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Libros como puentes de integración


Fortalecer las relaciones bilaterales con Perú no debe ser considerado como un mero acto protocolar, ni como un guiño a las actuales autoridades gubernamentales de este país hermano. La integración no sólo pasa por fortalecer tratados comerciales bilaterales o resolver controversias fugaces que muchas veces son alimentadas por algunos medios de comunicación, que ven en cualquier conflicto nimio, la posibilidad de titular portadas.



Todo proceso de integración, en naciones que comparten extensas fronteras y una historia común pasa -en gran medida- por hacerse cargo de esta última. Es por eso que la entrega, por parte de la Jefa de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), Nivia Palma, de los 3.778 libros a la Biblioteca Nacional del Perú, llevaba consigo una carga emotiva importante, transformándose en un acto concreto de fortalecimiento de nuestros lazos de hermandad.



Devolver miles de volúmenes, todo ellos debidamente revisados por un equipo de expertos que hurgaron hasta dar con su procedencia peruana y que permanecieron por más de un siglo en la Biblioteca Nacional de Chile y la Biblioteca Santiago Severín de Valparaíso, es un acto que recoge el espíritu que muchas otras naciones han impulsado por todo el mundo: devolver bienes culturales a sus países propietarios.



Para nosotros los historiadores e investigadores, la devolución encierra un profundo acto de respeto hacia la potente tradición cultural del pueblo peruano y es una muestra del coraje por parte de nuestro país, que se hace cargo de su historia, con sus errores y aciertos, y con el objetivo claro de dar señales que contribuyan a sanar antiguas heridas.



Pero mi deber como historiadora no es sólo enaltecer este gesto, sino que también recordar que Chile, a fines del siglo XIX, también hizo efectiva la devolución de una cantidad de libros pertenecientes a la antigua Biblioteca Nacional del Perú, claro que ese primer retorno de volúmenes no contaba con los actuales estándares de revisión científica.



Si de algo debemos sentirnos orgullosos, aparte de estos gestos, es que la tarea formadora en nuestras universidades ha dado frutos, entregándoles a los estudiantes y futuros profesionales las herramientas necesarias para trabajar cualquier repositorio y estar a la altura para que esta masiva devolución de libros produjera un profundo eco en el seno de la academia nacional.



Como historiadora he tenido la suerte de sumergirme en los excitantes archivos del Archivo Nacional y de la Biblioteca Nacional del Perú, (1986) fue ahí donde pude compartir e iniciar una profunda amistad con el entonces Director de esa institución, Franklin Pease, quien me dio todas las facilidades para revisar el valiosísimo material que contienen sus archivos.



Con el profesor Pease -fallecido recientemente- nos dimos cuenta que nos unía la pasión por la historia y la absoluta convicción de lo importante que era para el Perú la devolución de este valiosísimo patrimonio que llegó a Chile después de que nuestras tropas ocuparan durante tres años la ciudad de Lima. Y para ser justos con este destacado historiador peruano, tendría que dar cuenta de sus esfuerzos para que se iniciara el camino del retorno de este nuevo cargamento de libros, encerrados en encomiendas de títulos y un sinfín de simbolismos.



Pero, volviendo al tema de la incautación ¿cuál fue el beneficio que nos reportó? Muchos si es que lograron trabajarse, de lo contrario debemos ser capaces de responder dejando a un lado discursos patrioteros, porque los libros depositados en una biblioteca que no se trabajan, que no se estudian y que no se consultan, son como una cantera abandonada. Si la cantera no se explota, el conocimiento queda ahí y nuestro deber, desde el mundo de la academia, es apoyar siempre la reconstrucción y conocimiento del pasado.



Como historiadora, no puedo menos que ponderar la iniciativa de nuestros gobernantes ya que han beneficiado a dos pueblos que comparten una identidad conosureña.



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* Carmen Norambuena Carrasco. Doctora en Historia (U. Complutense de Madrid), investigadora del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago y actual Decana de la Facultad de Humanidades de la Corporación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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