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Violencia policial y etnicidad: más allá de «las cosas del fútbol»


Pasados algunos días del ahora tristemente célebre partido de fútbol jugado en Toronto entre las selecciones sub 20 de Chile y Argentina, se hace necesario hacer una reflexión de lo allí ocurrido que vaya más allá de lo estrictamente deportivo, esto es, «de las cosas del fútbol» como dicen los comentaristas deportivos. Varios de los hechos ocurridos durante el partido, como las expulsiones unilaterales de jugadores chilenos, o los hechos de violencia policial que se desencadenaron esa noche en el estadio de Toronto luego de su finalización, y los que ocurrieron en días siguientes en Santiago, con la reacción de la Presidenta y de destacados parlamentarios, estuvieron evidentemente cruzados por temas de etnicidad, de los que rara vez se habla en nuestro país por temores acumulados, pero que por sanidad debemos comenzar a abordar.



Analicemos estos hechos, así como su dimensión de etnicidad:



1. El partido. Al igual que muchas personas que vieron el partido esa noche a través de la televisión me sorprendió la falta de imparcialidad con que el árbitro del certamen, el alemán Wolfang Stark, asumió su labor referil, inclinándose marcadamente a lo largo del juego en contra del equipo chileno y a favor del argentino. Por extraña circunstancia, el árbitro sólo veía las faltas de los chilenos y no la de los argentinos. Al igual que los demás telespectadores, observé con indignación lo ocurrido sin entenderlo. Lo acontecido en el minuto 77, cuando el jugador chileno Dagoberto Currimilla fue expulsado del partido, me dio pistas para su comprensión. La expulsión de Currimilla fue precedida de un hecho que no pudo pasar inadvertido a los telespectadores; al reclamar dicho jugador por lo que consideraba como un cobro indebido, este tocó con su mano el brazo de Stark, cuestión que descolocó a este último de tal manera que lo llevó impulsivamente a sacarle tarjera roja. Se podría argumentar que los jugadores de fútbol no deben tocar de esta forma al árbitro en la cancha, pero ello no es suficiente para explicar la irracionalidad de la decisión de Stark. Lo había tocado un jugador latinoamericano, que por su fisonomía y apellido de origen mapuche, resultaban muy ajenos al alemán, al menos claramente más ajenos a los jugadores argentinos, la mayoría de ellos de origen y fisonomía europea como él. Subjetivo, por cierto, ¿pero el racismo no es acaso subjetivo? ¿Sino qué otra razón pudo llevar a Stark para un arbitraje tan falto de imparcialidad?



2. La violencia de la policía de Toronto en contra de los jugadores chilenos luego de concluido el partido. Las versiones sobre lo acontecido esa noche en las afueras del estadio entre la policía de Toronto y los jugadores del equipo chileno son hasta ahora contradictorias. El diario más influyente de esa ciudad y de Canadá, el Globe and Mail, señala que los hechos de tensión se provocaron cuando un guardia de seguridad impidió a Alexis Sánchez firmar autógrafos a la barra chilena asistente al partido, lo que llevó al jugador a golpearlo, y luego a una decena de policías a reducirlo violentamente por su accionar. Al ser defendido por sus compañeros de equipo, nuevamente intervino la policía, esta vez con gases lacrimógenos. Otro diario de esa cuidad, el Toronto Star, da cuenta de que los policías, para disuadir a los jugadores chilenos, usaron armas eléctricas, las que dejaron huellas en el cuerpo de Isaías Peralta. Como consecuencia de lo anterior, los jugadores fueron detenidos por la policía al interior del estadio, para más tarde ser liberados sin cargos. Preguntado el jefe de la policía de Toronto sobre los hechos, éste señaló que la acción de sus hombres había sido «firme, pero justa». Para el cónsul de Chile en Toronto, en cambio, se trató de una acción «violenta y desproporcionada».



Nuevamente resulta difícil entender lo allí ocurrido. Algo puede decirnos el aviso de grandes proporciones que estaba puesto esa noche junto a otros avisos comerciales en la cancha en que se jugo el partido. El aviso rezaba «say no to racism» (diga no al racismo). Una sociedad en donde no existe el racismo, no requiere de tal aviso. Es efectivo que Canadá tiene una política de combate al racismo y de reconocimiento dela multiculturalidad que ha sido elogiada internacionalmente, pero ello no puede llevarnos a negar que en sociedades como la canadiense el racismo exista, como lamentablemente existe en la mayor parte del mundo. Tal racismo se manifiesta en el caso canadiense de muchas maneras, entre ellas, las frecuentes situaciones de violencia policial en contra de sectores étnicamente diferenciados, como son los inmigrantes y los pueblos indígenas. Así lo señalan al menos los informes de organismos de derechos humanos, como Amnesty Internacional.



