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Perro que ladra no muerde


Que nadie se confunda. La muerte del carabinero Cristián Vera no puede ser atribuida a ninguna organización que tenga alguna matriz ideológica siquiera, ésas que en el código verbal del ministro del Interior, Belisario Velasco, subvierten el orden establecido.



Repudio la muerte del uniformado, al igual que todos los ciudadanos, más allá de las diferencias que subyacen en la diversidad cultural, política y étnica en las que descansan la idea de Nación Estado y cuya intolerancia, es, precisamente, una muestra de odiosidad, provocación y finalmente una invitación a la violencia.



El problema es que el aquelarre de jerarcas de la seguridad pública, reunidos muy sigilosamente en los salones del Ministerio del Interior, pretenden ocultarnos y nos ocultan de hecho que existe un ejército muchas veces de niños que se encuentran armados, que son usados por los delincuentes y que los responsables -a diferencia de lo que siguen insistiendo los órganos represores- no se encuentran precisamente en la zona surponiente de Santiago.



No comprendo qué tan difícil resulta que asumamos y se nos diga con toda nitidez que una operación de internación de droga no cuesta dos pesos, sino que exige planificación, logística, y dinero. Dicho de otra forma, la pasta base que consumen los que el martes 11 en la noche estaban aburridos y querían jugar a la «asonada militar», cuesta varios cientos de millones desde el paso fronterizo de Pica en Iquique hasta ser puesta en Santiago y distribuida como miel a los adolescentes.



Tampoco nos dicen que han fracasado en La Legua y en toda las poblaciones que han sido intervenidas militarmente, que cientos de efectivos policiales encuentren dos o tres gramos de cocaína supone más que una burla a todos los chilenos y que alguien pretenda que creamos, ciertamente, que estamos ganando algo en la guerra contra la droga y la delincuencia, miente y lo hace de forma descarada.



Nos encontramos nuevamente en un dilema similar al de Hoover versus Kennedy. El primero, todopoderoso jerarca de la inteligencia estadounidense, sabía -como lo sabe Belisario- que los capos de la mafia, los delincuentes, no estaban en las barriadas gringas, sino que habían puesto sus dientes en el centro mismo de la capital de la federación y, que frente a eso, debía exhibir logros y resultados, persiguiendo a los disidentes del sistema, sujetos ciertamente odiosos para el estilo de vida americano.



Kennedy sabía -como también lo sabe Velasco, no el de los números- que había que atacar con todo a los delincuentes, había que perseguir a quienes tenían el poder y el dinero para que sicarios menores ejecutaran sus órdenes y que esa pelea era, claramente, más dura y menos rentable políticamente. Probablemente lo sabía por experiencia, pues su paso como asesor legal del senador Mcarthy alguna moraleja le enseñó.



Ese dilema, no ha sido resuelto, incluso hoy.



Impedir que un grupo de adherentes rindan homenaje al ex Presidente Allende, a las víctimas de la represión y que eso se haga -a falta de un acto de expiación público oficial aún pendiente- con desfile o cánticos, es simplemente una estupidez, como lo es detener a un abogado, golpear a un dirigente, allanar lugares donde se reúnen anarquistas, okupas o los nombres que se quieran dar, creyendo que eso les dará algunos minutos de paz al gran guardián.



Perro que ladra no muerde, eso lo saben los delincuentes. Mientras la jerarquía siga diletando sobre cómo reprimir a la delincuencia y a cambio persigue a la disidencia, limita los derechos y libertades públicas de los chilenos, otros seguirán traficando la mierda que consumen nuestros niños, moviendo el dinero para que eso suceda y entregando armamento a las pandillas que han denunciado transversalmente diversos alcaldes y en La Moneda podrán seguir ladrando. Pero eso también lo sabe Belisario: habrá más carabineros muertos, más víctimas inocentes y más pasta base circulando en las calles.



*Abogado

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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