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El premio de Carlos Cerda


Es patético cómo han despellejado al juez Carlos Cerda por aceptar hoy, 10 de octubre, un premio internacional de derechos humanos. Un galardón que han recibido antes que él distinguidos jueces de todo el mundo, y otorgado con todo mérito a quien literalmente se jugó ese pellejo en dictadura, para pagar luego el precio en democracia con un tapón a su carrera judicial.



Encima de eso, le exigen que sea humilde y monacal, y que rechace las distinciones que aquí no le dan.



Lejos de toda esta podredumbre (por suerte para él), Cerda está hoy participando de un encuentro solemne que modera la jueza norteamericana Ruth Bader Ginsburg, integrante de la Corte Suprema, para recibir su premio. Junto a él son galardonadas la argentina Carmen Argibay, ex presa política y primera mujer integrante de la Corte Suprema, y la abogada peruana Mónica Feria, quien derrotó al Estado peruano en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en un caso histórico que fundamentó la principal acusación contra el ex presidente Alberto Fujimori, por la masacre en 1992 de los reclusos del penal Castro Castro y luego la tortura de los sobrevivientes.



«Cada uno de los premiados ha mostrado una gran determinación en la lucha por los principios democráticos, enfrentando regímenes tiránicos, a menudo con enrome riesgo de su seguridad personal. Colectivamente, son un modelo para la acción individual en favor de la equidad humana y la resistencia a la tiranía en el mundo», dijo una de las integrantes del jurado, la jueza Sandra Day O’Connor, también integrante de la Corte Suprema de Estados Unidos.



De Cerda, la Fundación Gruber dice que «es ampliamente admirado como un académico legal de excepción», y «el único juez en Chile en perseguir casos de abuso de los derechos humanos por el régimen de Pinochet cuando el general estaba todavía en el poder».



Las barras de abogados Internacional y de Nueva York consideraron a Cerda -quien fue profesor invitado en Harvard- «uno de los juristas más brillantes de Chile» y que «su rectitud, coraje y honestidad es respetada incluso por sus oponentes».



Pero todo eso aquí no interesa. Y menos cuando Cerda se atrevió a poner en cana a parte de la banda de rufianes más peligrosa de Chile. Entonces aquellos que robaron y dejaron robar, represores antes y parlamentarios hoy, que se conduelen de todo este malandraje inmundo que vemos lloriqueando en TV, ellos se volvieron de pronto pudorosos con el dinero. Estiman poco ético que Cerda reciba un premio en metálico.



El salario del juez debe ser diez o más veces inferior al de un chuteador chantajista como Arturo Vidal, y el premio alcanza para comprar un departamentito decente pero no muy grande, quizá equivalente al precio de algunos de esos monstruos plateados 4×4 que circulan ostentosos por las carreteras de Chile a 160 kilómetros por hora. Los pobrecitos de la Fundación Gruber deben creer que Cerda es un héroe nacional chileno, pero no: ese espacio está reservado para un par de tenistas, una modelo tetona y la selección Sub 20, las caras de nuestro gran éxito.



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Alejandro Kirk es periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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