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Relaciones enfermizas


Los chilenos vivimos en medio de serias paradojas conductuales que revelan cuán difíciles son las formas de convivencia en todos los planos, principalmente en las de orden político. Una de éstas es la relación enfermiza que sostienen los gobiernos de la Concertación con la prensa opositora de derecha.



La prensa de derecha, encabezada por los consorcios periodísticos de Edwards, Sahie, Claro y Piñera, ataca fuerte y sostenidamente al gobierno por la corrupción en Chiledeportes o en EFE, por el caso MOP, el fracasado Transantiago y la lucha ineficiente contra la delincuencia. Pero, en cambio, esta misma prensa, aplaude fuerte la gestión macro económica del gobierno y no cuestiona ni el enorme gasto militar, ni las cifras sobre la pobreza.



En una lógica elemental no cuadra que un gobierno lo haga pésimo en lo político y fantástico en lo económico ¿Debemos pensar, en consecuencia, que estamos frente a un buen o un mal gobierno? ¿Debemos creer lo que se dice en el cuerpo económico de El Mercurio o lo que se dice en el cuerpo C, destinado a la marcha del país?



Tal incongruencia es atribuible a la relación de «doble vínculo», concepto utilizado por Gregory Bateson, para referirse a las patologías producidas por personas que le atribuyen a su interacción significaciones cruzadas o asimétricas, fundando visiones erróneas que construyen o refuerzan conductas insanas y malas percepciones.



Esta doble vinculación, de amor y de odio, entre gobierno y prensa de derecha, redunda en que la propia conciencia del gobierno y de la oposición y de los otros no pueden sino que representarse y vivenciarse como rara, cambiante y ambigua.



Los gobiernos de la Concertación están insatisfechos del tratamiento de su gestión por parte de la prensa de derecha. La orquestación que los medios le dan hoy al Plan Auge, al Transantiago o a Chiledeportes, actualiza la impotencia comunicacional del Gobierno, que se defiende malamente de los ataques. Es esta misma impotencia la que llevó a Lagos a tratar a El Mercurio de «basura de la historia».



Lo curioso es que ante este chantaje parece no haber una voluntad real de cambio de parte de los afectados, surgiendo la segunda paradoja: mientras el Gobierno y la prensa de oposición se tienen mutua desconfianza, no existe tal para el uno contratar espacios publicitarios y para la otra acceder gustosa a los requerimientos. En este contexto, llama la atención que el Gobierno contrate muy esporádicamente avisos en El Periodista, Le Monde Diplomatique o El Siglo.



Esta doble conducta muestra que los gobiernos de la Concertación se quejan de los medios opositores, pero son sus principales financistas, lo que denota una anomalía conductual digna de analizarse. Así, de manera sistemática, apoyan a sus detractores y no a sus adherentes. Hay una típica relación esquizofrénica de mutuo temor y apoyo entre las partes.



El gobierno financia generosamente a los medios conservadores porque tiene más miedo de lo que éstos pueden decir que de lo que piensan los ciudadanos. Por ello, los medios de derecha pueden imponer una agenda temática de inseguridad (crónica roja) y de espectáculo (farándula), de un Plan Auge poco solidario o de un Transantiago donde el único culpable del mal servicio es el gobierno y no así los «operadores».



El Parlamento y el Gobierno «solucionan» sus relaciones de doble vínculo, cuando se ocupan de asegurarle a los concesionarios de las autorrutas, de las compañías de teléfono, del agua potable, de la energía, del transporte o de la educaciónÂ… grandes ganancias, reparando poco en los derechos de los usuarios.



Esta conducta está, a su vez, generando un malestar social de fondo, por encima de los «rollos» entre oposición y gobierno, instalando en el escenario, cada vez con más intensidad, las protestas de los secundarios, de los santiaguinos y de los provincianos, de los jubilados y de los trabajadores con bajos sueldos y trabajos precarios.



Estas interrelaciones enfermizas, generan un cuadro cultural desfavorable al desarrollo social y democrático. ¿Para qué debatir las injusticias sociales y laborales si los principales adversarios se ayudan en el plano económico? ¿Alguien puede entender esta conducta? De esta manera podemos comprender porqué parte del público chileno busca entretenerse mejor con la farándula, los escándalos o la delincuencia más que con la vida política enfermiza.



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Héctor Vera Vera. Periodista, Doctor en Comunicación Social. Profesor de Teoría de la Comunicación en la Escuela de Periodismo, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile. Experto e investigador en análisis medial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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