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Se le acabó el tiempo a esta administración


Al final, con no poca decepción, llegó el momento de aceptar que una pequeña alza en alguna encuesta o el respaldo casi incondicional de ciertos fanáticos, no quiere decir que las cosas hayan cambiado. O que haya ocurrido algo que explique esas esperanzas. Esas, ya lo sabemos, vanas esperanzas. Tarde nos dimos cuenta de que está lejos esa promesa de borrón y cuenta nueva. Y fue tan bonito entusiasmarse.



La palabra empeñada y ampliamente publicitada decía que el cambio en la cabeza traería, casi como una cuestión inevitable, cambios positivos en el cuerpo. Se había cumplido un ciclo y luego de arrastrar los mismos problemas por años —y de negarlos o hacer la vista gorda por años—, llegaba el momento de dar un golpe de timón. De poco servía tener arcas llenas y hacer buenos negocios, si lo importante seguía al debe. Hace rato se demostraba erróneo afirmar que estando bien la Economía, todo lo demás estaría bien automáticamente. Más allá de la competencia por la presidencia, las cosas por hacer estaban claras y había consensos sobre ellas. Al punto de que con sólo un poco de habilidad, quien asumiera podría contar con un apoyo transversal.



Algunos pensaron que ya era un gran avance ese discurso innovador. Las caras nuevas —se podría decir poco contaminadas— era una posibilidad no vista en años. Se venía un nuevo estilo, atrás quedaba ese pasado reciente: autoritario, no pocas veces turbio y de numerosos fracasos. Lo acepto, yo también me dejé seducir por la propaganda de una presidencia diferente. Fui parte de los ilusos que creyeron que traería los cambios necesarios, que dejaría de improvisar, de defender pequeñas parcelas de poder y de ingresos. Una que traería la unidad necesaria para avanzar. Aceptaba que los resultados no se verían a corto plazo. Pero, cuando las cosas se hacen bien, esos resultados llegan solos, me decía. Y fue tan bonito entusiasmarse.



No obstante, no pasó mucho tiempo para empezar a dudar. En realidad, para empezar a decepcionarse. Las mismas caras en cargos de primera relevancia o caras nuevas defensoras de los viejos intereses, el retraso u olvido de los cambios prometidos, la ausencia de planificación, el desorden, la falta de liderazgo, los mismos fracasos y además otros nuevos, los mismos compromisos con los grandes y la misma falta de seriedad y compromiso con los chicos. Incluso, la misma sed de lucro a que estábamos acostumbrados, la falta de disciplina y hasta los mismos escándalos. Todo un país ha sido engañado… Si esto de Venezuela no es nuevo…



– ¿Cómo que de qué estoy hablando?



Sí pues. No se acuerda que Harold Mayne-Nicholls hizo su campaña anunciando una nueva era. Y lo primero que hace es dejar a cargo al Pelao, que nos dejó últimos en las eliminatorias. Aún espero que la selección juegue alguna vez una «clasificatoria», que muestre un estilo de juego definido y que el fútbol chileno avance o al menos no siga retrocediendo. Me siento engañado por esta presidencia. Para mí se le acabó el tiempo a esta administración.



– ¿Cómo que soy poco serio?…



Pero amigo, si llegamos al nivel que Brasil nos marcó Ä„dieciocho goles en cuatro partidos!. No sé Ud., pero yo ahora soy hincha del hockey patín femenino. Ä„Somos campeones del mundo!… Esas niñitas amateur, no reciben un peso por jugar, ni en sus clubes ni en la selección chilena, entrenan en condiciones deplorables y ganan un campeonato mundial ante rivales profesionales.



– ¿Pero por qué se va?… Ä„No me deje hablando solo!… Ä„Si quiere hablemos de política!… Ä„Oiga, oiga!… Shuuu, y no pagó ni su cuenta… Ä„Militante tenía que ser!



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Andrés Monares. Antropólogo y Académico

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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