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Tres tareas para el Congreso DC


La culminación del Congreso del Partido Demócrata Cristiano, el próximo 12 y 13 de octubre, será una oportunidad única para renovar un compromiso histórico y visibilizar nuevos énfasis y visiones que permitan reconciliar a la sociedad con la política.



Nada podría ser peor como resultado final de dicho evento, que las conclusiones fueran declaraciones generales de amor a Chile y a su gente, plagada de referencias acerca de la emblemática historia pasada desde la fundación de la Falange hasta la Marcha de la Patria Joven y prometiendo cambiar la política. Lo anterior, sin una visión estratégica que invite a los chilenos y chilenas a una tarea emblemática con propuestas concretas, continuará fortaleciendo la visión de la mayoría de la ciudadanía que desconfía de la política como motor de construcción social.



En otras palabras, si la Democracia Cristiana no es capaz de leer en clave actual la nueva sociedad que está configurándose, el anunciado Congreso será un gran ritual que no valdrá nada hacia el futuro, no provocará nada y lo peor, no le interesará a nadie.



Para evitar aquello, los demócratas cristianos deberían realizar tres cosas fundamentales en el transcurso y en la conclusión del Congreso. En el transcurso, la primera cosa fundamental que realizar es conformar una matriz de análisis para cada una de las propuestas que se realicen y pasarlas por el scanner a ver si es que aseguran: a) compromiso con los ideales cristianos que dicen representar, b) compromiso con la renovación de la política y su dignificación que reclaman y aspiran, c) compromiso con el sistema democrático en el cual las organizaciones políticas se desenvuelven y la Democracia Cristiana declara querer profundizar y transparentar, y d) compromiso con el desarrollo de Chile en el marco de una sociedad global o mundial en marcha, que son los nuevos límites del desarrollo de las naciones.



Si el conjunto de propuestas que los delegados realizarán en los dos días de debate se corresponden con estos cuatro elementos y se asegura una proposición renovada, contundente y con sentido de futuro que arranque de su raíz cristiana, que apueste a devolverle a la política su dignidad de servicio público y de orientadora del desarrollo, que profundice el sistema democrático y que se construya en el contexto de los verdaderos retos de la sociedad actual, la Democracia Cristiana estará dando un gran salto que le permitirá atisbar el inicio de un proceso de renovación y coherencia en sus planteamientos, lo que podrá ser percibido por la ciudadanía si cumple, además, con una segunda tarea fundamental propia del transcurso de este Congreso.



En efecto, junto con hacer las definiciones transformadoras necesarias hacia el futuro, debe también comprometerse ante el país a reparar su peor debilidad como organización; una conducta incoherente entre sus dichos y su relación con el poder, entre su vocación por la paz social y la realidad del conflicto interno que es de público conocimiento, entre la divulgación de la vocación del servicio público desinteresado y su fuerte presencia en el Estado.



Señalado este segundo punto, necesario y elemental para establecer un nuevo pacto con Chile, la Democracia Cristiana deberá realizar una tercera tarea propia de las conclusiones de jornadas como ésta y respecto de lo cual no es precisamente diestra. Se trata de poder sintetizar sus mensajes para que encuentren verdaderos canales de comunicación y contacto con la ciudadanía y que expresen una visión que reencante a la sociedad con la política como conductora del desarrollo y los convoque a realizar una travesía mayor para acabar con la matriz de desigualdad que existe en Chile y a construir una nueva matriz de innovación y conocimiento que asegure una sociedad de deberes y derechos plenamente democrática.



Dicho síntesis debe contener un lenguaje claro, actual y directo (no alambicado) y debe señalar propósitos, metas, plazos y obligaciones para el sistema político, la ciudadanía y muy especialmente para el propio partido y sus representantes, de lo cual se derivarán los compromisos que los chilenos y chilenas puedan exigirle a la Democracia Cristiana como parte de este rito que pretende renovar un contrato por los próximos 20 años.



En suma, la combinatoria de una propuesta audaz, arrojada, de futuro, con claves actuales, sin miedo a los nuevos paradigmas y sustentada en un partido y en una organización amable, de afectos comunes, que convoca a Chile a tareas de futuro, es la única combinación posible con impacto real en la ciudadanía que puede ofrecer el Congreso de la Democracia Cristiana como conclusión.



Ni propuestas solitarias con un partido enemistado, ni un partido re – unido sin propuestas de futuro, podrán poner de nuevo en la conducción del país a un partido que tuvo como característica una alta vocación y sentido de misión y que hoy se juega – de la mano de la coherencia que logre en sus propuestas – la renovación de su compromiso con Chile.



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Gonzalo Cowley. Director Adjunto Instituto Chileno de Estudios Humanísticos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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