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El neoliberalismo y sus efectos


En 1947 se reunieron en la ciudad suiza de Mont Pelerin una serie de empresarios e intelectuales que dieron vida a un cuerpo de ideas que configuran el capitalismo en su forma más extremista. Entre los concurrentes se encontraban Friedrich von Hayek, Karl Popper, Ludwig Von Misses, Salvador de Madariaga y Milton Friedman, crearon allí una suerte de Internacional del empresariado que funciona hasta el día de hoy. Esa es la cuna del neoliberalismo



Los textos fundacionales del neoliberalismo son «Camino de servidumbre», de Von Hayek, «La sociedad abierta y sus enemigos», de Karl Popper, y «Libertad de elegir» de Milton Friedman.



Entre sus tesis principales se encuentran las siguientes:



a.- Una fuerte crítica al socialismo y a las ideas de solidaridad e igualdad en que éste se funda. Se valoran el egoísmo y la desigualdad como factores que potencian el desarrollo económico.



b.- El mercado debe ser el factor único, exclusivo y excluyente en la asignación de recursos. Este no debe tener limitación alguna. Esta expresión extremista del capitalismo sostuvo y sostiene, al igual como lo hizo Adam Smith en el siglo XIX, que el mercado se regula automáticamente a través de una suerte de mano invisible. Se trataría entonces de que el mercado se desarrolle libremente sin trabas de ninguna especie; por tales se entienden las medidas estatales que fijan precios, sueldos mínimos, condiciones de trabajo, jornadas laborales y la acción de los grupos sociales de presión tales como sindicatos, centros estudiantiles y asociaciones gremiales.



El mercado no debe tener piedad; los débiles y los ineficientes deben ser expulsados del mismo. Algo de nietzscheano fascista hay en el pensamiento neoliberal



c.- El Estado debe reducirse a su mínima expresión sólo conservando funciones de seguridad nacional y policía interna. Bajo este dogma ideológico se promovieron todas las privatizaciones. El Estado debe estar expresamente excluido de toda actividad económica.



La libertad económica sería la madre de todas la libertades se encontraría incluso por sobre la libertad política. Las dictaduras se justifican si se imponen para salvar la libertad económica, que es la libertad de las empresas económicas.



Sin embargo, en la práctica social concreta el neoliberalismo se muestra incoherente cada vez que de defender los intereses económicos de los sectores sociales que representa. Un par de ejemplos: No existen los derechos que había configurado la modernidad progresista tales como educación, salud, vivienda, etc. Sólo existe el derecho a elegir como satisfacer estas necesidades, derecho que sólo tienen los que dispongan de dinero. Esto esta claramente reflejado en la Constitución chilena, que no garantiza el derecho a la educación, sino simplemente el derecho a elegir el tipo de educación de nuestros hijos.



d.- La existencia de grandes grupos económicos potencia da estabilidad. De esta manera, la concentración y la desigualdad no son debilidades de la implementación de un política económica neoliberal determinada, sino efectos concientemente buscados. Toda la política de transporte público de la Concertación, que alcanzó su momento cumbre con la implementación del Transantiago, tiene en su corazón la idea de la gran empresarización que implicó expulsar del mercado a los pequeños transportistas que tenían un promedio de 1,7 máquinas por cada uno de ellos.



e.- Se sostiene que toda barrera arancelaria u otra medida con las que los países pequeños tratan de proteger su economía y que impida el libre tráfico de mercaderías debe derogarse. El mundo debe ser un mercado total. Sin embargo, EEUU, el país que promueve e impone estas ideas en el mundo, protege estatalmente su industria del acero respecto de Europa, al igual que su producción agrícola. Asimismo, impide la llegada de productos chinos y obstaculiza la llegada de softwares provenientes de la India.



f.- Los trabajadores se consideran ineficientes en el proceso productivo, en tanto no se han podido hacer de medios de producción. Por ello, es éticamente razonable que sólo reciban los frutos del crecimiento global de la economía por la vía del «chorreo»; toda copa llena, a fin de cuentas, derrama. Para los marginados que puedan transformarse en factores de inestabilidad social se les asignan políticas «focalizadas» de asistencia social.



El neoliberalismo no fue tomado en serio ni causó gran impacto al momento de su aparición. En efecto, desde un punto de vista teórico no era sino una promoción a la vuelta del capitalismo manchesteriano que, sin dios ni ley, había llevado adelante la acumulación originaria de capital en Inglaterra del siglo XIX y que había sido analizada críticamente por Carlos Marx, en su obra «El Capital».



Milton Friedman, en los sesenta y comienzos de los setenta, era invitado a programas de televisión norteamericanos en los cuales escandalizaba a sus espectadores promoviendo el trabajo de los niños, el fin del fuero maternal, etc.



En 1929, la economía norteamericana en la que imperaba el liberalismo desatado entró en una gran crisis que se expandió por todo el mundo. De ella, sólo pudieron salir con una fuerte intervención estatal dirigida por el economista inglés J. Maynard Keynes. De ahí en adelante, la idea del Estado como orientador de la economía hizo sentido común en todo el capitalismo.



Luego de la Segunda Guerra Mundial, el mundo capitalista instaló un sistema económico internacional, del cual fue excluido el campo socialista, a partir de los llamados acuerdos de Breton Woods (1944). En ellos se establecieron, entre otros aspectos, que el comercio internacional se haría en moneda dólar americano, país que sólo podría aumentar su moneda con respaldo en oro o en otra divisa extranjera, se creó el Banco mundial para potenciar el desarrollo de los más pobres y el Fondo Monetario Internacional, para ayudar en momentos de crisis a países en dificultades. Todo este entramado pretendía evitar que conflictos sociales llevaran a nuevos países al campo socialista.



