Publicidad

La izquierda en América Latina


En el año 2006 se realizaron en América Latina elecciones presidenciales en 12 países. Contaron con observadores internacionales y sus resultados fueron respetados, registrándose un solo caso con dificultades graves, el de México. Este solo hecho devela un cambio político cualitativo en la región. Quedó atrás el ciclo de dictaduras militares y de partidos únicos. La competencia electoral democrática entre proyectos políticos diferentes ha logrado legitimidad y espacios para expresarse. No se registra en la historia del continente otro periodo en que la mayoría de los ciudadanos latinoamericanos gozaran de tan alto nivel de derechos políticos. Esta feliz circunstancia convive, por desgracia, con los problemas de pobreza y desigualdad económica, que no siendo nuevos, aparecen agravados.



Sin embargo, justamente esos derechos políticos abren posibilidades, como nunca antes, para intentar resolverlos. El resultado de estas elecciones indica una clara inclinación hacia las tendencias de izquierda, aunque en dos países importantes por su tamaño y economía, como Colombia y México, el triunfo fué para candidatos de derecha. Evo Morales, un dirigente indígena, fue electo presidente en Bolivia; Tabaré Vázquez, del partido socialista, electo Presidente de Uruguay. En Brasil obtuvo una amplia votación para un segundo periodo Luiz Inácio Lula da Silva, el sindicalista fundador del Partido de los Trabajadores (PT); Hugo Chávez fue reelecto en Venezuela con un fuerte discurso antiimperialista; Néstor Kirchner, que asumió la presidencia en mayo del 2003, del peronismo de centroizquierda, gobierna Argentina. También Ecuador y Nicaragua eligieron a los candidatos denominados de izquierda. En Chile, una mujer socialista que estuvo presa y exiliada, asumió como la cuarta Presidente de la coalición de partidos que derrotó al General Pinochet.



No se trata, sin embargo, de una nueva izquierda latinoamericana con tendencias políticas homogéneas. Hay, entre ellos, los que acentúan el antinorteamericanismo junto a la amistad con Fidel Castro y su revolución, como Hugo Chávez y Evo Morales. Sin embargo, como dice The Economist (London: 7 de junio de 2007), ellos son «friends, not clones», porque viven en sus países circunstancias muy diferentes. Hay partidarios de nacionalizar recursos naturales, como Morales en Bolivia, pero en Perú, el aprista Alan García se esfuerza en obtener un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos al modo como lo obtuvo Chile y revitalizar la economía con disciplina fiscal, apertura económica e inversión extranjera, con éxito a la fecha. En Ecuador y Bolivia, con larga tradición de poderosos movimientos indígenas, se reivindica «la refundación nacional», aunque desde dentro del sistema democrático, y los derechos indígenas reclamados por 500 años. En Venezuela que, por el contrario, no tiene una historia de fuertes reivindicaciones indígenas se ha aprobado, durante el gobierno de Chávez, una Constitución donde en su artículo 119 se reconoce «los derechos de los pueblos indígenas sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan…». El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, libra una fuerte batalla en contra del Congreso donde se expresa, según dice, la «partidocracia», causa de la corrupción, uno de los males del país. Este amigo de Chávez ha refrendado y, recientemente, ampliado la dolarización de la economía. Hay quienes tienen rasgos populistas y preconizan el control de precios y políticas asistencialistas para los sectores de pobreza; mientras otros pregonan el libre mercado y la protección social institucionalizada para toda la población, incluyendo a los sectores de pobreza. Hay quienes no quieren pagar la deuda externa, al estilo de Argentina, y otros que desean pagarla cuanto antes, como Chile. La integración y amistad de estos países no se refuerzan por la supuesta afinidad ideológica. Entre Argentina y Uruguay ha surgido una difícil disputa con amplias movilizaciones populares por lado y lado. El Mercosur no ha mostrado ni más vitalidad ni más dinamismo. El Presidente Hugo Chávez intenta convertirse en líder regional, pero su discurso resulta demasiado colorido para los oídos más formales. En tanto, quien constituye el líder natural de la región, Brasil, está demasiado ocupado en fortalecer su presencia global como potencia emergente ya que, junto a los otros dos gigantes (China e India), encabeza este grupo.



El periodismo hace una distinción de populistas, por un lado, y socialdemócratas, por otro. Es una división simplificadora; aún es temprano para aceptarla. Estrictamente hablando pocos -si alguno- serían de izquierda tradicional. Lo que sí se puede afirmar es que ha surgido en el continente una nueva conciencia democrática y una noción de que el progreso económico debe resolver los problemas de pobreza, desempleo, desprotección y que ello la población debe exigirlo. Esa conciencia se acompaña, frecuentemente, con recursos a la violencia no sólo en relación con los conflictos laborales, como fue lo habitual, sino ahora también con demandas de mejor educación, salud, vivienda, tierrras, infraestructuras, etc. De modo que estos gobiernos deben resolver los problemas de pobreza y desigualdad económica en un escenario de derechos cívicos y de alta conciencia de los derechos materiales y del poder electoral por parte de los ciudadanos. Y es así como toman fuerza las movilizaciones sociales en Argentina, Bolivia, Chile, Perú, México, etc. Estos ciudadanos quieren ser considerados como personas libres e iguales y solicitan un arreglo de las instituciones políticas y sociales básicas para que los valores de libertad e igualdad tengan expresión real.



No será fácil el feliz cumplimiento de esta tarea. Para ilustrarlo está el caso de Chile, que habitualmente se percibe, en varios aspectos, como ejemplar. En él se muestra tanto el tiempo nuevo que se vive en la región como las dificultades políticas que se presentan para resolver los desafíos de la hora actual. La experiencia neoliberal, en dictadura o en democracia, dejó un profunda marca en los modos en que se relacionan sociedad e individuo, sobrepasando los límites del intercambio económico. Con la abstención o disminución del Estado en los varios órdenes sociales la incorporación social de los individuos se realiza según los mecanismos del libre mercado donde cada incorporación tiene un precio. La salud, la educación, la previsón que el individuo compra depende de sus posibilidades en el mercado respectivo. Ello ha dejado caídos del mercado a muy amplias poblaciones. Son los excluídos los cuales tienen, ahora, derechos cívicos cada vez más respetados.



___________





Manuel Barrera. Profesor de Filosofía y Sociólogo; ex Profesor e Investigador de las Universidades de Chile y Católica de Chile, Consultor Internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias