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Una de intereses


Si el escándalo Siemens -dos mil doscientos millones de dólares de coimas solo para el sector comunicaciones- arroja una cruda luz sobre el rigor teutónico, la transparencia de los mercados y la visibilidad de la mano invisible, el comportamiento mafioso del patronato francés -una caja negra de 900 millones de dólares para sobornar dirigentes sindicales solo en el sector metalúrgico- ilustra en modo magistral la concepción del diálogo social que practican quienes defienden la «economía social de mercado«.



Las millonarias coimas del gigante alemán servían para mejorar la conocida ineficiencia de los poderes públicos que no se deciden a adjudicarle contratos a Siemens, mientras que el dinero robado a los accionistas y al fisco por los patrones franceses sirvió, según su propia interpretación, para «hacer más fluido el diálogo social«, ya se sabe, en el mundo de la industria hay mecanismos que aceitar y rodajes que engrasar, visto el precio del petróleo dos gotitas de W40 cuestan lo que un sobresueldo en tiempos de Ricardo Lagos.



Si aceptamos que lo que precede es la regla y en ningún caso la excepción, no queda más que aplaudir la sabiduría del mercado que tan bien y tan racionalmente sabe asignar los recursos para lograr una mejor rentabilidad. Ä„Chapeau!



También conviene reconocer la sabiduría con la que los bancos centrales manejan las tasas de interés. Los mejores economistas del mundo, pagados a precio de oro, disponen de alarmas, «warnings» para que me entiendas, que les alertan de un eventual retorno de la inflación, caso en el cual interrumpen la siesta y pasan a la ofensiva. El arma principal de la que disponen -esta no la paga el Fondo del Cobre- son las tasas de interés.



En el mundo globalizado en el que para solaz y provecho del personal los capitales y los productos (manufacturados donde es menor el puñado de arroz que sirve de salario) fluyen con inigualada facilidad, creíamos la inflación vencida para siempre por el libre mercado, algo así como la viruela erradicada gracias a la vacuna. Craso error.



Si uno le cree a los que saben, la sabiduría y la racionalidad con las que el mercado guía la asignación de recursos tropezó con el aumento de la demanda de energía y la baja de la producción de cereales, en fin, que el jodido petróleo y los jodidos cereales están infiltrando la inflación en el mundo sereno, apacible y sosegado en el que abusamos de las tarjetitas de crédito.



Confrontados a semejante desafío, los genios de la puñeta financiera adoptan la conocida estrategia de «Ä„Sálvese quién pueda, a la mierda el resto!«, y atacan la inflación en orden disperso.



Ben Bernanke, heredero del despelote que dejó Alan Greenspan (crisis de las subprimes, riesgo de recesión, déficits gigantescos), bajó las tasas de interés acentuando la atonía del dólar que ya vale menos que la palabra de Piñera, mientras Greenspan declara en el Financial Time que sus sucesores en la FED tienen que actuar con prudencia al bajar las tasas en razón de los riesgos de inflación. Ä„No me ayude compadre!



Habida cuenta de la crisis financiera gatillada por las «subprimes» (que ninguno de los genios pudo prever), al bajar las tasas en el imperio Bernanke pensó unicamente en los intereses de los EEUU, faltaría más, que cada palo aguante su vela.



Visto lo cual, los otros Bruce Willis de las finanzas planetarias sólo pueden elegir entre bajar sus propias tasas con el consiguiente riesgo inflacionario, o bien mantenerlas con el riesgo de acentuar la caída del dólar, disminuir la competitividad de sus países y atraer los capitales especulativos que aumentan la volatilidad de los mercados financieros y las turbulencias cambiarias, no sé si vislumbras el cagazo.



Como decíamos más arriba «Ä„No me ayude compadre!»



Orden disperso dije, hete aquí que el Banco Central Europeo (BCE) mantuvo sus tasas de interés aun cuando su presidente, Jean-Claude Trichet, juzgó «particularmente inquietante» la evolución de la inflación en la zona euro, Jean-Claude ya quisiera aumentar los tipos pero nadie -nunca-, le ha acusado de tener el coraje de sus opiniones.



Vitorio Corbo si. Quiero decir que Vitorio Corbo sí lucha denodadamente contra la inflación, razón por la cual aumentó las tasas de interés y se quedó al aguaite, esperando el chaparrón. En esa estamos, tú ya sabes, los economistas hacen análisis incomprensibles, como siempre, y aprietan las nalgas.



Traducido al bolsillo tuyo, esto quiere decir que si el dólar baja habría que bajar tu salario de mierda para reconstruir la competitividad de los productos «made in Chile«, algunos expertos ya han relanzado la idea, te conviene copiarle a los economistas, empieza a apretar las nalgas.



Porque a pesar de la frase para el bronce de Andrés Velasco, «la economía chilena está blindada«, bien pudiese ser que las vicisitudes de esas economías al peo con las que estamos compitiendo (EEUU, Europa, Japón, China, India, Brasil, Rusia, etc.) nos envíen tan malas vibras que haya que sugerirle a Michelle la creación de otra comisión: una comisión de defensa de los intereses.



Los nuestros.



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Luis Casado. Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI, Paris, Francia. Profesor del Institut National de Télécommunications (INT). Miembro del Comité Central del Partido Socialista de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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