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No estamos de brazos cruzados con China


Nueve meses han pasado desde la puesta en marcha del primer Tratado de Libre Comercio que suscribió la República Popular China con un país individual, Chile. Y, al igual a como cuando una pareja espera con especial alegría la llegada de una pequeña criatura para iluminar sus vidas, el sector exportador chileno debe estar satisfecho de los resultados alcanzados a la fecha.



Todo hace prever que estamos bien encaminados a superar la barrera de los US$ 10 mil millones en comercio bilateral directo con China, cifra que solidificará nuestra posición como el tercer socio comercial de esta dinámica economía asiática en América Latina, detrás del Brasil y de México. Y, una vez que concluyan las negociaciones en curso en materia de servicios e inversiones, el horizonte sólo se puede ampliar aún más.



Los favorables resultados logrados en lo que a intercambio de bienes se refiere, ciertamente repercutirán en el creciente interés que muestran potenciales inversionistas chinos por establecerse en Chile, más contribuir a nuestro desarrollo por medio de su participación en proyectos de infraestructura. De hecho, por ejemplo, hace algunas semanas se constituyó en nuestro país la primera delegación de ingenieros de la firma CITIC, con el propósito de indagar detalles referidos a una planta de energía que es requerida para la gran minería, en Antofagasta.



Sin embargo, tal como ya comienza a desgastarse el empleo de aquellos «Primeros» que tanto son citados al momento de evaluar el porqué de la fructífera relación de cooperación que dos socios del Pacífico, como los son Chile y China (reconocimiento en 1970; economía de mercado e ingreso a la OMC, entre varios otros), se percibe en ambas costas del Pacífico, una mayor sed y ambición por querer dar un salto cualitativo y cuantitativo en lo que a la presente relación comercial se refiere. De querer ampliar una canasta de productos exportados desde nuestros puertos y en la calidad de los mismos que son importados hacia nuestros centros de distribución y ver así, en poco tiempo más a bienes de capital de origen chino, abriendo paso para caminos que mejorarán nuestra conectividad con la región.



Ciertamente, no nos estamos quedando parados y con los brazos cruzados para dar respuesta a este tremendo desafío.



Porque, tal como para nuestros consumidores, las poleras, pantalones y pantallas de plasma producidos en China no causan mayor impresión pues, resulta casi natural que provengan de talleres ubicados en el principal exportador de bienes de consumo del planeta -80% de la ropa que se vende en Chile, proviene de China- tampoco no asombra en este país nuestro cobre, molibdeno, hierro, yodo o celulosa.



Estamos ante la presencia de una aspiración conjunta por ir más allá de lo común y realmente emprender una ruta que nos potenciará bilateralmente por medio de la complementariedad no sólo con commodities y bienes de consumo, sino que a través de la tecnología, innovación y la creatividad.



Todo lo anterior se hace más atractivo y motivador cuando nos ponemos a evaluar una agenda de futuro a nivel bilateral, que bien puede repercutir positivamente también para el resto de nuestro continente.



Porque, si acaso Chile presenta claras ventajas en lo que a producción de vinos se refiere, ¿por qué no aspiramos a producirlos también en China, para el mercado chino y también el asiático? Si en China son claramente potentes en la construcción de viviendas prefabricadas y de bajo costo, ¿por qué no incentivar a estas empresas a participar en los diseños y la construcción de viviendas para personas de bajos recursos en Chile? Si China es el país que mayor cantidad de recursos está invirtiendo en infraestructura para deportes y recreación, ¿por qué no investigamos si acaso podemos incorporar tecnología y productos chinos tales como pistas de rekortán o pasto sintético, en el ambicioso programa de estadios y de campos deportivos que aspiramos poner en marcha al Bicentenario de nuestra Independencia? Si en Chile podemos vencer la desertificación a través de la agricultura no tradicional, ¿por qué no iniciar programas para colaborar en la lucha contra la desertificación y la falta de terreno para cosechar, en China?



Ahora bien, Chile está identificando áreas conjuntas para la inversión de emprendedores chinos en Chile, con miras a catapultar sus productos no sólo en el mercado nacional, sino que también hacia aquellos con quienes nuestro país incluye dentro de su potente red de acuerdos que facilitan un comercio libre y abierto, léase Canadá, Estados Unidos, la Unión Europea y los países que conforman EFTA, entre otros. Este seguramente será uno de los temas que será abordado por los personeros que conforman el Consejo Binacional de Negocios Chile – China, durante su próximo encuentro, programado para el mes de septiembre, en la ciudad-puerto de Xiamen.



