Publicidad

El PS y la Iglesia


En el último Te Deum, el Cardenal Errázuriz valoró la prioridad social del Gobierno de la Presidenta Bachelet. A mi juicio es una señal muy poderosa, no sólo para el Gobierno, sino para el conjunto del progresismo.



Muchas de las definiciones centrales de la Iglesia en los últimos veinte años han marchado a «contrapelo» de algunos ideales más liberales del socialismo chileno, sobre todo en materia de familia o moral sexual. Pero el nuevo impulso de un foco social, reforzado en el Concilio de obispos de Aparecida, Brasil, y asumido por nuestra Conferencia Episcopal, ha reinstalado un espacio de común inquietud y preocupación por la indignante brecha social que todavía subsiste en nuestro país.



El Cardenal señaló que el fundamento de esta preocupación está en el centro de la persona humana y su dignidad esencial, que no es reductible a cifras o esquemas racionales. Yo estoy de acuerdo con este fundamento; pero como socialistas podemos decir además que no es viable un país que no inculque en el corazón de su visión un orden social más justo y solidario.



Veo que existe una sintonía entre este fundamento ético de la Iglesia, nuestros valores y nuestro foco en la equidad y la dignidad del ser humano, y la necesidad de fortaleza social que requerimos para llegar a ser un país desarrollado. Ese fundamento ético indispensable para la construcción de un Nuevo Progresismo.



Para algunos socialistas, este tema resulta, a lo menos, incómodo. Desde la tradición secular y laica que encarnamos, se dice, no resultaría coherente una convergencia ética con la Iglesia. Pero hay al menos tres cuestiones de importancia que esta postura no considera.



La primera es que una convergencia con la Iglesia en esta materia antepone los intereses del país, antes que cualquier purismo principista.



En segundo lugar, creo que en el país se respira una preocupación profunda por la inexistencia de un liderazgo potente y relevante que se haga cargo de cierto vacío ético político. La gente siente este vacío, cuando pierde credibilidad en los actores que enarbolan un discurso social que huele a populismo o interés electoral. Y lo siente también cuando ve una reacción o estallidos sociales desprovistos de ética, que rozan lo meramente delictivo, cultivan una violencia vacía y comienzan a ser herramienta del narco.



Por último, creo que para la izquierda, y en particular para el PS, una convergencia en la acción con la Iglesia, le restituye una oportunidad para revertir el abandono de las redes sociales que generó y profundizó nuestro partido en la década de los ’90. Este abandono, -más allá de si fue obligado, efecto natural de nuestro «traslado al Gobierno» o un error estratégico que ahora pagamos- es un pilar fundamental del estancamiento de nuestro liderazgo y nuestra legitimidad social y política. Un trabajo mancomunado con los actores cristianos, y en particular católicos, hecho con respeto, con un estilo no invasivo, sino de colaboración y cooperación mutuas, puede reinstalar una cultura política de distinto cuño, que renueve y oxigene nuestra política. No es necesario decir, en este sentido, que el trabajo de la Iglesia en este espacio es mucho más extendido, profundo y permanente.



Sólo me resta decir que estas reflexiones no me hacen cegar respecto de un juicio que como socialista tengo del desarrollo de la Iglesia en los últimos veinte años. Creo que han vivido un retroceso en algunas materias, un exceso de conservadurismo. Pero las señales que han dado en los últimos meses también me han sorprendido gratamente y me han alentado una esperanza. Para los socialistas, en cualquier caso, una relación con la Iglesia, aún sea ésta sólo una conversación sincera y abierta, representa una oportunidad de apertura, de renovación, un eventual aprendizaje, e incluso una posible cura.



_____________





Marcelo Díaz. Primer vicepresidente de la Cámara de Diputados

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias