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Les liaisons dangereuses


Juan Carlos, vida mía, supongo que llego en el grupo de los rezagados al comentario ineludible con esta carta de amor. Sería mucho pedir, pedir a ésta vasca que se abstenga de escribir lo que estoy escribiendo. Voy a emplear el Charlie de andar por casa, y ese tuteo que te permitiste con el Presidente Chávez. Eres un personaje público y ahora tienes que apechugar con las consecuencias urbi et orbe. Ten la hidalguía de capear la resaca.



Entre el «se sienten coño» de Tejero en Las Cortes el 23 de febrero de 1981 (por cierto, fecha evocadora en varios medios informativos) y el «porqué no te callasÂ…» de tu cosecha, al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en Santiago de Chile, precedido por una mirada a dicho mandatario como si fuera un expediente X, el tiempo pareciera haberse detenido y no hubieran transcurrido 25 años. Imagínate qué mal acostumbrado teníais al sufrido pueblo español ya entonces, que se rindió a tus pies agradecido porque no le atizaste otro Glorioso Alzamiento estilo Panchito Franco, tu Hacedor.



Pero claro a veces las malas influencias hacen estragos. A la postre se notan las amistades peligrosas. Eso marca. Eso deja una señal indeleble. Eso, amor de mis amores, imprime carácter. Charlie, te tocó bailar con el más feo y el más malo en tus años mozos, que ya es decir, cuando se forja el espíritu y otras buenas costumbres. Tu mentor, Francisco Franco era un producto bruto envasado al vacío. Sin alma. Con cero sentido de los buenos modales, carente de la más elemental cortesía. Y digo yo, ¿te hubieras atrevido a pegar el timonazo a estribor ante el presidente de Francia, primer ministro inglés, el canciller alemán? ¿Con Bush, como ante Daniel Ortega presidente de Nicaragua? A ti, perla mía, por mucho que los patrioteros quieran llamarlo de otra manera, en la Cumbre de Santiago te traicionó la soberbia del colonizador que unos más otros menos lleváis dentro. Chávez y Ortega son indios americanos. Tal cual. Tú exigías el silencio indígena en Santiago de Chile. Y llegó la respuesta, clara como el agua clara. Sin besamanos. Donde hubo fuego quedan cenizas y de los conquistadores sigue quedando un trágico recuerdo en lo más profundo de la memoria colectiva «sudaca», además de las arcas esquilmadas. Del mar los vieron llegarÂ… dice la canción Maldición de Malinche.



¿Te paraste un segundo a mirar los ojos pícaros y el rostro cetrino del Presidente Chávez, mientras perdías los quilates y él seguía hablando? Has enseñado un modito bastante kamikaze. Más le hubiera valido a Zapatero ir solo a la Cumbre de Chile o haberte llevado disfrazado de Mortadelo.



Mortadelo y Filemón, agentes de información era un comic buenísimo. Mortadelo se disfrazaba de sombra y se colaba por debajo de las puertas para poder ver y oír todo, se estiraba, se encogía, era genial. La mayoría de las veces metía la pata hasta el zancarrón. Intuyo, Charlie, pensando en Filemón que el oficio de político no se improvisa fácilmente de la noche a la mañana. Tiene su moralina, sus dimes y diretes, sus reglas del juego, su enjundia, su protocolo. Mucho me temo que te lo has cargado todo en una alegre birbiriketa (palabra vasca). A ver qué malabarista de la diplomacia te arregla las cejas. A ver cuántos desagravios hay que hacer a la monarquía. A ver.



Pero a lo nuestro, Charlie. Ya sabes que soy preguntona. ¿De verdad estás convencido de que tu poder es vertical y viene de Dios? ¿Viajas como FF con el brazo de Santa Teresa momificado? ¿Has mandado quitar de los templos el cuadro de Santiago patrón de España, lanza en ristre ensartando moros y herejes?



La desbandada ha gustado en el ruedo ibérico ultra. Tu dedo amenazando a un Presidente elegido por su pueblo, también. Sobre todo, gustas mucho en el tendido de sombra, en el de Rajoy por ejemplo, caricatura de sí mismo, una vez más se burla entre ceceos del buen hacer y buen decir de Zapatero, y te convierte a ti en un John Wayne (Yon Baine, como decían nuestras abuelas) cualquiera persiguiendo indios.



