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Sinsabores de la encuesta Casen


En relación a la encuesta Casen 2006 ya se ha dicho de todo y bastante. Menos lo más relevante. Ella constata un hecho que deberíamos estar celebrando: la reducción de los históricos porcentajes de pobreza que nos han caracterizado desde siempre.



El manto que cubre estos resultados es lo que podríamos llamar «asimetría de la discusión mediática». Estoes: cuando los indicadores estadísticos marcan una tendencia positiva, los argumentos descalificadores se centran en la metodología de la medición, pero cuando marcan una tendencia negativa, esos mismos dardos se trasladan a lo que son las políticas y sus instituciones.



Así, si la estadística dice que disminuyó la pobreza, nos encontramos con tecnicismos que, por ejemplo, dicen: «ahora no se recoge toda la heterogeneidad o dispersión de la muestra». O en el otro extremo, si las estadísticas registran un aumento de la sensación de inseguridad ciudadana, nos encontramos con argumentos como: «lo que pasa es que hay un estancamiento en el combate a la delincuencia, como consecuencia de políticas públicas poco eficaces e innovadoras.»



Para ser justos, sin embargo, habría que añadir la opción sintética a las anteriores que también se da en este ambiente mediático, que – donde el bombazo va igual- dice, por ejemplo, en relación a la reducción de la pobreza: «no hay que minar la credibilidad de nuestros instrumentos estadísticos, pero es lamentable el desempeño de las instituciones en la forma de dar a conocer tan esperados resultados».



En realidad, resultaría muy gracioso que se diera el contra-ejemplo a los ejemplos anteriores. Pongámoslo en los siguientes términos: «la caída del desempleo está mal medida, el desempleo ha disminuido muchísimo más de lo que dicen las estadísticas oficiales».



Estas observaciones sobre la realidad mediática refuerzan, sin embargo, la convicción de quienes nos dedicamos con responsabilidad y mucha entrega a este trabajo que tiene implícito el mismo juramento ético que tienen todas las profesiones que se ejercen en nuestro país. Entonces, estos avatares no pasan de ser afortunadamente más que «gajes del oficio».



La otra discusión, la «discusión real» que, por cierto, también existe, se apoya, para quienes las elaboran y para quienes las usan, sobre la base de que las estadísticas no son más que «indicadores» de una realidad y que sólo pretenden «marcar una tendencia» en la evolución de la misma.



Las estadísticas no son la realidad y esta realidad no es la misma siempre. Son perfectibles Ä„quién puede decir lo contrario! Pero, una cosa es la duda y la duda sistemática, en un mundo de incertidumbres. Otra muy distinta es sembrar la desconfianza. Ese es el peor de los mundos posibles, ahora y siempre y no sólo para las estadísticas.



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Pedro Tejo. Profesor de la Universidad Central

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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