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El Bicentenario de Iberoamérica


¿Cuándo nace Iberoamérica? ¿Con la llegada de Colón, con la de los conquistadores, con la independencia de las colonias, con la fusión progresiva de personas y culturas? La respuesta es de por sí un buen tema para abordar con España y Portugal, no sólo por su evidente interés histórico, sino por una necesidad existencial de futuro. La pregunta por el origen es la pregunta por la identidad, por lo que somos y podemos llegar a ser. Cuestión esencial que cobra mayor urgencia para los iberoamericanos de este lado del Atlántico (del «charco», dicen graciosamente en España) que recibimos la globalización sin saber muy bien cómo insertarnos, desde qué bases y con qué parámetros.



Podríamos decir que Iberoamérica nace con la globalización, si aceptamos que ésta nació, a su vez, con el descubrimiento para Europa de las Indias Occidentales, con lo que el mundo se completó.



Pero tal vez todavía no exista una realidad sociológica y cultural llamada Iberoamérica. Tal vez sea una identidad en construcción, sobretodo ahora que comienzan a aflorar después de siglos las identidades autóctonas subsumidas en una cultura occidental superpuesta, de la que no obstante han asimilado irreversiblemente muchos de sus valores. Y viceversa.



¿Qué es lo que define una identidad común? Desde luego una historia compartida. Entre 2009 y 2021, dieciocho países norte, centro y sudamericanos celebraremos doscientos años de independencia de España y Portugal, que dominaron la región por tres siglos produciendo un mestizaje étnico-cultural, que en los doscientos años posteriores se consolidó. También la define un presente compartido, que para los países de este lado del charco se evidencia en el subdesarrollo y la marginalidad internacional. Y ahí empezamos a separarnos con los ibéricos, porque su presente, plenamente incorporados a la UE, no coincide necesariamente con el nuestro, como se puede apreciar en los temas comerciales y geopolíticos. Y definitivamente lo que afianza una identidad es la sumatoria de un pasado, un presente y un futuro común. Es el ejemplo de la identidad Europea, que encuentra su plena expresión política, cultural y económica cuando se integra en un proyecto común. Y aquí es donde está para nosotros el principal problema: carecemos de un proyecto común, tanto de los propios países latinoamericanos -que aún no logramos integrarnos- como de los países ibéricos con nosotros como comunidad ibero-americana.



En 1992, a raíz de la conmemoración del Quinto Centenario de la llegada de Colón a América, se creó una «Comunidad Iberoamericana», agrupación de países latinoamericanos más España y Portugal, que se reunirá el próximo mes de octubre en Chile. La pregunta que ronda desde hace tiempo es: ¿reunirse para qué? Razones hay, la cooperación es una de ellas. ¿Pero podemos pensar en algo más? Muchos coincidimos en la mutua necesidad de Europa y América Latina de unirse para posicionarse mejor en la globalización y gestionar juntos el futuro. En Europa, a través de los países ibéricos, hay parte de nuestro origen y también parte de nuestro futuro. España y Portugal están entre dos comunidades -la europea y la iberoamericana- , y esa es suficiente razón para servir de nexo y consolidar con nosotros un proyecto común. La proximidad del bicentenario es una buena ocasión para empezar a hacerlo.



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Héctor Casanueva. Vicerrector Académico de la Universidad Miguel de Cervantes. Ex embajador de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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