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Agricultura con conocimiento


La agricultura ha sido una de las actividades que refleja un mayor número de efectos en las decisiones y cursos experimentados social, política, económica y culturalmente en nuestros países, a los que se deben sumar los desafíos del cambio climático y la necesidad de dar respuestas oportunas, adecuadas y precisas, pues los cambios provocan escenarios diferentes en una misma zona.



Es necesario restablecer la memoria de la agricultura, es decir, tomar nota de las decisiones que se adoptaron en determinados momentos y de cuales fueron sus consecuencias. Observar las metodologías de investigación, las propuestas, los modos de concebir la extensión y ver si ello nos satisface o puede y debe ser perfeccionada.



Numerosos congresos, encuentros, seminarios, talleres, han reconocido en la agricultura un valor estratégico; aspecto que abre los espacios para contar con más recursos públicos y privados para investigación. Al mismo tiempo, las formas en que se ha discutido su rol y su futuro, requiere de un proceso de mayor socialización, de organizaciones de productores con niveles de participación de mayor calidad y con una relación con los centros de investigación y universidades, que asegure una forma continúa de incorporar conocimiento.



Ciertamente, hay plena coincidencia en que la agricultura como actividad económica experimenta una tendencia que favorece su rol y que es al mismo tiempo necesario, que la de idea de inclusión, refiera a los campesinos, a los productores de pequeñas superficies y logre coordinar y potenciar sus capacidades con la industria, las universidades y de modo especial, con los consumidores.



Para resolver las demandas planteadas y el desafío de llegar a ser una Potencia Agroalimentaria necesitamos recuperar superficie, acotar los usos de los recursos naturales y atender a los nuevos escenarios que trae consigo el cambio climático. Todo ello forma parte de la realidad compleja con la que dialoga la agricultura y que por cierto no es posible radicarla en algunos de sus ámbitos sino en el conjunto de ellos.



Tomando en consideración la «historia reciente de nuestra agricultura», anotamos como parte del registro de su desarrollo, lo que se ha establecido en estos encuentros de alto nivel. Esto es reconocer como objetivo el crecimiento de la producción y la productividad agropecuaria. Armonizar y asegurar que el crecimiento agrícola que se demanda sea armónico con el medio ambiente, lo que conlleva a invertir en más investigación para lograr que los modos de alcanzar el objetivo permitan conservar los recursos naturales que hacen posible la actividad agrícola y la vida. Asumir que aún tenemos poblaciones que requieren de sistemas que aseguren su seguridad alimentaria, que es posible contribuir a la generación de riqueza para nuestra economía y que somos una actividad con un fuerte potencial de oportunidades de trabajo.



La actividad agropecuaria no requiere solamente de los factores que vienen de la mano de la tradición, de la experiencia; dependen, dada las circunstancias; de la incorporación de más conocimiento y para ello; los sectores público y privado deben buscar los modos de rentabilizar su capacidad de coordinación y de hacer posible una mayor inversión.



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Leopoldo Sánchez. Director Nacional de INIA

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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