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Entre Naty y la Bolocco


El sexo oral es placentero. Eso lo sabe toda persona que lo haya practicado. Incluso el Rumpy lo popularizó como la «conferencia de prensa», en su escuchado programa radial.



Ahora muchos adultos se escandalizan con el video que circula en Internet, que muestra a una escolar de 14 años haciendo sexo oral a un conocido, en presencia de otros que la filman con su teléfono, en una plaza. La prensa y la TV han puesto en el debate la sexualidad adolescente, los «valores y la moral» de los jóvenes de hoy y -en alguna medida- la actitud de los padres y el colegio que se concretó en una «expulsión acordada» de Naty.



Hoy ella pide en los blogs que la dejen tranquila y que no le hablen más de lo que hizo. Se siente crucificada, la víctima sacrificial que limpia a todos -adultos y adolescentes- de sus propias culpas. Mientras que Cecilia Bolocco, ex reina de belleza, amante furtiva que fue sorprendida en escenas eróticas ante el ojo de un paparazzi, en vez del castigo y la exclusión es hoy un «rostro» que promociona perfumes y ropa interior, para una importante casa comercial. ¿Qué hay detrás de esta discriminación entre una mujer adulta y una adolescente frente a un mismo hecho? ¿Qué ha cambiado en las prácticas sexuales que a ojos de muchos esto se transforma en un escándalo? ¿Qué lleva a una mujer de 14 años a dejar que la filmen en un acto que es básicamente privado? ¿Qué ocurre con esos hombres adolescentes que hacen mofa de Naty? ¿Qué hay en los adolescentes que hacen trizas los límites que tenían sus padres?



Son preguntas posibles. Pero, claramente Naty ha tenido un trato discriminatorio respecto de otras mujeres. Y también por su edad.



Los juegos sexuales son parte de la construcción de la identidad y también del placer. Lo que ocurre es que la estadística se ha transformado en un video y la imagen lo es todo: los adolescentes chilenos hace rato que se inician sexualmente entre los 12 y 15 años en mujeres y hombres. Quizás lo chocante es que se haya dejado filmar, el que su sexualidad la viva desconectada del placer, tomándola como un ejercicio, una prueba de arrojo, un episodio entre otros, «una gracia» para probar hasta dónde se es capaz de llegar. Entonces, la pregunta es: qué conversaciones ha tenido Naty sobre la sexualidad, el amor y el placer.



La formación sexual ha sido dejada al autoaprendizaje de los niños y adolescentes. La conversación está en la calle, en los MSN, en lo mitos transmitidos o creados alrededor del machismo y las distorsiones que provoca el silencio de los padres y de las escuelas. El círculo se completa: la iglesia no alienta la educación sexual y cuando la realiza, su relato ideologizado, está desconectado de las prácticas sexuales que se dan en la vida real, de las opciones que deben tomar sus estudiantes, perdiendo así toda eficacia. Ante esta realidad, que viene desde la prohibición de las JOCAS de inicios de los años ’90, qué otra cosa se puede esperar, si incluso los distintos gobiernos concertacionistas no han impulsado con decisión y profundidad la formación sexual de los escolares, limitándose a pequeños «programas pilotos».



En definitiva, esta discriminación de la que ha sido objeto Naty es una demostración que las decisiones u omisiones de los adultos, en las políticas de formación de la sexualidad, las terminan pagando los niños y adolescentes, impidiéndoles desarrollar prácticas libres y responsables, en las que se valoren como personas y no terminen siendo objetos del escarnio público y la burla de sus propios pares.





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Osvaldo Torres. Antropólogo. Concejal Peñalolén.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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