Oh Charlie! ¿Estará tu coro de esclavos tan alienado que prefiere entonar ahora aquel horrible Abajo la inteligencia, Viva la muerte, de Millán Astral, en la Universidad de Salamanca frente a Unamuno? La canalla, la masa de chupacharcos que hoy te aclama, amor de mis amores, es porque dicen que los tienes bien puestos. Los pantalones, me refiero. Y eso les suliveya. Qué respiro, dicen. Has salvado una vez más el honor patrio. Van a pedir las dos orejas y el rabo, ya se sabe de quiénes, para ti, amore. Puedes desentonar, hacer piruetas en la tumba de Bolívar, puedes bailar la Polka del Barril de Cerveza sobre los templos ultrajados, puedes hacer mutis por el foro cuando se te cruce la vena porque tus embajadores, tus jefes de protocolo se encargarán de exigir silencio de aquí en adelante cada vez que improvises, viajes donde viajes por América Latina. Nada de indios atacando de frente. Te llevan de viaje en plan desagravio por todas las bromas y chamusquinas y mira, mira lo que haces. Por poco juegas al hinque con Chávez y Ortega, provocas una crisis diplomática de pronóstico reservado y mandas a San José Luis Rodríguez Zapatero a cuidados intensivos. Gracias a tu estilito Yonbainero, vertical y cosmopolita, has resucitado de la tumba el fantasma de tu mentor. Sin dejar de lado el dedo apuntando a Chávez. Algunos dedos son de antología. El de Nerón, el de Lagos y ahora figúrate, el tuyo también. Según los videos y algunos periodistas, a Chávez no le hace callar nadie, Charlie. No hagas caso del Canto de las Sirenas, acuérdate de lo que le pasó a Ulises.



Ahora me explico de dónde sale el ramalazo de Pipe y su consorte Leti, cuando mandaron a hacer gárgaras a los periodistas de El Jueves y de Caduca Hoy. Por cierto, colegas de ella. Habrá que acuñar rápidamente sendos números esta semana antes de que vayan a parar a la mazmorra.



Y ya que estamos en estos menesteres de ataque, defensa, guerras, historia, leyendas y jaques al rey, una última pregunta. ¿Nunca te enseñó tu padre a jugar al ajedrez? Te lo pregunto Charlie porque no quiero despedirme sin hablarte del mío.



Tenía yo apenas cinco años cuando me enseñó lo que valía un rey, especialmente una reina, un caballo, un alfil, una torre o un peón bien puesto. Me enseñó a sacrificar fichas aparentemente fundamentales, a quedar maltrecha en el tablero, y aun así conseguir dar jaque mate al rey.



Sabía mucho y aprendió más esperando durante 365 noches que se cumpliera la orden de fusilamiento en el penal del Dueso, por ser gudari de Euskadi. Viendo todos los días cómo se llevaban al otro jugador de ajedrez, su compañero, al paredón. Jugaban para olvidar las horas, la hora terrible de la muerte oscura. Mi aita, sabía dar mate en la partida cómo y cuando se le antojara. Era un mago. A su lado otros, sólo mueven fichas, solo muevo fichas; a veces gano, in memoriam. Guardo como una reliquia su tablero muy simple de piezas de madera maciza negras y amarillentas por el tiempo , cargadas de vida y de mundología, concepto que mi padre manejaba como una cábala. No conocía la palabra hasta que se la oí a él y nunca la he oído en boca de nadie. A veces la rescato de mi cuaderno secreto.



Te lo cuento Charlie, porque la Mundología es una asignatura que tampoco se improvisa, y en Chile el sábado 10 de Noviembre mi padre no te hubiese otorgado un suma cum laudem, precisamente.



No creo que olvides fácilmente que América Latina brilla con luz propia que nunca necesitó que la descubrieran, violaran y desvalijaran en nombre de ningún dios de importación ni de ningún rey malcoronado.



La vasca independentista, abajo firmante, tampoco te rendirá jamás pleitesía. Ni silencio. Ni miedo.



Aquí termina Charlie, esta carta de amor que te has ganado a pulso.



Bego



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Begoña Zabala es actriz-escribiente y reside en Montreal, P.Q.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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