Publicidad

General Alberto Bachelet, en la memoria


Han transcurrido 33 años desde cuando el general de la Fuerza Aérea de Chile Alberto Arturo Miguel Bachelet Martínez falleciera en su celda de la Cárcel Pública el 12 de marzo de 1974, con apenas 51 años. Durante el ignominioso proceso caratulado «Bachelet y otros», fue constantemente sometido a apremios ilegítimos, que fueron minando su salud y resistencia física, afectada de una enfermedad cardiaca. Quienes lo encarcelaron y vejaron nunca tuvieron respeto por su alta jerarquía militar y su hoja profesional ejemplar.



Como miles de chilenos, fue víctima de la insensatez imperante y pasó a ser enemigo del gobierno de facto, en un miserable intento de distorsionar la cabal dimensión que los propios uniformados, y quienes lo conocían, tenía sobre su persona.



El general Alberto Bachelet es uno de los altos uniformados que mantuvo mayor consecuencia y lealtad con el gobierno constitucionalista de Salvador Allende. Los militares -Belarmino Constanzo, Ernesto Galaz, Raúl Vergara y muchos otros- que compartieron los duros momentos de prisión resaltan su entereza, igualdad en el trato, permanente preocupación por ellos, y una valentía llena de honor y dignidad.



Su maravillosa personalidad, alegre, solidaria, permite que todavía su integridad moral permanezca en la memoria colectiva. El tiempo ha ido poniendo las cosas en orden y a él lo ha puesto, lentamente, en el lugar que legítimamente merece en la historia reciente de nuestro país.



El 10 de octubre recién pasado, en la comuna de El Bosque, se descubrió una efigie con su figura en la «Escuela Básica General Alberto Bachelet», plasmando su nombre en un sitio que a él siempre le preocupaba: un establecimiento donde se impartiera educación.



La relación del general Alberto Bachelet Martínez con esta comuna comienza a principio de 1950. Mientras desempeñaba diversos cargos profesionales en la Base Aérea de El Bosque, nacía en su casa ubicada en Los Morros, antes de llegar a Riquelme, la Presidenta de Chile Michelle Bachelet Jeria.



Realizó muchas buenas obras por la zona, de acuerdo a su personalidad inquieta, social, cultural. Permanentemente, estaba brindando apoyo a centros de madres, a la Cruz Roja, a los scouts y a través de la cirectiva de la compañía de Bomberos.



Con una formación idónea a toda prueba, que lo distinguió toda su vida, fue fiel y respetuoso a las instituciones democráticas y a las leyes de la República. La esencia de sus actuaciones fueron su honestidad y lealtad, valores que aún en los peores momentos no abandonó.



Fue un militar atípico, consecuente con la Fuerza Aérea, pero flexible a la rigidez de las jerarquías. Hay una diversidad de facetas de él que se ignoran: que fue un gran deportista, que practicó fútbol, tiro al vuelo, básquetbol, tenis de mesa, fotografías. De las innumerables distinciones que recibió, entre otras la «Condecoración del Presidente de la República», el Círculo de Cronistas Deportivos, en 1972, lo distinguió como «El Mejor Deportista», por su destacada participación en el Club de Tiro al Vuelo de la FACH.



Además, fue vicepresidente del Club Profesional de Fútbol Deportivo Aviación, presidente del Club de Tiro Al Vuelo y director de Finanzas de la Base Aérea de El Bosque. El Presidente Salvador Allende lo designó como director de la Secretaría Nacional de Distribución, cargo que ejerció con abnegación y orgullo, hasta ser detenido por sus mismos compañeros de la Fuerza Aérea en la mañana del 11 de septiembre de 1973.



Existe una extraña coincidencia de grandes hombres que mueren tempranamente, y dejan un legado insondable. Un pequeño esbozo de lo que era, se transcribió al pié de su efigie, donde se leía: «Soy un hombre que ha amado la paz y la libertad por sobre todas las cosas. Nunca supe odiar a nadie. Siempre he pensado que el ser humano es lo más maravilloso de esta creación y debe ser respetado como tal». Estas líneas las escribió de su puño y letra durante su cautiverio en la Cárcel Pública, poco antes de morir sólo a los 51 años, y las conocemos gracias a su esposa Ángela Jeria, que logró sacar sus escritos de las formas más increíble.



La efigie con su figura fue instalada a la entrada de la biblioteca, de frente a un enorme gimnasio techado, donde se practica diversos deportes: desde ahí el general Alberto Bachelet quedó unido para siempre a la alegría de los niños, al lado de los libros que tanto amó, en un lugar en que se imparte educación gratuita, la que tanto defendía, y en la comuna de El Bosque, donde ni él mismo soñara que alguna vez su nombre estaría ligado a la enseñanza y al futuros de nuestros niños.



*Reinaldo Edmundo Marchant, escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias