europa que Chávez no menciona pues es igualmente un espacio (la Comunidad Europea) que sigue las mismas coordenadas del sistema del mercado neoliberal y global? ¿Y además también posee medios masivos poderosos que «alienan a millones de europeos» cuya libertad de expresión es manipulada por el demonio mediático? ¿Sería concebible en un país de la Comunidad Europea que el gobierno de Zapatero dictara un decreto personal eliminando de raíz al diario El País? ¿Y si mañana la presidenta Michelle Bachelet decretara cerrar para siempre El Mercurio porque la ataca? Esto dos ejemplos últimos, por cierto, son inconcebibles pues España y Chile son dos países democráticos y no unas dictaduras como la de Chávez o Castro. Es preferible vivir en una democracia imperfecta que en una dictadura de partido único.



Así que los retractores, intelectuales o no, del demonio llamado «neoliberalismo global» deberían proponer un sistema económico mejor pero, realmente no hay otro mejor que el mercado competitivo. Si ellos, como Chávez, tuvieran la oportunidad por eliminar el neoliberalismo, entonces eliminaría toda la actual economía occidental de un plumazo quedando en pie únicamente Venezuela, Cuba y Corea del Norte.



Viajando por América Central uno puede entender porque allí el neoliberalismo nada tiene que ver con el neoliberalismo chileno, español, canadiense o alemán, entre muchos otros. La gente de los países de América Central rechazan en gran medida ese sistema porque allí ha resultado en una aplicación salvaje junto con una corrupción dentro de los propios gobiernos dejando a la deriva los servicios públicos, los servicios médicos, la seguridad para la población en las calles y barrios que es caldo de cultivo para la proliferación de las «maras», etc. (como el caso de El Salvador y Guatemala).



Por eso, la generalización que hace Chávez del demonio neoliberal y global, y que se repite en artículos de periódicos sin especificar sus aplicaciones particulares en cada país de América Latina y El Caribe, es simplemente una vaguedad propagandística. Por eso, Chávez no quiere otros medios masivos que le contradigan su «socialismo o muerte» allá en Venezuela.



Lo que sí hay que hacer es darle un rostro humano al neoliberalismo global. Su eliminación no es objetivamente posible en estos momentos desde el punto de vista económico que a su vez no es un punto de vista ideológico. Y esto último es el programa de Chávez: nada más que ideologizar la economía del mundo global neoliberal que vivimos. Y esta ideologización de su «socialismo bolivariano» es la explicación de suprimir medios masivos que no «sólo alienan al pueblo», según dice Chávez mismo, sino que le ponen ideas que «no concuerdan con las nuestras».





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Javier Campos. Es escritor. Académico en una universidad jesuita de EE.UU.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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