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Los fantasmas de la DC


La Democracia Cristiana chilena pretende que la Cumbre Iberoamericana exija a Cuba y Venezuela respeto a las reglas del juego democrático. En otras palabras, que la presidenta Michelle Bachelet haga en Santiago el mismo papelón que hizo en la cumbre energética sudamericana celebrada en abril pasado en la isla venezolana de Margarita.



Ellos saben perfectamente que la cumbre no se va a meter en esos temas. Primero, porque nadie cuestiona allí la legitimidad del mandato de Hugo Chávez. Segundo, porque si se habla de Cuba, necesariamente se tiene que hablar del bloqueo y del campo de concentración que levantó Estados Unidos en su base cubana de Guantánamo.



Y en tercer lugar, porque no se puede hablar de democracia y derechos humanos en América Latina sin mencionar a por lo menos a Colombia, Guatemala, El Salvador y México. Tal debate acabaría con la Cumbre, sencillamente.



Con muchas dificultades, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela se encuentran embarcados en importantes acuerdos estratégicos de integración en las áreas energética, financiera, comercial, industrial y comunicacional que tienen disgustado a Estados Unidos. Y Chile, consecuentemente, se está quedando fuera. Chile, el país con menos recursos energéticos, prefiere importar gas licuado desde Indonesia antes que integrarse con sus vecinos.



Entonces cabe preguntarse por qué la DC actúa así. Porque las demandas a la Cumbre parecen provenir de otro lado, no de su propia estructura.



El lunes en El Mostrador.cl, Exequiel Silva, presidente de la Comisión Internacional y Héctor Casanueva, presidente de la Comisión Internacional del reciente congreso partidario, expusieron una estrategia latinoamericanista para su colectividad.



«Queremos impulsar la creación gradual de una «Comunidad Latinoamericana de Naciones» desde México al Cono Sur, con un modelo económico acorde con el Siglo XXI, dejando claro que la integración sólo es posible de alcanzar preservando la democracia y respetando los derechos humanos», dicen.



Cuba y Venezuela no están mencionados en el artículo, y la tesis es, calcada, la expresada por los países que se están integrando. Pero lo que dicen Silva y Casanueva no tiene nada que ver con las actitudes de Gutemberg Martínez y Soledad Alvear, los promotores del tema de la Cumbre.



La DC chilena siempre ha tenido un ala progresista, que promovió en los años 60′ la reforma agraria y educacional, la sindicalización campesina y la participación comunal. Hace poco, en su «congreso ideológico» la DC hizo una especie de viraje a la izquierda, llamando a cambiar el modelo económico y la constitución pinochetista que nos rige.



Sin embargo, en los momentos más dramáticos de la vida de Chile esa ala progresista casi nunca logró imponerse. No lo hizo, por ejemplo, cuando se podía evitar el golpe de Estado de 1973, ni en 1988, cuando podría haberse estructurado una coalición mucho más potente que la Concertación y asestar un golpe mortal a la dictadura.



En 1964, tras la victoria electoral de Eduardo Frei Montalva, el académico italiano José Luis Gotor escribía en la revista Il Mulino: «Algunos observadores políticos atribuyen a la democracia cristiana latinoamericana la misma función de muro de contención anticomunista que la democracia cristiana tuvo en Europa en la postguerra».



En octubre, el historiador Raffaele Nocera, especialista en América Latina, publicó en Italia un largo artículo sobre el apoyo político y financiero de la DC italiana a la chilena, en el marco de la guerra fría. Con fuentes vivas y documentales, Nocera confirma un canal de ayuda monetaria que el ex presidente Patricio Aylwin hasta hoy niega.



Con fuentes tan confiables como Franco Cortesi, representante de la DC italiana en Chile en los años 60′, Nocera indica además que el financiamiento norteamericano a la DC chilena para derrotar a Salvador Allende en 1964, se realizó en gran parte a través de sus camaradas italianos y alemanes.



Por todo ello este partido, insustituible para terminar de derrotar a la dictadura, se debe a sí mismo y al país un montón de aclaraciones sobre sus relaciones internacionales. La DC debe abandonar su papel de «muro de contención» al comunismo (ahora «chavismo»), debe dejar atrás la guerra fría y concentrarse en mejorar este país.



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Alejandro Kirk, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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