En todo el mundo, el capitalismo entendió que para su propia viabilidad tenía que dar condiciones humanas a la clase trabajadora. Ello creó el Estado de Bienestar en Europa y, en Chile, un Estado de Compromiso. Es exagerado hablar en nuestro país de un Estado de Bienestar. Aquí se trató simplemente que el empresariado fue cediendo a las luchas populares y ello quedó plasmado en una legislación social bastante estable, pero muy modesta en sus contenidos concretos, a partir de lo raquítico de nuestra economía monoproductora y dependiente.



Así, en una suerte de hibernación permaneció el neoliberalismo por muchos años, reducido a algunos claustros académicos, especialmente en la Universidad de Chicago. Pero como hasta un reloj parado da en algún momento del día la hora exacta, una crisis global del capitalismo pondría a esta ideología en su momento estelar.



El neoliberalismo es la ideología política y económica con la cual las grandes empresas transnacionales enfrentaron la crisis mundial de capitalismo que se vivió en los años setenta.



Es una ideología, pues distorsiona la realidad para encubrir intereses materiales muy concretos de EEUU, empresas transnacionales y grupos económicos emergentes que aplicaron los saqueos de empresas estatales de los 70 y 80 en América Latina, particularmente de Chile, como son las familias Luksic, Angelini y Matte.



Cada vez que de salvar sus intereses económicos se contradicen con sus principios teóricos, estos últimos salen por la ventana. Así, por ejemplo, la más grande intervención estatal en la economía chilena consistió en que la dictadura militar pagara la deuda de los bancos con dinero de todos los chilenos, durante la crisis que los llevó a la quiebra en 1982. Nada se dijo allí de la mano invisible que sola regularía el mercado o de la prescindencia del Estado como actor económico.



Durante muchos años, el capitalismo despreció esta corriente extremista conocida por algunos como la del «capitalismo salvaje», pero una crisis desplazó a la corriente keynesiana y puso a esta ideología como política oficial del capitalismo a nivel mundial.



En los años setenta, el capitalismo a nivel global entró en una severa crisis económica que se desarrollaba a partir de tres situaciones:



1.- El gigantesco aumento de dólares en el mundo, dado que los norteamericanos empezaron a imprimir su moneda sin control alguno, como una forma de financiar la guerra de Vietnam y los mayores precios del petróleo. Esto fue una verdadera estafa al mundo. Había que llevar esos dólares a algún lugar para evitar que los bancos quebraran. Ése es el origen de la deuda externa en América Latina.



2.- La crisis política desatada en el tercer mundo, ante la lucha de los pueblos por evitar la continuación del saqueo imperialista a sus economías, lo cual se expresó en Chile mediante la nacionalización del cobre.



3.- Una fuerte caída en la tasa de ganancia en las transnacionales que requerían nuevos mercados donde vender y comprar materias primas más baratas. Esto es lo que en las periferias se nos vendió como ventajas comparativas.



La tendencia histórica a la caída de la tasa de ganancia del capital como producto de la competencia entre las distintas empresas es la causa de la globalización. Como se requería llegar a nuevos lugares donde comprar más barato y vender los productos sin mercado, el mundo debía hacerse un mercado global: la globalización había partido.



Esa crisis dio origen a la globalización y esta se lleva adelante en la versión extremista del capitalismo conocida como neoliberalismo. En América Latina, el neoliberalismo se impuso por medio de crueles dictaduras que causaron miles de asesinatos, detenciones y desapariciones, legiones de exiliados, cientos de campos de concentración, etc.Â…



Luego del retorno a la democracia, muchos gobiernos democráticos fueron cediendo a las imposiciones neoliberales del Fondo Monetario Internacional, ante su imposibilidad de cumplir con la impagable deuda externa contraída generalmente por las dictaduras militares.



América Latina se arruinó con esta ideología. Países ricos como Argentina fueron devastados por los capitales transnacionales. De igual manera, todos los procesos privatizadores de empresas estatales fueron fuente de gigantescos entramados de corrupción. Durante la dictadura militar chilena, los representantes civiles de ésta, muchos de ellos hoy militantes de la UDI, compraron a vil precio empresas estatales con dinero prestado por el Banco del Estado. Y así, de la noche a la mañana, pasaron a ser multimillonarios.



Esta ideología se aplicó bien por la fuerza de las armas o bien por las imposiciones del Fondo Monetario Internacional. Desde 1990 ella forma parte oficial de lo que se viene en llamar el Consenso de Washington, es decir el acuerdo entre empresarios y entidades estatales de ese país por imponer esta forma económica y política.



Esto lo expresó con toda claridad política George Bush padre, en la conferencia de cooperación europea de 1991, cuando sentenció que sólo había espacio para países con economías de mercado (neoliberales) y democracias representativas y que ellos eran los policías del mundo; de esta doctrina totalitaria son testigos en carne propia Haití, Somalia, Irak, Afganistán y la ex Yugoslavia, hasta ahora. Esto había sido teorizado por Francis Fukuyama en su texto «El fin de la historia y el último hombre»(1990).



Este mundo, que se concebía como la estación terminal del desarrollo de la humanidad, se encuentra ad portas de una hecatombe ecológica, con 1.300 millones de seres humanos viviendo con menos de un dólar diario, de ellos 843 mil son chilenos, otros 810 millones sufren hambre o desnutrición crónica, las 225 personas más ricas del mundo tienen un patrimonio superior a las 2.500 millones de personas más pobres.



Un hecho lo grafica todo: EEUU y Europa gastan más en maquillaje femenino y comida para animales domésticos de lo que se necesitaría para llevar agua potable y atención primaria de salud en los lugares en que falta.



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Roberto Ávila. Abogado

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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