Publicidad

Un pelotón de gente rara


Los chilenos somos raros. Y raro, convengamos, es en nuestro país una muy mala palabra. Quizá la peor de todas. Pero la verdad es que eso es lo que somos sin remedio: adolescentes raros en un mundo que nos mira sin el interés que creemos merecer.



Adolescentes que se miran a sí mismos demasiado en el espejo. Que viven en torno a la comida. A las golosinas. A la satisfacción inmediata de todos los deseos y caprichos. Que hacen de la masturbación un rito cotidiano e infecundo en todos y cada uno de sus actos. Nos ha dado por vivir para los records Guinnes: cuadros gigantescos, pasteles de choclo monstruosos.



Y ahora, lo que es más insólito, hemos creado el primer reality show militar del mundo. El famoso Pelotón. Una aberración sadomasoquista que cualquier sociedad no rara, como nosotros, repudiaría en el acto. ¿Qué significa en un país que tiene todavía con el mundo militar una relación ambigua, la existencia de un show de televisión militarizado, vertical, autoritario, ridículo por donde se lo mire?. Es una muestra más de que tenemos 14 años y el rostro plagado de espinillas. Jugamos a los soldaditos y miramos en la pantalla el sinsentido de esos muchachitos jugando a los soldaditos con deleite.



Somos unos niños rarísimos jugando a ser un país remoto. ¿O será esta condición remota la que nos obliga a todas estas patrañas infantiles? Vaya uno a saber. Lo cierto es que nos fundamos como una sociedad cuartelera, en la conquista española, y ese espíritu miliquero pervive en cada uno de nuestras manifestaciones. Somos todos medio milicos en el fondo. Nacimos como frente de guerra contra los mapuches, en una guerra que aún no termina, ni terminará nunca (sería nuestro fin como estado nación, la extinción de nuestra esencia fundadora como pueblo). Niños jugando a la guerra. Niños raros dando golpes de estado. Pendejos espinilludos devorando el rancho con piedra alumbre que nos ponen por delante.



El sargento da las ordenes casi con dulzura. Queremos creer que al interior de las instituciones armadas hay ese trato de niñitos mimados que se ve en la T.V. Somos un enjambre de gente rarísima tratando de encontrarle un sentido a nuestra vida colectiva. Tratando de hallar nuestro raro camino hacia no sabemos dónde. Y raro puede significar desde excéntrico, hasta loco, pasando por maricón y por poco confiable.



El éxito de un reality como Pelotón nos confirma en esa sospechosa condición de país raro, donde los haya. Raro y sospechoso y maricón, en nuestra ignorancia y nuestro olvido de unos años negros, donde los pelotones jugaban con picanas eléctricas y simulacros de fusilamiento con la población civil. El reality Pelotón es, además de una rareza internacional, una vergüenza y una imbecilidad que sólo se nos puede llegar a perdonar por nuestra irremediable condición de adolescentes onanistas y egocéntricos.



____________



Antonio Gil es escritor y periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias