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Energía y crisis: responsables, víctimas y esbozo de soluciones


¿Sostenido aumento de precios de la energía? ¿Incertidumbre en el escenario energético chileno? ¿Oferta eléctrica estrecha? Suspensión en el suministro de energía? ¿Aumento del precio de las bencinas? ¿Deterioro de la calidad del aire? ¿Erróneos presupuestos de plantas de respaldo? Anuncios de descubrimiento de gas natural que no son tales, como los de Punta Arenas? ¿Anillos energéticos que no logran cerrarse? ¿Más plantas a diesel en zonas saturadas o latentes? Todas preguntas que ya tienen respuestas conocidas. Excesivamente conocidas.



Sucede que demasiadas veces escuchamos los mismos argumentos frente a las inquietudes señaladas. Argumentos que han conducido -de manera irrevocable- a similares o peores situaciones: mayor dependencia y vulnerabilidad, aumento en los costos de la energía, pérdida de competitividad y redoblados impactos negativos en el medio ambiente y la salud de las personas.



¿Y cuáles son estas conocidas respuestas? Más oferta de energía al precio que la crisis nos haga pagar y que, créanme, no vale la pena detallar. Al pasar, baste con decir que se trata de más centrales a carbón, diesel, gas natural licuado -de respaldo o en firme y las megacentrales hidráulicas convencionales, Ah! y no pueden faltar las guindas de las (mega) tortas como las centrales nucleares o en la Patagonia. Es decir, más y más oferta para una continua voraz y creciente demanda. Más ventas, más utilidades es la consigna, el leitmotiv del funcionamiento del sector energético nacional. Esta escasez (sic) de opciones e ideas proviene de quienes defino como pilotos.



Son los responsables de empresas energéticas, consultores y conocidos expertos quienes, confundidos, entregan las mismas respuestas las que, sin duda, sólo facilitan el camino que nos llevará a nuevas crisis, en unos años más. Un par trazos son suficientes para reconocerlos: los pilotos, en periodos de crisis, no pierden dinero (incluso pueden ganar aún más que antes) y, generalmente, mantienen sus puestos a pesar de su mal olfato o (des)conocimiento. Menos energía, más beneficios. Es la opción de la OCDE. Frente a la mencionada consigna del sector energético nacional (más ventas, más utilidades) los países miembros de OCDE sugieren nuevas opciones e ideas para estimular los buenos negocios, conciliar utilidades con gestión de la energía y, en un contexto más amplio, con desarrollo (sustentable). La propuesta de la OCDE es: menos energía, más beneficios. Vale decir, negocio, pero para todos. El círculo vicioso ventas/utilidad impide avanzar en el uso eficiente de la energía. Disuade una gestión inteligente de la demanda energética desde el punto de vista país y de los ciudadanos. Y abona el terreno para nuevas crisis.



Numerosos son los expertos y asesores que afirman que no hay crisis de energía o que, si la hay, no es tan grave ya que basta con aumentar el precio para que la demanda se ajuste. Y no dejan de tener razón. En términos caloríficos (medidos en US$ /MMBTU) el combustible más barato en la RM esÂ…Ä„la leña!: alrededor de 8 US$/MMBTU. Al otro extremo, la electricidad con un costo mayor de 4 a 5 veces y el gas natural y licuado, 2 a 3 veces, respectivamente. De este modo, el sostenido aumento en el costo de la energía lo pagan doblemente los pobres: primero, al obtener menos unidades caloríficas por los mismos ingresos; segundo, al aumentar sus carencias energéticas.



Existen antecedentes que demuestran que en la RM dos tercios de la población modesta «se lava por presas» para que el gas les alcance hasta el día quince ó veinte de cada mes. En un colegio municipal subvencionado en Lo Prado, una de las comunas más contaminadas del sector poniente de la RM, la ducha después de la clase de educación física es LA ducha semanal del alumno. A partir de un estudio que elaboramos en abril de este año, para el Ministerio Secretaría General de la Presidencia, junto a un grupo de expertos y profesionales, establecimos que entre 1996 y 2006, la participación de la energía (electricidad, derivados del petróleo y leña) en los presupuestos familiares aumentó desde un 7% a casi un 20%, en el quintil más pobre de la población, lo que no ha sido compensado por aumentos en sus ingresos, para el mismo periodo. Cifras y ejemplos abundan y son categóricos: quienes pagan la crisis son los sectores más modestos y las Pymes. Son estos los sectores que permiten ajustar la demanda a la oferta para que la crisis pase desapercibidaÂ…en las estadísticas oficiales y de «expertos».



Este balance inequitativo de la crisis energética no estaría completo si no se incorpora otro costo no medido: el deterioro del medio ambiente. Para muestra un botón. Estimaciones de CONAMA indican que uno de los factores que explicaría el aumento de emergencias y de la mala calidad del aire en la RM sería el uso de la leña lo que, sumado a las bajas temperaturas y diversos virus, habría disparado en este comienzo del invierno, el número de emergencias médicas debido a enfermedades respiratorias.



Para despejar dudas respecto del uso de la leña, se debe señalar que en la RM se ha multiplicado por diez la venta de estufas de doble cámara. Lo que no se sabe es cuánto ha aumentado el consumo de leña (o carbón) en la RM como consecuencia del aumento de precios en el gas licuado y la parafina. Peor aún parece ser la situación en muchas ciudades al sur de la RM, en cuanto a medio ambiente y energía. Talca, Temuco y Padre Las Casas, Osorno y Valdivia ciudades en las que los eventos críticos comienzan a ser norma, según declaran sus autoridades.



Gracias al medio ambiente y la ausencia de contabilidad de impactos tenemos un nuevo y segundo ajuste a la demanda (eléctrica y de combustibles modernos),



La crítica situación energética pareciera dar licencia para cualquier cosa, a cualquier precio. La falta de una políticas energética distinta es preocupante. Persisten soluciones onerosas y estimaciones irresponsables, No existe propuesta alguna en el tema ambiental que acompañe o compense las «alternativas creativas» de más y más centrales térmicas o de megacentrales hidráulicas convencionales.



Seamos serios. Una política energética se hace con mercados eficientes, moderando la demanda, gestionando la energía e incorporando la leña (biomasa para ser más exacto) en las preocupaciones centrales de gobierno. Se hace política energética cuando se le pasa la cuenta a quienes anuncian, de manera irresponsable, descubrimientos de gas natural nunca producidos, megasoluciones con presupuesto erróneos y opciones que, a la postre, revelan excelentes negocios para pocos e inseguridad para muchos.



¿Por qué insistir sólo en soluciones basadas en más oferta energética? ¿Por qué no mirar lo que han hecho los países desarrollados, especialmente, los que carecen de hidrocarburos y de recursos energéticos, en general? ¿Por qué no conciliar desarrollo energético y medio ambiente, ahora?



La persistencia de miradas y respuestas centradas en más y más oferta, a cualquier precio nos conducirá inexorablemente, a profundas y nuevas crisis. Podremos sacar lección de esta larga experiencia de errores de una vez por todas?



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Miguel Márquez es economista y Director Grupo de Energía Arquitectura de la Universidad de Los Lagos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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