Publicidad

El móvil secreto de la masacre de Santa María


Se cumplen cien años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Un hecho luctuoso que sin embargo sigue rodeado de un espeso manto de misterio.



El líder obrero Elías Lafertte, quien fuera testigo presencial de la misma, narra así los sucesos del Puerto Grande, como llamaban entonces a Iquique los pampinos:



«Hacia las 3.30 a cuatro de la tarde, terrible expectación reinaba en el interior de la Escuela Santa María. Tropas del ejército apuntaban sus fusiles contra los obreros y contra la azotea, donde se hallaba en reunión permanente la dirección del movimiento. En cuanto a las ametralladoras en manos de marineros de los barcos surtos en la bahía, estaban dirigidas directamente contra las apretadas filas de pampinos.



A esa hora entró el coronel Roberto Silva Renard montado, como Napoleón, en un caballo blanco para esta desigual batalla. Un corneta que iba a su lado lanzó al aire algunas notas de su instrumento, las cuales provocaron uno de esos pavorosos silencios anunciadores de cosas terribles».



El coronel «hizo tocar atención a su corneta y dio la orden del crimen. Fríamente dio la orden de fuego. El ruido de los disparos fue ensordecedor».



Nunca se ha sabido el número exacto de victimas entre hombres, mujeres y niños. Como tampoco se conoce bien el móvil oculto tras este acto abominable. Un recrudecimiento de las demandas territoriales por parte de Bolivia estaban logrando un eco importante en la opinión internacional.



Un fermento bélico se estaba gestando en la región. Rafael Sotomayor Gaete, hijo del que fuera Ministro en Campaña durante la Guerra del Pacífico, Rafael Sotomayor Baeza, era Ministro del Interior al momento de producirse los luctuosos acontecimientos de Iquique. Es él es quien resuelve aprovechar la situación creada por las demandas laborales de los salitreros para hacer una demostración de brutalidad y de fuerza.



Para eso envía a Roberto Silva Renard, quien contaba con un cuantioso prontuario de masacrador, a reprimir a los obreros pampinos, haciendo un despliegue se ametralladoras y barbarie nunca visto hasta entonces.



La criminal acción rinde sus frutos. Bolivia observa estupefacta la matanza de trabajadores chilenos, peruanos y bolivianos junto a sus familias y olvida de golpe sus demandas. Toda reclamación territorial es retirada.



Una clásica táctica militar prusiana, ideada con seguridad por Emilio Korner, de quien Silva Renard era el brazo derecho. Una acción que nos recuerda las actuaciones del conde rumano Dracul, inspirador del Drácula de Bram Stocker, quien hizo retroceder a los turcos empalando a sus propios súbditos en el claro de un bosque. Es claro que Chile ha actuado como Drácula en ese oscuro sucesos que se conmemora por estos días.



_________________



Antonio Gil es escritor y periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias