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Segunda advertencia: Las rebeldías silenciadas


Sobre las rebeldías profundas existe un vacío histórico, producto de silenciamientos intencionales y sistemáticos. Sobre las rebeldías de las mujeres en especial, el efecto es de no-existencia, y ésta es la historia del paso de nosotras por la civilización actual.



La historia conocida es la de los varones. Está relatada, escrita y memorizada en bibliotecas y poemas. Está construida sobre ciudades, monumentos y ruinas. Esta historia está hecha de gestos y gestas de sus diferentes «culturas», variantes del mismo sistema civilizatorio, basado en un entretejido de ideas de superioridades y dominios. Para estudiar la masculinidad tenemos esta historia, que traspasa tiempos y espacios con nombres y apellidos, héroes y dioses. Los estudios de la masculinidad no son otra cosa que el estudio de la Historia, que impone una ética y una estética de lo que «nos gusta» a todos y que define lo bueno y lo malo (Ä„qué impertinencia!). Esta historia se estudia para comprender el universo y la vida.



La historia de nosotras es el hoyo negro que, en los últimos tiempos, se ha pretendido rellenar con el concepto de género. Este hoyo negro oculta, en su profunda oscuridad, el odio contra las mujeres, la misoginia. (La misoginia es un sentimiento construido para el dominio y la explotación de las mujeres, sostenido en un entretejido de ideas-creencias. La misoginia es un acto civilizatorio que contiene el odio y el desprecio contra nosotras mismas, y esto es muy eficiente para el sistema. Y no se resuelve a través de las reivindicaciones y los accesos a la misma cultura que la produce, que lleva milenios perfeccionando y adornando de modernidades la misoginia). ¿Cómo ver a las mujeres y ser mujer, después de este vacío histórico, de tal manera que no produzca vértigo ni rechazo? ¿Se pueden suplir siglos de oscuridad, matanzas y maltrato sin priorizar el estudio sobre estos personajes que somos las mujeres?



Los estudios y la instalación de la masculinidad-feminidad llevan milenios. La historia de los varones nos relata e instala como femeninas, y los estudios de género, me temo que también. Por lo tanto, los estudios de las mujeres -desde una perspectiva política y filosófica- tienen una desventaja obvia y se los percibe como una «parcialidad», como un apéndice del mundo ya constituido, no como el mundo y la humanidad.



Lo que no se soporta es que para conocer a las mujeres (conocernos) -no como femeninas ni como un «fenómeno de estudio»- tengamos que cuestionar la historia de los varones. Los varones -como colectivo- llevan siglos haciendo cultura, solos, política solos, historia solos, ciencia, filosofía y religiones, solos, construyendo la masculinidad y definéndonos (Ä„qué impertinencia!). Cuando las mujeres -como colectivo- queremos hacer cualquiera de estas cosas, solas, nos miran horrorizados y horrorizadas: «Ä„cómo vamos a hacer y ser sin ellos!»; y volvemos a depositar, en los poderosos, ajenos, nuestro relato, deseos y aspiraciones… Nuestra dimensión de lo humano.



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Margarita Pisano, fundadora de la Casa de la Mujer La Morada, Radio Tierra y Movimiento Feminista Autónomo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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