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Cumbre de Santiago: Las cosas por su nombre


El tratamiento mediático -local e internacional- de la Cumbre Iberoamericana prefirió una vez más abordar las ramas y no el tronco de lo ocurrido en ella. Esa exquisita ‘opción preferencial’ por la cosmética, directamente proporcional a la desinformación sobre lo que realmente importa a los pueblos, quedó una vez más en evidencia con el manejo de CNN y otras trasnacionales informativas: un invariable silencio informativo, apenas fue alterado para exhibir el cruce de palabras entre el Rey de España y el Presidente venezolano.



Quizás la principal conclusión posible de extraer de la XVII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica -en Santiago el nueve y diez de noviembre- sea que su nivel de madurez y de confrontación de estrategias y políticas ha posibilitado el decantamiento de una ‘cohesión en la diversidad’. Y probablemente éste será en lo sucesivo el ambiente de los futuros debates.



Esta cumbre ha marcado un punto de inflexión respecto de la libertad con que los mandatarios venían hasta ahora confrontando sus concepciones, al generar unos debates de cuya intensidad no había precedentes. Esta riqueza de confrontación de ideas anticiparía como uno de los rasgos fundamentales de las futuras Cumbres Iberoamericanas el fortalecimiento de esta instancia como un espacio donde la convivencia coexiste con la diversidad de puntos de vista.



La cita de Santiago estuvo caracterizada por el abandono de las formas y la confrontación frontal de las diferencias. Las principales divergencias se centraron en las prioridades que los países dan a sus políticas económicas, la mayor o escasa compatibilidad entre las metas de crecimiento económico y una mejor distribución del ingreso, a la diversidad de estrategias sobre la relación entre niveles de igualdad y de libertad, la relevancia que los gobiernos confieren a los factores externos y las distintas valoraciones de los problemas relacionados con el comercio y financiamiento. Esta diversidad de estilos y visiones se expresa además respecto de cuánto Estado y cuánto mercado se desea.



A eso precisamente aludió Chávez cuando -apenas llegado a Santiago- expresó su discrepancia con el concepto ‘cohesión’ y propuso sustituirlo por el de ‘justicia social’, calificó de mínimas las Metas del Desarrollo del Milenio acordadas en UN e insistió en que los asuntos sociales deben ser abordados con ‘más franqueza’.



También hubo debate sobre los problemas vinculados con la gestión del sector público, los escasos avances de la Ronda de Doha y las perspectivas de la próxima Cumbre en Lima.
Estas diferencias sobre cómo resolver los males sociales han emergido, paradojalmente, con gobiernos izquierdistas y progresistas en Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Y cuando AL está en presencia de un momento como pocos de su azarosa historia: jamás ha habido tanto crecimiento económico ni nunca como ahora hubo tantos gobiernos impulsando reformas. Es una suerte de ‘edad de oro’ en América Latina, en la que confluyen crecimiento, democracia, desarrollo y cambio social.
El gobierno chileno ha calificado la Cumbre como ‘muy fructífera’, en tanto legitimó una discusión que según la Presidenta Michelle Bachelet ya tenía bastan te de declaraciones ‘políticamente correctas’ y poco de confrontación de opciones -expresión de distintas realidades y tradiciones políticas e históricas. En defensa del respeto a esta diversidad, arguye que no puede pretenderse que una instancia multilateral imponga una forma de pensamiento, una opción estratégica.
Otro rasgo distintivo de esta Cumbre -que también podría demarcar la cancha de los futuros encuentros- es que España (mucho mas que Portugal) desde ahora deberá asumir (ya no sólo en la retórica, sino que en la práctica) su auto-conferido rol de puente entre AL y Europa, y con ello enfrentar las críticas y demandas emergentes en esta parte del globo respecto de las ‘externalidades negativas’ asociadas a sus propias empresas y -a través suyo- las de otros países de la UE.
Así, la crítica a una Europa que pretendía dar en la Cumbre de Santiago lecciones sobre ‘como hacer’ no fueron sólo de Chávez: lo propio hicieron Néstor Kirchner, Daniel Ortega de Nicaragua y Rafael Correa, de Ecuador -quien cuestionó el racismo y la xenofobia de los españoles.
Un cuarto factor diferenciador de esta Cumbre respecto de las anteriores es que esta instancia podría además trasformarse en ‘caja de resonancia’ para ventilar diferencias aun entre gobiernos de izquierdas o progresistas y empujar acuerdos de reformas más o menos radicales en otras instancias multilaterales. Entre ellas, el Consejo de Seguridad de la ONU, el FMI, la Organización de Estados Latinoamericanos y la ALADI.
Parte de ello ya quedó planteado con el rechazo del Presidente brasileño a la propuesta de Daniel Ortega de terminar con la OEA. Lula precisó que si esa entidad no funciona, ‘debe ser reformada, pero no eliminada’. Seguidamente, trazo un paralelo -en apariencia inofensivo- entre aquello y la propuesta brasileña de reformar el Consejo de Seguridad de la ONU para que ‘represente la geografía política actual y no la de la Segunda Guerra’.
Es improbable que el impasse entre Chávez y Zapatero -o si se quiere entre los gobiernos venezolano y español- genere partidarios y adversarios a uno y otro lado en AL, o que si los hubiere, ello se traduzca en gestos diplomáticos o repercusiones comerciales. Ello, no tan sólo porque muchos de unos y otros dependen en mayor o menor medida del petróleo venezolano, sino porque tras Chavéz se alinean al menos los gobernantes de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina -en el caso de ésta, probablemente mucho más bajo la presidencia de Cristina Fernández que de Néstor Kirchner.
Por otro lado, el influjo de Chávez y del ‘chavismo’ no cabe sólo enmarcarlo a nivel de los gobiernos de una u otro forma cooptados para su causa -casos de Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y de Fidel Castro. También es muy influyente en las oposiciones de izquierda que no han ganado en las últimas elecciones, como ocurre con el PRD en México, con el FMLN en El Salvador y el Polo Democrático en Colombia
La reunión de Santiago ha insinuado la emergencia de una estilo de diplomacia que al fin parece algo más dispuesta a debatir con igual crudeza las diferencias y las coincidencias de una región que continúa experimentando prácticamente todo el arco de políticas. Incluyendo en su interior los más variopintos matices y cruces de opciones neodesarrollistas, socialistas de nuevo cuño, socialdemócratas o neoliberales. Pero es aůn temprano determinar si las Cumbres Iberoamericanas son -o pueden ser- el espacio más idóneo para esta suerte de ‘catarsis grupal’. Aunque es evidente que AL carece hoy por hoy de una instancia que examine las distintas experiencias en curso, debata sin remilgos las distintas experiencias y por sobre todo alcance un mínimo común denominador para distinguir entre el vaso medio vacío y el vaso medio lleno.



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Nelson Soza Montiel. Periodista, magíster en Economía

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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