Publicidad

Gracias Chávez, por tus malos modales


Se están poniendo buenas las cumbres, por fin. Es refrescante ver las caras descompuestas de los funcionarios cuando les falla la foto final, o el escándalo en los rostros de la televisión, con ese inconfundible aire de quien ve a un roto manoseando a su hija.



Muchas gracias, Hugo Chávez, por volcar el vaso de vino, comer el pan a mordiscos y coquetearle a la dueña de casa. Por sacar de sus casillas a un Borbón, por poner lívido al canciller chileno e histéricos a los del protocolo. Ya era hora.



Como dijo Evo Morales en el velódromo el sábado, las cumbres se habían convertido en soporíferos encuentros de sociedad, competencias de privatizadores alineados tras el neoliberalismo y el pensamiento único.



No tengo idea de si todo esto favorece o no a la causa bolivariana. Hay quien dice que Chávez está abriendo frentes innecesarios, que no puede estar peleando contra todo el mundo al mismo tiempo, que es un deslenguado. Tal vez, pero él suele decir ante el mundo lo que otros dicen en privado, y hasta ahora le ha salido bien.



Príncipe franquista



Hasta el sábado, yo era uno más de los que consideraba al rey Juan Carlos de Borbón el garante de la democracia en España, aquel hombre que con un acto de coraje, el 23 de febrero de 1981, volcó la rueda de la historia española hacia el lado del progreso.



Ese día un militar desaforado ocupó el Parlamento y, como bien recordó en TVN nuestro canciller, Alejandro Foxley, el rey «arriesgando su vida, su familia, todo» se le opuso, pese a ser él mismo el principal beneficiario potencial del golpe.



Busqué entonces los videos de cuando el teniente coronel Antonio Tejero gritó «quieto todo el mundo» y disparó unos tiros al techo del Parlamento. Todos los diputados, menos uno, se ocultaron detrás de las poltronas. El único que se quedó parado enfrentando al golpista en vivo y en directo fue el entonces secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo. Ése fumador empedernido sí que arriesgó todo, pero con menos gracia que el rey: como venía de 40 años de clandestinidad, estaba acostumbrado.



Juan Carlos habló durante 25 segundos en cadena de TV y dijo que «nada ni nadie» podía interrumpir el proceso democrático iniciado tras la muerte de Franco en 1975. Su gran mérito del momento fue haber escuchado a un joven y visionario funcionario franquista, Adolfo Suárez, quien fue el verdadero artífice de la transición. De otro modo, es probable que hubiese una república hoy en España.



Gracias al ahora célebre «por qué no te callas» de Juan Carlos el sábado, pero sobre todo gracias a la furia con que abandonó la reunión cuando el presidente Daniel Ortega denunciaba la voracidad de las empresas españolas, me acordé de dónde salió este rey.
Fue criado por el dictador Francisco Franco para restaurar la monarquía y llegó a adulto sin jamás ser visto ni oído en nada que oliera a desacuerdo, ni siquiera para solidarizar con su padre, don Juan de Borbón, verdadero heredero al trono y exiliado en Portugal.



<b<Abrazos y estocadas



Otra delicia del episodio antiprotocolo de la cumbre fue oír a Foxley entrevistado el domingo en TVN. Fueron sólo cinco minutos, pero reveladores de su volcán privado. Según Foxley, la Organización de Países Exportadores de Petróleo sube artificialmente los precios del crudo, y Chávez podría sencillamente bajarlos por su cuenta. Mi padre comentó que Chile podría también rebajar unilateralmente el precio del cobre.



Foxley exigió, como los viejos en la micro, «más respeto» y solidarizó plenamente con los defensores de José Aznar, y con el mismo Aznar, el verdadero aludido por Chávez, y afirmó que Chile podría desarrollarse en el modelo de España (cosa que, visto el comportamiento de las empresas chilenas en Chile y en los países vecinos, no es tan delirante como parece).



Me imagino que cuando Chávez denunció que Aznar había alentado y apoyado el golpe de Estado en su contra en 2002, la presidenta Bachelet debe haber temblado de ansiedad, temiendo que se acordara también de lo que hizo Chile aquel 11 de abril: celebrar.



En su adrenalina, Foxley puso a Chile, el país más desigual de América Latina, como ejemplo de inclusión social y hasta se atrevió a desafiar a los «pseudorrevolucionarios» que «reparten subsidios» a que comparen los logros chilenos con los propios.



Es pintoresco que este militante de un partido cuyo congreso ideológico hace menos de un mes exigió un cambio radical del modelo económico, por injusto, y del molde institucional, por autoritario, se erija en el portaestandarte de todo lo que sus camaradas quieren mudar.



En el cierre de la «cumbre alternativa», Evo Morales y Daniel Ortega dijeron que el único mérito de la Cumbre oficial fue que se abrió un debate entre el Norte y el Sur, entre partidarios y adversarios del modelo neoliberal, en el que hay dos ideas y proyectos contrapuestos.



Ellos valoraron ese hecho, porque aumenta las posibilidades de encontrar soluciones y acuerdos genuinos y por tanto útiles. Pero nuestro canciller parece más partidario de los otros «consensos», logrados en reuniones secretas, con las presiones y amenazas y escondidas detrás de las afables sonrisas de la recepción oficial, que nunca falla.



Para Foxley fue Chávez quien opacó la Cumbre, y no el mandatario uruguayo, Tabaré Vásquez, quien propinó una certera estocada en la espalda a su «hermano» Néstor Kirchner y puso en jaque las relaciones bilaterales con Argentina. En TVN, ni Foxley ni el periodista siquiera mencionaron este caso, y creo que fue porque Tabaré actuó en el marco del «respeto», o sea, de un cálido, civilizado e hipócrita abrazo.



______________





Alejandro Kirk, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias