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El terremoto en Japón y la ficticia seguridad nuclear


Lo sucedido a la planta nuclear japonesa de Kashiwazaki Kariwa, a causa de un terremoto de apenas 6,8 grados Richter, ha quitado el velo de dos problemas cruciales que enfrenta esta industria. Por un lado, la ficticia seguridad en la tecnología antisísmica que mencionan los portavoces pro-nucleares y, por otro, la falta de transparencia motivada por retrasos en la entrega de información y tergiversaciones sobre los auténticos impactos de las fugas de cobalto 60, yodo y cromo 51 radiactivos, a un entorno habitado por 93 mil personas.



En este último sentido, el accidente en la planta japonesa -la más grande del mundo, con 7 reactores nucleares- tiene como antesala los casos de Tres Millas y de Chernobyl, donde el ocultamiento de información agravó los impactos sobre la salud y vida de personas y sobre el ambiente.



El actuar de la compañía Tokyo Electric Power (Tepco), propietaria de la mencionada planta, viene a minar nuevamente los argumentos de los lobbystas y representantes de esta industria. En la central de Kashiwazaki Kariwa ya se han comprobado 50 fallas, sea por ineficiencia en combatir incendios, escapes de agua radiactiva que fueron a parar al océano, derrame de desechos radiactivos, tuberías desplazadas y diversos equipos averiados. Esto sólo se conoció luego de que el alcalde de Kashiwazaki presionó a la empresa eléctrica Tepco a informar a la población.



Así, la segunda versión de la empresa asumió el derrame de 50% más de agua radioactiva al mar; que los barriles de desechos radioactivos volcados no son 100, sino 400 y que 40 de ellos esparcieron desechos radiactivos. Además, detectaron emisiones con niveles anormales de isótopos radiactivos en una chimenea de los reactores, mientras los medios de comunicación japoneses aseguran que todavía no puede descartarse el riesgo de fuga radiactiva.



Para los lobbystas pro-nucleares, Japón es una referencia para la seguridad nuclear porque sufre terremotos frecuentes. El reciente alcanzó apenas 6,8 grados en la escala de Richter, pero en Chile los terremotos han superado ampliamente esos niveles, con 9,7 grados Richter en Valdivia -el más fuerte de la historia, en 1960-, y 8,5 grados Richter en la zona central, el año 1985.



Cabe tener presente que el estándar de seguridad sísmica para instalar reactores nucleares en EE.UU. y Japón es de 7,7 grados Richter; y sabemos que los japoneses lo aplican con severidad. Por eso, las fugas radiactivas de la planta nuclear más grande del planeta contradicen la liviandad de los voceros pro-nucleares, que citan la tecnología antisísmica como ejemplo de la garantía de «seguridad» que ofrecería esta opción para Chile.



Me pregunto, qué estarán pensando ahora estos tecno-optimistas.



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Sara Larraín. Directora del Programa Chile Sustentable

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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