En China existe una gran liquidez por parte de sus principales órganos financieros, interesados en aportar hacia la internacionalización de las capacidades de ingeniería de empresas que le otorgan un valor adicional al desarrollo de infraestructura y tecnologías aplicables al fortalecimiento de PYME exportadoras, a la protección del medio ambiente o la implementación de fuentes alternativas de energía, en particular la solar y la aeólica. Más que nunca, estamos identificando a dichas compañías e incentivándolas a realizar estudios de factibilidad en Chile, con miras a contar con ellas como socios en un camino conjunto hacia el desarrollo.



Ciertamente, el haber escogido ProChile a Shanghai -ciudad sede de la próxima Exposición Universal del 2010, actividad en donde Chile estará presente con un pabellón cuyo lema principal estará ligado al objetivo que persigue la Expo, «Ciudades Armoniosas»- como una de las cinco zonas urbanas donde se está llevando a cabo la campaña público/privada «Imagen País» durante el presente año, ha representado un tremendo aliciente para que Chile esté además presente en las otras ciudades chinas cuya creciente población de ingresos medios, comienza a exigir calidad y productos que les permiten elevar su imagen como consumidores en un mercado globalizado. Son decenas de millones de potenciales compradores de vino, salmón y fruta, en unas 16 ciudades, principalmente costeras pero también ubicadas en el centro, como Chongqingu en el oeste, como Chengdu. Chile está marcando terreno en aquellas también, por medio del programa «Chile, Un Socio Cercano».



Los jóvenes tampoco pueden quedar fuera del salto que estamos impulsando por medio del accionar que emprende Chile en China. Al puñado de alumnos universitarios recientemente graduados que han sido beneficiados con becas u apoyos financieros para realizar estudios sobre la lengua china, estamos a poco de poner en acción el sistema de becas que hace poco fueron dadas a conocer por el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, cuando divulgó las nuevas políticas que perseguirá el Gobierno con el Asia Pacífico. Conocido como el programa de Becas «Manuel Bulnes», en honor al presidente chileno que impulsó la constitución, por allá en 1845, de la primera oficina de asuntos comerciales de Chile en China, éste permitirá financiar estudios de post grado para jóvenes chilenos en China y el Asia en general. A la vez, no se puede dejar de mencionar el importante aporte que ha realizado Andrónico Luksic, enfocado a brindar una oportunidad de conocimiento Trans-Pacífico, para talentosos jóvenes de la Universidad Tsinghua de Beijing y de la Pontificia Universidad Católica de Chile.



Chile trabaja con miras a dinamizar la interacción entre las más de 18 ciudades hermanas que hoy unen con sus redes de acción a ambos países. Se trata de llevar la fructífera relación bilateral a una escala humana, otorgándole un protagonismo a nuestras regiones y ciudades. A modo de ejemplo, si acaso Qindao, décimo puerto de contenedores más importante del planeta y principal zona en donde se procesan productos del mar, es ciudad hermana de Puerto Montt, desde donde se exporta la mayor cantidad de salmón y truchas de Chile al mundo, ¿acaso no hace sentido aprovechar dicho hermanamiento para potenciar la venta de salmón y otros productos del mar chilenos en China desde Qingdao o, a su efecto, hacer inversiones en Qingdao para salmonicultura en las zonas marítimas adyacentes? Hacia aquello apunta nuestro esfuerzo enfocado a nivel micro o grass-roots como se le conoce en inglés.



Resulta útil referirse finalmente a la convergencia en principios que les asiste en estos precisos momentos a China y Chile en foros multilaterales como APEC o, en particular a lo que a «Nation Building» se refiere. El hecho de trabajar coordinadamente en Haití, con el propósito de constituir un espacio en donde un pueblo, azotado por decenios por la pobreza y la violencia, pueda por fin edificar los cimientos que le permitirá vencer la miseria y el subdesarrollo, ciertamente es uno de los ejemplos más importantes de una relación que va más allá del comercio de commodities. Una amistad que quiere aprovechar todas aquellas ventanas de oportunidades que se les abren a ambos países, por medio de un proceso de globalización en donde el desarrollo armónico de sus sociedades, debe primar.



Para triunfar en China, es necesario conocerla e involucrarse pacientemente en toda sus ricas dimensiones. En tal sentido, Chile está gradualmente convirtiendo una relación integral en una más innovadora, creativa y multidimensional. A medida que pasan los días y el Tratado de Libre Comercio se aproxima a cumplir 12 meses de vida, más actores se presentan a formar parte de un selecto grupo de emprendedores, comprometidos a cumplir un papel en el engranaje que se requiere para darle mas fuerza a la relacion bilateral. Pareciera que nadie en Chile quiere quedar atrás en esta tarea con China. Adelante!







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Mario Ignacio Artaza. Primer secretario del Servicio Exterior, actualmente destinado en la República Popular China

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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