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La otra transición


La imagen fue brutal: ochos buses incendiados en la ruta hacia El Teniente. Era la escena del apocalipsis, y se apresuró a difundirla la propia empresa como prueba de la barbarie y la delincuencia. Y ni hablemos de los canales de televisión (adictos como están al tema de los delincuentes y los rateros): a eso se dedicaron toda la semana. Y el ministerio, y el Consejo de Defensa del Estado: métale demanda contra esos criminales, qué es eso de andar calcinando buses y parando las faenas. Ä„El Estado perdió 30 millones de dólares en una semana, señores!



¿Qué está realmente sucediendo? ¿Ah? ¿Qué hay debajo de la alfombra?



Precisemos para comenzar: esos delincuentes son los genéricamente denominados «subcontratistas» o «tercerizados». Unos tipos que trabajan de noche o de día con contratos temporales, con previsión a medias, muchas veces sin seguro, en uno de los trabajos más duros que se conocen en el mundo, por 250 mil pesos al mes.



En un artículo publicado el jueves en El Mercurio, la dirección ejecutiva de Codelco quiso aclarar que el promedio salarial de los subcontratitas es de 450 mil. Eso tampoco es mucho, como cualquier chileno lo sabe, pero tampoco es exacto: los economistas de la Universidad de Chile Graciela Galarce y Orlando Caputo (nada menos que uno de los gestores de la famosa nacionalización del cobre, que todavía hoy nos alimenta a todos) precisaron que ese promedio difundido por Codelco incluye los supervisores, los ejecutivos, los familiares y los amigos de las empresas contratistas.



O sea: no nos hagamos los vivos. Los verdaderos subcontratados ganan como promedio casi el sueldo mínimo: dos gambas y algo más. ¿Alguien tiene una remota noción de lo que es para una familia subsistir un mes entero con miserables $250.000? ¿No hay algún reality interesado en exhibir en cámara y con flashes y en directo esa proeza?



Por si acaso, estamos hablando de Codelco, el primer productor de cobre en el mundo, que el 2006 tuvo ingresos por explotación de 17.077 millones de dólares, un 63% más que el 2005 (y para este año se prevé un incremento aún mayor). ¿Qué significa esto, cómo lo dimensionamos? El ingreso de Codelco, precisó Gustavo Gotschlich, es cuatro veces mayor que todo el presupuesto de Salud para este año, con Plan Auge y todo (4.187 millones de dólares); tres veces más que todo el famoso gasto que se hace en Educación (5.400 millones de dólares); 14 veces más que todo el de sector Vivienda (1.209 millones de dólares), y 58 veces más que el cacareado y discutido presupuesto extra aprobado hace algunos días en el Parlamento para el Transantiago (290 millones de dólares). Leyó bien: 58 veces más.



En el 2001 Codelco operaba con 18.000 trabajadores subcontratados. En el 2007 la cifra había aumentado a 30.300. Es decir, por cada trabajador de planta actualmente hay dos subcontratados, o sea individuos con contratos precarios que no cobran bonos por excedentes y un largo y terrible etcétera. Algo más: de las 727 empresas subcontratistas con que opera, alrededor del 70% sólo trabaja para Codelco. ¿En qué quedamos? Actualmente la Dirección del Trabajo está investigando para determinar «si Codelco opera con suministro ilegal de trabajadores y si tiene subcontratación simulada». Los resultados se anuncian para fines de julio o comienzos de agosto.



«Ä„Terminemos con los trabajadores de segunda clase!», clamó Bachelet, en octubre del 2006, cuando promulgó solemnemente la Ley de Subcontratación. Esa ley no surgió por estricta voluntad del ejecutivo. Entre la primera y la segunda vuelta presidencial, los subcontratistas alzaron la voz y salieron a la calle. Sobre la marcha, el candidato Piñera muy pillín los visitó enseguida y en caliente reivindicó «la justicia» de sus peticiones. Eran días de ofertones. Pero el entonces Presidente Lagos desenfundó todavía más rápido y le devolvió la pelota caliente: puso suma urgencia al proyecto de Ley de Subcontratación, que había dormido siesta eterna en el Congreso por falta de votos, para acorralar a los parlamentarios de derecha. Y vino la fuga hacia adelante: el Congreso en pleno aprobó la ley.



¿Y hoy día alguien se sorprende de que los subcontratistas armen la safacoca para que alguien los escuche? La semana previa a la quema de ocho buses, Arellano dejó plantados tres veces a los dirigentes subcontratistas. Tres veces. Esta explosiva situación provocó irritación en La Moneda, y una declaración de la propia Bachelet. En Palacio no pocos consideran inadmisible que una empresa simbólica y con tamaño superávit tenga problemas laborales de esta naturaleza.



El tema de fondo es el modelo de desarrollo, y las organizaciones empresariales fueron las primeras en advertirlo y manifestar su «preocupación» en la prensa. La dirección ejecutiva de Codelco insiste en que no quiere negociar con una mesa nacional de subcontratistas, sino con cada división, una a una.



Cuando todavía se discute la tan famosa transición política, parece que está llegando por fin la hora de iniciar esa otra transición: la económica. Un tema con múltiples aristas que se da en el marco de costumbres y prácticas muy arraigadas que algunos no aceptan ni discutir. Una editorial de El Mostrador.cl advertía la semana pasada que los trabajadores se están replanteando la estrategia sindical y pasando a una fase de negociación interempresa, para llegar a una negociación colectiva ampliada. Una posibilidad inminente también en otros sectores como el forestal, el bancario, el retail y la salmonicultura.



Ése es el debate de fondo que atraviesa hoy a La Moneda, aunque sus propios actores no lo tengan tan claro. Ahora que el país tiene tanto dinero como jamás a lo largo de su historia, ¿nos enquistaremos en un modelo de desarrollo a lo bestia, como en China? ¿O intentaremos un sistema ligeramente más justo y más humano? ¿Ah, Michelle?



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Pablo Azócar, periodista y escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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