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Integración, democracia y DDHH en A. Latina


En una columna de El Mostrador.cl del 6 de noviembre, el periodista Alejandro Kirk se refiere a la posición de la DC con respecto a la integración latinoamericana, expuesta por el suscrito junto a Exequiel Silva, presidente de la Comisión Internacional del Partido, en nuestra columna del 5 de noviembre. Alude también el columnista al llamado de la DC a respetar los compromisos adquiridos por los países sobre democracia y derechos humanos en el contexto de las cumbres Iberoamericanas.



El Sr. Kirk, junto con tratar de contraponer nuestra posición integracionista con la exigencia de que Cuba y Venezuela respeten la democracia y los derechos humanos, se expide en consideraciones acerca de supuestas posiciones del partido en el pasado, que ya han sido suficientemente analizadas y aclaradas en los últimos treinta años y corresponden, como las posiciones de los demás actores políticos, tanto los que hoy son nuestros socios como los que no lo son, a escenarios complejos que todos hemos buscado superar, por lo que en esa materia no vale la pena seguir polemizando.



Me interesa, en cambio, profundizar un poco más el tema de la integración latinoamericana y los parámetros que, de acuerdo con nuestras posiciones políticas, deberían enmarcarla. Este es un tema de enorme actualidad, porque la integración está en serias dificultades, se ha desbarajustado y perdido el rumbo que traía hasta la aparición del chavismo. Asimismo, es importante poner el acento, como lo ha hecho la DC con ocasión de la XVII Cumbre Iberoamericana, en la necesidad de que los países apliquen efectivamente lo que declaran y firman en estas Cumbres como principios básicos de entendimiento.



Veamos: en materia de integración latinoamericana, hasta hace tres años atrás, se había producido progresivamente un entendimiento muy relevante en el marco de la Aladi, amparados por el Tratado de Montevideo de 1980, de hacer convergentes en un proyecto común a la CAN y el Mercosur -de hecho se firmaron los acuerdos correspondientes- que sumados a Chile, México y Cuba, generarían la base material de una fase superior de integración regional, pasando a crear un Espacio de Libre Comercio latinoamericano, base, a su vez, como se sabe, de posteriores entendimientos en políticas comunes, circulación de personas, servicios, integración productiva, energética, telecomunicaciones infraestructura ( el proyecto IIRSA) y todo lo que implica la integración.



Esta era -y aún podría ser- una real alternativa al ALCA, que sin odiosidades ni confrontaciones con Estados Unidos, nos permitiría fortalecernos desde México al Sur precisamente para negociar mejor y posicionarnos bien ante las grandes potencias, incluso la UE. Sobre esta base, además, se gestó la idea de la Comunidad Sudamericana (ver documentos de la cumbre de Cuzco) y el acuerdo del Grupo de Río de potenciar, entre otros temas, la integración desde una perspectiva política. Pero lamentablemente, este entendimiento central se debilitó a poco andar, primero con la salida de Venezuela de la CAN y su intento de ingresar al Mercosur.



Luego, con el cuestionamiento de este mismo país al propio Mercosur, al punto que no ha podido ser ratificado su ingreso por Brasil y Paraguay. Más tarde, con la creación de acuerdos paralelos como el ALBA, de alcance parcial y mucho más limitado que lo conseguido en el marco de la Aladi, el paralelismo financiero con la propuesta del Banco del Sur en vez de fortalecer la CAF, que es un modelo de gestión; la distorsión de la idea de la Comunidad Sudamericana hoy transformada a la ligera en UNASUR y que pretende nada menos que hacer desaparecer la CAN y el Mercosur en una nueva estructura carente de toda viabilidad porque ni Brasil, ni Argentina, Perú o Colombia van a estar de acuerdo, y tampoco Chile o México acompañarían un diseño así.



¿Qué es lo que pide la DC al respecto? Simplemente que avancemos en la integración fortaleciendo y no debilitando las bases que tenemos -la Aladi, la CAN, el Mercosur, el Tratado de Montevideo, la Corporación Andina de Fomento- respetando la diversidad intrínseca de nuestros países y subregiones, sin hegemonías de ninguno ni imposición al resto de posturas confrontacionales con Estados Unidos o la UE, que sólo conducen a una mayor marginalidad internacional de América latina. Lo que hacemos es un llamado a Venezuela a que ayude a fortalecer la región y no generar divisiones ideológicas que van a contrapelo de lo que la realidad del Siglo XXI nos marca.
Eso por una parte. Y en lo que respecta a los compromisos políticos suscritos en el marco de la Comunidad Iberoamericana, la DC lo que hace es pedir que estos sean firmes y comprobables, y que esto valga para todos. ¿Por qué esta posición? Primero, porque ya la opinión pública no entiende que se realicen reuniones de este nivel y se firmen acuerdos de principios y de acción que luego quedan en letra muerta. Si hace diez años, en Chile, los mismos países que hoy asisten a la XVII cumbre en Santiago, se comprometieron a respetar el pluralismo político, la democracia -la única, la que la cultura occidental entiende como tal, sin apellidos ni condicionamientos ni subterfugios- los derechos humanos -también los únicos, los de la Declaración Universal- , está claro que uno por lo menos de los gobiernos de nuestros países -el de Cuba- no garantiza esas condiciones en su sociedad, y tenemos todo el derecho a señalarlo y preguntar.



Y segundo, porque es lo mismo que durante diecisiete años le pedimos que hiciera la comunidad internacional respecto de Chile y la dictadura de Pinochet. Y agregaría un matiz muy importante sobre Venezuela: no se puede negar que este país y su gobierno corresponden a un sistema democrático, ni que la generación de su autoridad actual sea democrática. Lo que señalamos es una seria aprensión que nos nace de ver los pasos que se van dando allí y que pueden conducir a amagar la libertad de opinión, a cooptar los poderes del Estado y a concentrar el poder absoluto de tal modo que se propicie en algún momento un régimen no democrático. Y también preocupa que con el presidente Chávez interviniendo política y financieramente en la región, se llegue a generar una fractura entre nuestros países que impida por mucho tiempo la integración, y comiencen -como se ha anunciado ya por algunos- las dinámicas centrífugas y los caminos individuales que finalmente significan postergar la unidad que tanto necesitamos para pararnos bien en la globalización.



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Héctor Casanueva. Coordinador de Integración y Países Vecinos de la Comisión Internacional de la DC

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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