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El silencio tiene acción


Hace 55 años el compositor norteamericano John Cage estrenó la obra musical que llamó 4’33, debido a su duración de cuatro minutos y treinta y tres segundos. La originalidad de la misma no estriba, sin embargo, en su duración, sino en que su partitura consiste exclusivamente de silencios. Ello obliga a que la orquesta o instrumentista que la ejecute debe estar atento a cada uno de los silencios que se suceden uno tras otro. En el momento en que la obra debutó lo hizo para piano -aunque fue compuesta para cualquier instrumento-, y en la grabación en vinilo se puede oír el movimiento del músico sobre su asiento, al público tosiendo y a veces riendo en sordina.



¿Es esto arte? Claro que sí y de la mejor calidad. Desde el sur, una voz como la de Charly García cantó alguna vez que «el silencio tiene acción», y de eso trata, en parte, 4’33. Esta obra peculiar permite a quienes participan de su «audición» abrirse a su entorno, el que de golpe se nos aparece, a pesar que siempre ha estado ahí, pero por tanto estarlo ya lo hemos dejado de ver. Algunos llaman a este tipo de arte «estética de lo efímero», como el del artista checo, Christo, que empaqueta puentes, orillas de islas, etc. ¿Dónde está el arte ahí? Bueno, en la expectación que produce un recorte de realidad que de pronto, por «obra» de alguien, es vista de otra forma, apareciendo lo que en rigor nunca se ha ido. Y la obra adquiere cada vez nueva vida según quien la viva.



En Chile tuvimos una experiencia semejante el año pasado cuando estuvo de visita la Pequeña Gigante, marioneta de madera de varios metros de altura, manipulada por cuerdas que eran tiradas por unas quince personas -que parecían enanos saltimbanquis a su lado- y que recorrió distintos puntos de la capital. Sin exagerar, decenas de miles de personas salieron a la calle para acompañarla. Uno alcanzaba a verla tan solo unos cortos minutos, pero la espera era larga, y luego de verla la gente se decía «ahora que ya estamos por acá qué tal si vamos a ese lugar que está ahí, ah! parece que es una biblioteca que no había visto nunca, o fíjate en ese bar, qué bonito, te invito a un café, ¿te parece?». La obra de la «pequeña gigante» la trascendía a ella misma: dejaba al descubierto tras su paso nuestro entorno más próximo que ya no acostumbramos a observar y acoger, pero que forma parte fundamental de nuestro ser-en-el-mundo.



El genial compositor Frank Zappa se refirió a esto en los siguientes términos:
«Lo más importante del arte es el Marco. Para la pintura de forma literal, para las otras artes figuradamente, porque sin ese humilde aparato no puedes ‘saber’ dónde acaba ‘el Arte’ y dónde empieza ‘el Mundo Real’. Tienes que colocar una ‘caja’ alrededor porque si no, ¿qué es esa cosa que cuelga en la pared? Si John Cage, por ejemplo, dice, ‘voy a poner un micrófono de contacto en mi garganta, y voy a beber zumo de zanahoria, y esa es mi composición’, entonces su gorgoteo califica como ‘su composición’ porque le ha puesto un marco alrededor y lo ha dicho. Después es sólo una cuestión de gusto. Sin el anuncio del marco es sólo un tipo tragando zumo de zanahoria. Así que, ¿qué ‘es’ la música? Cualquier cosa ‘puede’ ser música, pero no ‘se convierte en música’ hasta que alguien ‘quiera’ que sea música y el público que lo escucha decida ‘percibirlo como música’.»



Y esto del trabajo con el silencio tiene una importancia no solo estética sino política para la emancipación. Es lo que ocurre con los detenidos desaparecidos, para quienes su ausencia es su forma de presencia, que emerge y se hace visible cada vez que alguien reclama por ellos, gesto de memoria activa gracias al cual la sociedad vuelve a añorarlos. Solo por esa persistencia es que no se han ido ni se irán más. Por mucha cal que hayan puesto a sus cuerpos, están ahí en la sociedad como su entorno más próximo, riendo, quejándose, luchando y exigiendo del presente mucho más de lo que éste ha estado dispuesto a otorgar en el espacio abierto de sus hermosas vidas.



Cuando durante estas horas y días los familiares de detenidos desaparecidos se concentran en las instalaciones de los militares en retiro exigiendo la captura de un general prófugo de la justicia me acuerdo de John Cage, Frank Zappa, Christo, la Pequeña Gigante y Charly García y sus acercamientos a la acción que hay en el silencio. Pues su memoria punzante muestra la vigencia del reclamo de que nuestra sociedad, si quiere vivir su presente en presente y futuro, y no desde un pasado que no puede dejar de pasar, debe poner el marco para que los detenidos desaparecidos adquieran existencia visible, marco que en una democracia no puede ser otro que verdad y justicia, de modo que sus ausencias brillen en la forma de presencias emancipadas de quienes aún, desde su fuga, insisten en negar su mundo que, no olvidemos jamás, es el nuestro propio. Y con el trabajo del silencio activo, con la eterna y renovada cueca sola, no solo los detenidos desaparecidos adquieren cuerpo, sino también muchos civiles y militares que cometieron crímenes y siguen libres, intentando pasar inadvertidos. Pero tal como el asiento del pianista al interpretar la obra de John Cage, siempre habrá quien meta bulla para recordar y llenar los silencios prolongados.





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Manuel Guerrero Antequera, Sociólogo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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