3. La reacción de las autoridades chilenas. Indignadas frente a los hechos extradeportivos antes señalados, la reacción de diversas autoridades chilenas no se dejó esperar. La Presidenta Bachelet calificó las agresiones de la policía de Toronto en contra de los jugadores de la selección sub 20 como «especialmente graves e injustificadas». En razón de lo anterior solicitó a la Cancillería que realizara una investigación, a fin de esclarecer los hechos acontecidos. El presidente de la Cámara de Diputados, Patricio Walker, fue más lejos aún, al calificar la conducta de la policía de Toronto en contra de los jugadores chilenos como «desproporcionada y propia de matones». Anunció además la presentación de dos proyectos de acuerdo en esa corporación, uno de ellos para condenar «los hechos de violencia y los delitos que cometieron los policías canadienses y los guardias de seguridad, ya que a los jugadores chilenos se les trató como delincuentes». Similares declaraciones fueron hechas por personeros de la oposición frente a esta situación.



Aunque finalmente el incidente no llegó a convertirse en uno entre Estados, quedó de manifiesto la preocupación y condena enérgica de las autoridades frente a hechos de violencia policial que afectaron claramente la dignidad y derechos de los jugadores chilenos. Elogiable.



Lamentablemente la reacción de dichas autoridades, incluyendo la de la Presidenta, frente a los hechos de Toronto, contrasta mucho con aquella que éstas han tenido frente a las denuncias de situaciones de violencia por parte de la policía chilena en contra de sectores vulnerables en el país, en especial en contra de integrantes de comunidades mapuche, que diversas y prestigiosas instancias nacionales e internacionales han formulado en el último tiempo. Así por ejemplo, ni la Presidenta de la República, ni el Presidente de la Cámara, ni menos los políticos opositores, señalaron una palabra frente al informe que el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas emitiera en marzo pasado, manifestando su preocupación por la persistencia de «…casos de malos tratos por parte de las fuerzas del orden, principalmente al momento de efectuar la detención y, en contra de las personas más vulnerables, incluyendo a las más pobres».



Tampoco lo hicieron frente al informe que en febrero pasado emitiera el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas, constatando la existencia de situaciones de brutalidad policial de la que son víctimas niños indígenas, e instando al Estado chileno a poner término a esta situación a través de acción tanto preventiva como correctiva.



Se trata de una realidad que sigue ocurriendo cotidianamente en el sur del país con absoluta indiferencia de las autoridades. Así, por ejemplo, en el mes de junio pasado, niños mapuche provenientes de comunidades en conflicto de Collipulli fueron interrogados sobre las actividades de sus padres por carabineros en la escuela a la que asisten, sin la presencia de ellos y en abierta violación de la Convención de Derechos del Niño, de la que Chile es signatario. El mismo mes se verificó un intento de homicidio de un comunero mapuche en Ercilla por parte de un propietario agrícola, quien al momento de los hechos, se desplazaba en su vehículo junto a un carabinero uniformado que lo protegía. Se trata de situaciones que han sido puestas en conocimiento de las autoridades de gobierno, sin que éstas se hayan dignado siquiera a contestar las misivas que se les han enviado, y menos condenar públicamente hechos tan lamentables.



¿Qué hay de común entre los hechos ocurridos en el estadio de Toronto y los acontecidos cotidianamente en comunidades mapuche? La violencia de la policía motivada por factores étnicos.



¿Qué diferencia estos hechos, a parte de verificarse uno en el exterior y los otros en el país? El vigor con que las autoridades chilenas intervinieron en el primer caso, y su silencio y, por consiguiente, su implícito consentimiento y complicidad, en el último caso.



¿Por qué esta contradicción tan manifiesta, por qué este doble estándar en nuestras autoridades frente a situaciones de violencia policial relacionadas con la etnicidad que sin duda van más allá de «las cosas del fútbol»? Es una pregunta que cabe responder a ellas y no a este autor, que sólo ha querido con estas reflexiones poner sobre la mesa una realidad evidente en Chile, el racismo, única manera de abordarla y superarla como sociedad.



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* José Aylwin Abogado, Codirector del Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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