Publicidad

El lenguaje no es inocente


El juez Alejandro Madrid vuelve a colocar la figura de Eduardo Frei Montalva en los medios de comunicación. Lo hace al ordenar la detención de 4 médicos, 1 enfermera, 6 ex militares y 1 ex empleado civil del Ejército. Dos de esos médicos -Pedro Valdivia y Vittorio Orvietto- eran de la DINA y facultativos de la Clínica Santa María cuando el ex Presidente de la República fue internado y operado, donde agonizó y murió.



Al día siguiente de la decisión judicial, el Partido Demócrata Cristiano celebró 50 años de existencia. Su presidenta, la senadora Soledad Alvear, refiriéndose al desenlace de la vida de Frei, dijo: «todo apunta a que el ex Presidente Frei pudo haber sido asesinadoÂ…».



¿Por qué la Democracia Cristiana, por su voz más autorizada, aún duda o considera políticamente incorrecto asumir que su principal figura, en este medio siglo de historia, haya sido eliminada por agentes de la dictadura, a diferencia del sereno reconocimiento que hacen los familiares del extinto: «fue envenenado con gas mostaza»?



En los años de la dictadura, frente a las denuncias de arrestos y detenciones ilegales o prolongadas, torturas y desapariciones forzadas de personas, se impuso la fórmula que decía: mientras los tribunales no dictaminen qué sucedió, no se puede afirmar que lo denunciado sea verdad.



Entonces los tribunales poco o nada investigaban de aquellas denuncias. Sin embargo, personas e instituciones que defendían los derechos humanos se formaban y expresaban la convicción de que tras los hechos denunciados había un sistema de represión ejercido por uniformados y civiles sustentado por un Estado dictatorial.



En cambio, ahora sí los tribunales están investigando aquellas denuncias. Éstas, una a una, están ratificando lo que esas personas e instituciones, durante la dictadura, habían afirmado sin necesidad de un «visado judicial». Los tribunales se han incorporado, cada vez con más eficacia, a administrar justicia con aquella parte de la sociedad chilena atropellada en sus derechos fundamentales, en la que estaba Eduardo Frei y los democratacristianos.



Resulta paradójico que la presidenta de la Democracia Cristiana continúe hablando en condicional sobre los hechos sucedidos en el ecuador de la dictadura, enero de 1982. Las resoluciones de jueces sobre casos que han afectado a otros prominentes políticos chilenos asesinados y las numerosas y calificadas evidencias reunidas el juez Madrid convergen en el asesinato.



Lo que falta es la identidad de los homicidas que inocularon el veneno en los tejidos de uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, organizaron la logística del crimen y ordenaron cometerlo. El destino de Eduardo Frei Montalva fue el mismo al de otros millares de chilenos que, como él y tan diferentes a él, murieron o, lo que no es lo mismo, los mataron. Y eso cuesta asumirlo.



*Pablo Portales es periodista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias